Sexo y horror en Argentina: el abogado descuartizado quería juntar a sus 5 amantes
La obsesión por el sexo grupal de Ricardo Fariña habría sido el disparador de su asesinato. Clarisa, Sandra, Ileana, Mara y Fernanda tienen entre 35 y 41 años. Entre ellas hay profesionales y amas de casa. Solteras y casadas. Madres. Porteñas, bonaerenses y tucumanas. La mayoría no se conocía entre sí, pero ahora saben que las cinco compartían al mismo hombre. Lo supieron cuando Ricardo Fariña, un abogado más de 20 años mayor que ellas, fue hallado asesinado en su casa de Adrogué, hace 12 días. Sus restos fueron descuartizados y empaquetados en una decena de bolsas esparcidas por sitios como el vestidor, el baño, el freezer o un changuito de feria que el mismo Ricardo había comprado para evitar la contaminación ecológica de las bolsas de plástico. Allí, en el changuito, estaba su cabeza. El sábado 11 de julio hacía frío. Ricardo llamó a Sandra: "Dale, venite a casa que lo vamos a pasar muy bien". Sandra tiene 3 hijos de dos maridos. Su tercera pareja -un tucumano de apellido Ruiz- tuvo problemas con Ricardo. Fue justamente cuando supo que Sandra iba a lo de Fariña cada vez que éste la llamaba: hace dos años, Ruiz fue hasta la casa de Adrogué, saltó una pared y esperó al abogado en el garaje, del lado de adentro. Cuando Fariña llegó, se lo encontró cara a cara: Ruiz le dio dos golpes de machete y escapó. Fariña ni siquiera pudo empuñar la pistola 22 que llevaba siempre encima. Dio cuatro pasos y se desplomó en la vereda. Los médicos dijeron que casi se muere desangrado. Igual, no la sacó tan barata: perdió dos falanges de los dedos. Sandra siguió viéndolo aún tras aquel episodio, pero ahora, sábado 11 de julio, se resistía: "¿Para qué voy a ir, para que me denigres y me maltrates, como siempre?". Ricardo insistió. Sandra, como siempre, fue. Un mes después, José, el padre de uno de sus hijos, le contaría al fiscal César Lucero la versión de Sandra sobre aquella tarde: que Ricardo volvió a menospreciarla, y que insistía para que llamaran a otra mujer y tuvieran sexo grupal. Según Sandra, cuando ella amagó con irse, él la amenazó: "Mirá, yo sé dónde vivís, y sé que tenés una hija de 15 años... Y vos sabés lo bien que a mí me va con las pendejas...". Lo que sigue es confuso. Clarisa lo llamó esa misma tarde y atendió Sandra. Le dijo que Ricardo "está muy descompuesto". Clarisa insistió y Sandra le pasó con Ricardo. Según declaró Clarisa después, oyó su voz en un balbuceo y Sandra le cortó. Nadie más supo de él. Su hermana menor, Carlota, le envió un mensaje para el Día del Amigo, pero Ricardo no le contestó. Beatriz, su otra hermana, decidió ir a ver qué sucedía el martes 4 de agosto. Entró con la llave que el abogado le dejaba a una vecina por cualquier cosa. En los pisos había cal. Por todos lados. En todos los ambientes. Y horror: bolsas negras con restos humanos. Cuando llegó la Policía, halló manos en un lado, pies en otro, glúteos más allá. Restos en el freezer. Y uno de los muslos fileteado en rodajas en una bandeja inferior de la heladera, entre una botella de vino tinto y un cajón con papas. En el dormitorio principal, sobre una cómoda, junto a la cama de dos plazas, había dos DVD. El colchón estaba en el comedor, apoyado en una pared. Tenía manchas de sangre. No hay dudas de que lo mataron allí mismo, probablemente mientras dormía. Con un hacha que no estaba en la escena del crimen. En los DVD hay filmaciones caseras. Son videos cortos, grabados con un teléfono celular. Allí aparecen tres de las cinco mujeres de Fariña teniendo sexo con él, por separado. Las filmaba mientras