Las vuvuzelas del Mundial que esconden la xenofobia en Sudáfrica
Muchos inmigrantes africanos en Sudáfrica alientan a las selecciones de fútbol del continente en la Copa Mundial de la FIFA, pese a la violencia racista que estalló hace un año en este país, pero temen que las agresiones se repitan cuando finalice el torneo. "Hace tiempo que África es ignorada, desfavorecida y considera la más pobre. Un buen rendimiento levanta el ánimo de la gente en todo el continente. Hace falta unidad. Ésta es la primera vez que nos juntamos", indicó Alfie Little, quien alentaba por primera vez a Costa de Marfil en el partido contra Brasil.
Lo desanimó el mal rendimiento de los Bafana Bafana, como se conoce a la selección de Sudáfrica, y dijo que alentará a cualquier equipo africano.
Pero ¿qué pasará cuando se apague el estruendo de las cornetas de plástico llamadas vuvuzelas y se desvanezca el patriotismo africano?
Las noticias sobre ataques xenófobos siguieron, tapadas por el rugir del grito de gol, convertido por el mediocampista sudafricano Siphiwe Tshabalala el 11 de este mes en el partido contra México.
Una ola de violencia xenófoba dejó 62 personas muertas en este país entre mayo y junio de 2008.
"La violencia generalizada de origen racista puede estallar cuando termine la Copa Mundial de la FIFA" (Federación Internacional de Fútbol Asociado), reza una declaración del Consorcio para Refugiados e Inmigrantes de Sudáfrica, la que contiene varias recomendaciones para evitar que se repitan los hechos de hace un año.
"La violencia siguió, pero a una escala menor en varias partes del país", añade.
"Los sudafricanos nos tratan mal", aseguró Faith Ngwenya, empleada de un restaurante ghanés de Johannesburgo.
La zimbabuense de 26 años llegó a Sudáfrica con su hijo, huyendo de la escasez de alimentos en su país, con la intención de conseguir un trabajo para mandar dinero a su familia.
"Dicen que les sacamos el trabajo", añadió. Sin embargo, ahora disfruta del torneo de fútbol y apoya a los Bafana Bafana. La situación cambió durante el campeonato, apuntó.
"Por ahora cambió porque queremos que ganen. Pero no sé qué pasará después", señaló Ngwenya. "Hay rumores de que nos van a echar. De ser así, no tendremos más opción que irnos", añadió.
En las últimas semanas, muchos zimbabuenses asustados le pidieron a Dorothy Nairne, quien tiene una empresa que busca trabajo a personas sin capacitación, si podían mudarse a su casa. La mayor parte del tiempo trabaja con inmigrantes.
"Están muy asustados", señaló. "Dicen que la gente de su barrio los amenaza. No saben si es en serio, pero les dijeron que los van a matar", añadió.
Un ghanés amigo de Nairne no agita su bandera porque tiene miedo de ser detenido por la policía. "No hay problema si eres extranjero mientras seas europeo", explicó ella. "Flamea tu bandera, pero no si es africana".
En el barrio de trabajadores de Salt River, en Ciudad del Cabo, donde viven numerosos inmigrantes, se pueden ver banderas de las seis selecciones africanas, y de Palestina Libre. La gente se reúne en el bar y en el parque y alientan al continente, independientemente del país que sea.
Las distancias se acortan entre las personas de diferentes orígenes con la euforia del campeonato, el ruido de las vuvuzelas y las simpatías por los mismos colores.
"Pero cuidado cuando se termine", advirtió Nairne. "La desilusión será real. La gente no ha visto los beneficios del torneo. Cuando la sientan el pellizco, arremeterán", añadió.
El gobierno no hizo mucho por disminuir las expectativas sobre los beneficios de la Copa Mundial mientras gastaba a lo grande en los preparativos.
Los trabajos en la construcción fueron temporales. Muchas personas que desde hace décadas esperan mejores viviendas observaron desanimados el multimillonario gasto destinado a terminar a tiempo los estadios.
El lifting urbano y las restricciones severas al comercio no autorizado hicieron que el sector informal se perdiera la enorme cantidad de fanáticos que deambulan por las calles de las distintas ciudades sedes.
Setenta y cinco de las 109 personas entrevistadas para un estudio realizado entre quienes usan los servicios del Centro Scalabrini, que trabaja con inmigrantes en Ciudad del Cabo, creen que la violencia se reanudará cuando terminé la Copa Mundial de la FIFA, el 11 de julio.
Más de dos de cada tres consultados dijeron haber sido amenazados.
Las intimidaciones son reales, pero si los sudafricanos se proponen detener el odio, las amenazas no se harán realidad, señaló la directora del Centro Scalabrini, Miranda Madikane. El fervor nacionalista alimentado por el campeonato de fútbol no debe degenerar.
"Ganes o pierdas, te queremos", reza una pancarta en el barrio de Khayelitsha, el más grande de Ciudad del Cabo. Entre las banderas de Sudáfrica que flameaban durante el último partido de la selección nacional, había una de Nigeria que tenía escrito en rojo: "Unidos por África". (* Con aportes de Terna Gyuse desde Ciudad del Cabo. Por Nastasya Tay*
IPS Noticias)
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