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CAUSA ABIERTA

La revancha de la Máquina de Dios

La revancha de la Máquina de Dios

Lo dijo una argentina que trabaja en la reparación del colisionador de hadrones que develará los misterios del Cosmos. Se pondrá nuevamente en marcha en noviembre. Los bebés están bien", dice el físico Markus Nordberg cuando sus familiares lo llaman desde Finlandia, su país natal. Este investigador participó en el nacimiento de la llamada popularmente "máquina de Dios", el mayor acelerador de partículas del mundo, y ahora sigue trabajando con más de 2.000 físicos, ingenieros, matemáticos y expertos en computación para ponerla de nuevo en funcionamiento tras el accidente que ocurrió semanas después de su puesta en marcha el año pasado. En la máquina, ubicada en la frontera entre Suiza y Francia, están los detectores con los que se harán experimentos para contestar importantes preguntas que están pendientes: de qué está realmente hecho el Universo, cómo fueron los primeros minutos, entre otras cuestiones. Prometen que la máquina y sus cinco experimentos asociados saldrán de la "nursery" a mediados de noviembre (antes habían dicho que la reapertura sería en setiembre). Pero aquí no se respira pánico al transitar las diferentes instalaciones, que es como una mini-ciudad con diferentes edificios que se recorren en colectivos y con calles que llevan los nombres de físicos ilustres como el inglés Paul Dirac. Por el contrario, cada uno de los que participan en este gran proyecto (implica la convivencia entre personas de 34 países) parece tener claro su rol. Están bien concentrados en algún instrumento o frente a las computadoras, aunque se permiten algún chiste o algunos objetos de otros espacios, como patitos de plástico amarillos que uno de los técnicos tiene sobre su monitor. La "máquina de Dios" (cuya construcción tardó 13 años) tendrá su revancha: volverá a funcionar, pero con menos energía que el año pasado. Esa energía se necesita para acelerar partículas y hacerlas chocar. Después, se analizarán los fenómenos ocurren en esas colisiones y se intentará descubrir la famosa "partícula divina" o bosón de Higgs, que una teoría predice pero que aún no ha sido observado. Se había planeado que los haces de protones recorran los 27 kilómetros de circunferencia del colisionador casi a la velocidad de la luz y que colisionaran con una energía de 14 TeV (electrovoltios). "Ahora, cuando todo vuelva a funcionar, empezará con la mitad de energía, hasta tanto los técnicos se adapten a su uso y ganen experiencia", cuenta a Clarín la física Teresa Dova, que es una de las líderes del grupo de los 20 científicos argentinos que está presente en la sede del Consejo del Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN), donde se encuentran las instalaciones de la "máquina de Dios". Ella afirma: "Queremos que se encienda ya. Estamos más que listos". El accidente del año pasado fue algo imprevisible. "Habíamos probado los componentes, pero el problema surgió cuando los pusimos a funcionar juntos", explica el físico portugués Ricardo Morais. En setiembre del año pasado habían comenzado a acelerar partículas, y en noviembre se detectó una avería que generó una fuga de helio líquido y obligó a parar todo. Desde entonces, los ingenieros y los técnicos se pusieron a reparar la avería, descubrieron algunas otras fallas más, y reforzaron la máquina: se preparó como un camino alternativo para las aceleraciones de partículas por las dudas que ocurriera otra vez un nuevo problema. Todo costó 4.300 millones de dólares, informa James Gillies, el vocero del CERN. Mientras tanto, los físicos y los demás investigadores no se quedaron con los brazos cruzados. Se pusieron a usar los detectores que acompañan al acelerador para detectar rayos cósmicos (que llegan a la Tierra desde el espacio exterior). "Esto nos permitió calibrar los detectores -cuenta Dova- y hacer un gran ejercicio de simulación para colectar datos y distribuirlos por la enorme red informática especialmente creada para este proyecto". La mayoría de los físicos tomó al accidente como una oportunidad: "Hacía dos años que estaba trabajando y me sentí decepcionado cuando ocurrió el accidente", dice Ketevi Assamagan, quien nació en Togo, África, y forma parte del plantel de físicos del Laboratorio Nacional Brookhaven de los Estados Unidos. "Pero, hemos estado muy ocupados durante este período. Ahora sentimos que estamos listos para volver a operar para llevar a cabo búsquedas y descubrimientos", agrega.

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