Patinaje artístico: contrató matones para que le partieran las piernas a su rival "por envidia"
El patinaje artístico es uno de esos deportes que nos suelen dejar con la boca abierta cuando lo seguimos por televisión o nos comparten algún video en Internet. Se ve tan puro, tan blanco, tan delicado que hasta nos da cierta vergüenza a quienes no somos asiduos a tamañas demostraciones estéticas en el deporte de dar opiniones o de señalar errores donde consideramos que los hubo.
Por su parte, los atletas saltan a la pista elegantes de pies a cabeza, casi no sudan para sorprendernos con sus esquemas y salen de sus presentaciones regalando sonrisas que enamoran. Podría hasta ponerse las manos en el fuego, apostar que ellos son personas de bien cada vez que se retiran saludando cortésmente sobre sus patines.
Sin embargo, así como en el ballet (por poner un ejemplo en el arte) y en los deportes que ya identificamos como "sucios" o "trastocados" (fútbol, para empezar), esta disciplina encandila tanto que no nos deja ver el fondo.
Un fondo que, muchas veces, tiene más barro del que pensamos. Contratos publicitarios millonarios, derechos de imagen que venden productos y una pesada mafia por detrás se encargan de alterar su naturaleza divina. Y un caso en particular, ocurrido en los 90', generó un poco de luz para quienes no somos especialistas en la materia.
Aquellos que tengan más de 35 años tal vez recuerden el incidente entre dos de las mejores patinadoras estadounidenses de aquel momento, Tonya Harding y Nancy Kerrigan. Si no lo recuerdan no importa, pues aquí lo repasaremos de punta a punta. Lo cierto es que se trató de un drama "hollywoodiano" que involucró a matones, juego sucio, envidia y hasta al propio FBI.
En 1991, Harding se había convertido en la primera atleta de su país en ejecutar un difícil "triple axel", erigiéndose como referencia de este deporte. Poco después, percibía cómo la figura de Kerrigan se agigantaba, quitándole portadas de revistas, títulos y, sobre todo, dinero. La "niña bonita" de Massachusetts acumulaba fama y elogios, mientras los celos de Harding crecían.
Tonya ya no resistía el hecho de ser testigo de una carrera que se desmoronaba, la suya. Sufría enormes crisis antes de salir a patinar y tenía extrañas actitudes, según sus colegas. Entonces, decidió tomar la decisión más drástica y oscura de su vida, aquella que la mandó -sin escalas- directo a la lona.
El 6 de enero de 1994, un "misterioso agresor" golpeaba a Nancy con una barra de hierro en la rodilla tras finalizar un entrenamiento, con la intención de partírsela, para dejarla afuera de la final de los Campeonatos Nacionales que se llevarían a cabo en Detroit y los VXII Juegos Olímpicos de Invierno de Lillehammer, Noruega.
"¿Por qué?", repetía Kerrigan en el túnel de acceso a los camarines, con gritos desesperados que rebotaron en todas las cadenas de noticias del mundo, dándole al patinaje la fama que nunca deseó. Sabía que su carrera estaba en peligro y, además, intentaba buscar una explicación para aquel ataque. Dos días después, Nancy miraba desde afuera las finales en Detroit, que quedarían en manos de Tonya Harding, quien ya era observada de reojo.
Yahoo, Federico Cornali
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