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CAUSA ABIERTA

De los 76 mil cruceristas que llegaron a Uruguay en 2016 ninguno fue rozado siquiera por ladrones

De los 76 mil cruceristas que llegaron a Uruguay en 2016 ninguno fue rozado siquiera por ladrones

El efecto de las cámaras de videogilancia en la Ciudad Vieja impacta en el negocio turístico. En menos de dos años de iniciado el plan, las rapiñas a los cruceristas desaparecieron. El año pasado se registraron 10 denuncias, mientras que en lo que va de 2016 no se presentó ningún "crucerista" de los 76.000 que llegaron.

El subcomisario Mauricio Barcellos, director de Videovigilancia analítica y relevamiento urbano del Centro de Monitoreo de la Ciudad Vieja y el Centro, aseguró ayer a Radio Uruguay que este año no se ha registrado ninguna rapiña contra los visitantes que arribaron a Montevideo en cruceros debido a la mayor cobertura de cámaras y el sistema de Verano Azul.

"El año pasado tuvimos algunos hechos con turistas y cruceristas: diez rapiñas y este año en el mismo período no hemos tenido ninguna", afirmó.

Por otra parte, el subcomisario Barcellos contó a la emisora estatal que a partir de las cámaras de vigilancia se pudo hacer un estudio de la población delictiva de la Ciudad Vieja y destacó que los delitos contra la propiedad han bajado cerca de 60% en la zona.

La Policía entrega a cada crucerista un pequeño manual donde se recomienda los lugares a visitar y las zonas donde no es conveniente pasar. El material cuenta con mapas de la zona en los que los propios agentes se ocupan de marcan las "zonas rojas" para turistas.

Uno de los problemas de seguridad más graves en la zona portuaria es la presencia de bocas de pasta base. En algunas ocasiones los turistas se acercan a ellas para tomar fotografías o para comprar drogas.

"Vienen con la idea de que acá la marihuana es libre y que se compra en cualquier lado, pero no es así", dijo un jerarca policial que pidió explicar el caso sin revelar su nombre.

Cuando la Policía "aprieta" las bocas, los vendedores salen a comercializar la droga sobre la propia peatonal Pérez Castellano, indicó. "Ninguno de los micronarcos habla inglés pero hacen maravillas para dar a entender a los turistas que tienen marihuana a la venta", dijo.

Otro policía confirmó que en esas "transas" se ha visto que los vendedores se ponen "muy ansiosos" y que terminan tomando los dólares antes de entregar la droga. Todo queda registrado en las cámaras.

Ante esa situación la Policía diseñó un sistema de radicación de denuncias especial para turistas que permite seguir la tramitación tras la detención de los delincuentes en ausencia de la víctima.
Welcome.

La llegada de los cruceristas se produce de distintas formas. Algunos prefieren salir del puerto y subirse a una de los ómnibus contratados para excursiones, otros prefieren caminar. Antes de cruzar la calle hacia el Mercado del Puerto, la primera imagen es la de un edificio en ruinas, varios comercios que venden recuerdos y una bandera de color naranja que luce en su centro una hoja de marihuana.

Muchos eligen parar un rato en el Mercado y probar la carne uruguaya. Desde allí se van a caminar rumbo al Centro y la Ciudad Vieja. Recorren las galerías de arte y compran algunas artesanías. Luego toman la peatonal Pérez Castellano y cuando llegan a Cerrito se encuentran un panorama extraño. A veces hay gente tomando alcohol que les pide monedas y otras se pueden encontrar con personas durmiendo en el suelo.

En ocasiones se puede ver a grupos de hombres sentados en el piso, sin mucho para hacer. Los comerciantes dicen que se trata de los beneficiarios del Mides que concurren a un refugio masculino de la zona.

Para la Policía es un centro de permanente atención. Todos los días llevan detenida a alguna persona desde esa esquina por múltiples causas. Sin embargo, el ambiente no cambia y los conflictos con los turistas y otros vecinos se multiplican.
Típico.

Una pareja de brasileños camina por la peatonal Sarandí. Llegaron en el crucero Celebrity Infinity. Pagaron algo más de US$ 1.500 por un viaje que los llevará desde Rio de Janeiro hasta Buenos Aires, pasando por Montevideo y Punta del Este. El buque moviliza a más de 1.900 personas.

Se quedan mirando los sombreros que un hombre de pelo negro y largo vende sobre un paño gris. Él toma uno y se mira en un pequeño espejo. Ella le hace fotos y recibe un delicado sombrero. Ahora posan para una selfie.

Detrás de ellos vienen cuatro muchachos tocando tamboriles. Tres siguen caminando y uno se queda tras la pareja y en la selfie aparecen tres y un tamboril. Vuelven los otros músicos y la foto se parece a una pequeña comparsa con dos brasileños estrenando sombreros.

Acto seguido, los tamboriles hacen sonar bien fuerte sus instrumentos y uno de ellos les muestra una bolsa en la que juntan dinero. El brasileño paga por los dos sombreros con un billete de $ 1.000, recibe el cambio y pone $ 200 en la bolsa de los muchachos. Los tamborileros vuelven a repicar y se van con "un salario bien ganado", comentan entre risas.

En la mañana de ayer los cruceristas que prefieren tomar una excursión recorrían la Plaza Independencia. La guía indicaba el recorrido con un cartel en la mano y hablaba en inglés por un megáfono. El público estaba compuesto por unas 20 personas de entre 40 y 60 años, vestidos con ropas ligeras, sombreros y un verdadero arsenal de cámaras fotográficas. Algunos hacían preguntas sobre la Torre Ejecutiva y la figura del general José Artigas.
La bienvenida.

Los puertos de Punta del Este y Montevideo se abren para bienvenir a los cruceristas. De buenas a primera las ciudades reciben a miles de visitantes que buscan conocer el lugar. Es el momento para que los negocios gastronómicos junto a los artesanos y vendedores de souvenirs tomen impulso. Cada lugar recibe a los cruceros con lo mejor y más típico que tienen porque dejan muchos beneficios económicos. La entrada a la Ciudad Vieja de Montevideo, a la salida del puerto, muestra una bandera naranja con una hoja de marihuana.

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