les hablaba constantemente. La mayoría de las escenas son mientras ellas le practican sexo oral. Los vecinos dicen que Fariña era pulcro en el vestir, entrador en el hablar y hábil para los negocios. Aseguran que creyeron que era abogado desde muchos años antes de que se recibiera, ya de grande. La semana anterior a su desaparición, le dijo a uno de los vigiladores del barrio: "La guita está en la calle. El laburo nuestro es así... siempre hay guita por cobrar y es difícil". A él le contó que el Peugeot 206 gris con el que andaba lo había obtenido a cambio de un local que usaba como estudio en el centro de Adrogué. Los vecinos lo veían barriendo la vereda en las tardes. Les decía que los dedos se los había amputado un ladrón, y que andaba armado porque estaba temeroso por la inseguridad. Aunque pocos lo saben, la casa del crimen tiene dos caras. Una entrada pulcra como su dueño sobre Combate de Juncal 935, y otra sobre la calle trasera, con frente en Uriburu 948. Esta tiene el aspecto de una tapera remendada con lona y chapa. Los vecinos aseguran que Fariña alquilaba ese lado de la casa a gente de ocupación dudosa, y que los alquileres eran por plazos insólitos: 12 días, 18, a lo sumo un mes. ¿Había alguien allí cuando ocurrió el crimen o durante los días en que se fue cortando el cuerpo? Aún no se sabe. Ambos frentes ocupan el mismo terreno, que se comunica de punta a punta por el interior de la manzana. "El tipo era de decir piropos en la calle. Tuvo problemas con una de las vecinas porque la invitó a salir asomado a una medianera, aprovechando que el marido se había ido a trabajar", asegura un jefe de la investigación. Fariña estaba divorciado hacía más de 30 años. Su hermana Beatriz atendió a Clarín por teléfono. "Nadie de la familia va a hablar porque estamos muy mal", dijo. El abogado era robusto y con poco pelo peinado hacia atrás. Parecía caminar con cierta dificultad cada vez que salía a pasear a su perro, un labrador negro. El animal estaba en uno de los patios de la casa cuando llegó la Policía. Aunque su amo había muerto al menos 24 días antes, estaba bien alimentado. No tenía hambre ni sed, lo que demuestra que alguien estuvo yendo varias veces a la casa tras el asesinato. "Estaban cortando el cadáver para hacerlo desaparecer. Congelando unos trozos y empapando en cal otros, consiguieron que no hubiera olor. Si la hermana no va a ver qué pasa, es posible que consiguieran deshacerse de los pedazos para siempre", especuló uno de los investigadores. En la escena del crimen había un serrucho, pero los forenses descartan que lo hayan usado en el seccionamiento. "Los restos no tenían las marcas típicas del aserramiento, sino que fueron cortados en forma pareja y con fuerza uniforme. Acaso una amoladora que quien hizo el trabajo llevaba cada vez", dijo la fuente. No había herramientas así en la casa. Sandra quedó presa por el asesinato: pudo tener un arranque de furia cuando él amenazó con ir a buscar a su hija. La suela de una sandalia hallada en su casa coincide perfectamente con una huella que quedó sobre la cal, en casa de la víctima. Pero es improbable que, si fue ella, haya actuado sola en la trabajosa tarea de cortar los restos. Ante el fiscal Lucero se negó a declarar. Las otras mujeres de Fariña -mencionadas al principio con nombres de fantasía- sí lo hicieron. Todas confirmaron la gran obsesión de Ricardo: les proponía todo el tiempo sexo grupal. Unas le dijeron que podía ser y otras que ni lo soñara. No hubo caso. Cada palabra de esos relatos indica que él soñaba eso. Juntarlas. (Clarín)
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