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CAUSA ABIERTA

Humilde y sofisticada: así era la Madre Teresa de Calcuta que conocí

Humilde y sofisticada: así era la Madre Teresa de Calcuta que conocí

La Madre Teresa, quien murió en Calcuta, India, hace 19 años, fue canonizada por el papa Francisco en una ceremonia en el Vaticano este domingo.

David Willey, quien ha informado desde Roma para la BBC durante cinco décadas, recuerda a continuación cómo pasó una hora conversando informalmente con la nueva santa en un lugar inesperado: la sala de llegadas del aeropuerto Fiumicino de Roma.

De inmediato supe que la mujer que entonces ya era conocida como "la Santa de los barrios pobres" de Calcuta era una persona solícita muy humilde y simple y, al mismo tiempo, una sofisticada viajera internacional.

Constantemente se desplazó alrededor del mundo, visitando a sus Misioneras de la Caridad, la orden religiosa que fundó en 1950, así que supuse que era apropiado que nos encontráramos, no en su convento cerca del Coliseo en Roma, ni en ninguno de sus hospicios para desahuciados en India, sino entre el bullicio de un aeropuerto.

Nos sentamos en la sección de llegadas y pronto me hizo reír cuando me mostró orgullosa su pase de viajera de Air India, que le daba derecho de viajar en avión gratuitamente por el mundo, un regalo del gobierno indio.

Durante meses había estado tratando de arreglar una entrevista con ella, pero las monjas de su sede en Roma lo postergaban.

Finalmente, me llamaron para decirme que llegaría en un vuelo desde India y saldría una hora y media después hacia Canadá y que podría encontrarme con ella para una breve charla en el aeropuerto.

La monja era una figura pequeñita y su cara ya se veía algo marchita.

La reconocí de inmediato, cuando emergió sola de las puertas de llegada abrazando una pequeña bolsa de tela blanca, vestida en el sari indio de algodón blanco con rayas azules y el velo que había adoptado como uniforme para los miembros de su su orden misionera.

"¿Tiene que recoger maleta aunque esté en tránsito?", le pregunté, sintiéndome algo tonto por sugerir que una santa viviente podría perder su etiqueta de equipaje.

"No", contestó. "Todo lo que poseo en este mundo lo llevo conmigo en esta pequeña bolsa. ¡Mis necesidades personales son muy simples!".

Antes de abordar asuntos metafísicos y teológicos más profundos y de escuchar cómo había dedicado su vida a los más pobres entre los pobres, decidí tratar de descubrir más sobre cómo una santa organiza sus viajes.

Me intrigaba el pase de viajero gratuito de Air India.

"¿Cómo planea sus viajes?", le pregunté en una era en la que no existían los celulares.

"Bueno, a menudo llamo por teléfono, desde una cabina de monedas en el aeropuerto, al jefe de Estado o al primer ministro o al papa Juan Pablo en el Vaticano si estoy en Roma, y ellos me envían un carro al aeropuerto para recogerme", me dijo.

Para cuando la conocí, a fines de la década de 1980, las hermanas de la Madre Teresa y hermanos y padres afiliados, ya se habían convertido en una familia internacional de 1.800 monjas y muchos miles de trabajadores laicos.

Hoy suman casi 6.000 y están activos en 139 países. Su orden no conoce prácticamente los límites territoriales e incluso antes de la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética, la monja ya estaba estableciendo hogares y hospicios y reclutando empleados en Europa Oriental.

Abrió dos centros en Hong Kong en 1983, pero hasta ahora China ha resistido los intentos de la orden de atender a los pobres.

A medida que pasaban los minutos, la Madre Teresa siguió explicándome su decidida devoción a su trabajo de atender a los enfermos, los moribundos y los discapacitados.

En sus propias palabras: "Nuestra misión era cuidar a los hambrientos, los desnudos, los indigentes, los discapacitados, los ciegos, los leprosos, todas esas personas que se sienten indeseadas, no amadas, abandonadas por toda la sociedad, aquellas que se han convertido en una carga para la sociedad y son apartadas por todos".

El papa Juan Pablo II había visitado el hospicio para desahuciados de la Madre Teresa en Calcuta durante su peregrinaje a India en 1986 y los dos se hicieron muy amigos.

Hasta su muerte, la Madre Teresa frecuentemente aparecía en las ceremonias del Vaticano al lado del Papa. Después, en un tiempo récord, fue proclamada beata de la Iglesia Católica en 2003, en el paso final para alcanzar la canonización.

Su vuelo a Toronto fue anunciado y caminamos juntos hacia la sala de salidas. Ella desapareció detrás de las puertas automáticas, abrazando su pequeña bolsa de tela y pasó sin ser reconocida, o al menos eso me pareció, entre las multitudes de pasajeros que avanzaban por la zona de tránsito.

Supe que había conocido a una santa viva, había tocado mi corazón, me había transmitido un sentimiento de alegría de vivir y también me había hecho reír.

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