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CAUSA ABIERTA

No beses a tus hijos en la boca

No beses a tus hijos en la boca

No me gusta la costumbre que tienen muchos de darles besos en la boca a sus hijos. Me parece que se pasaron de modernos, o que padecen una confusión. Soy de los que creen que los besos en la boca pertenecen al ámbito de la intimidad erótica, y que no corresponde hacerlos parte de otro tipo de relaciones. Y mucho menos, con los hijos o las hijas. Me genera mucho rechazo ver ese hábito, porque siento que genera la sensación de que es lo mismo un beso filial que un beso de amantes. Sí, entiendo que alguien podría decir que no es lo mismo, que no es exactamente el mismo beso en la boca el que se le da a un hijo o hija que el que se le da a un novio o novia, pero aun así, creo que la boca, por más casta que se quiera comportar, al encontrarse con otra boca y no con una mejilla o una frente (o una manito o una panza) se transforma en un volcán de sensualidad. El beso en la boca puede ser breve, puede ser limitado en su alcance, pero se asoma a un abismo de sensibilidad que no tiene que ver, ni debe tener que ver, con lo que se vive en una relación entre padres e hijos.
Me parece mejor que padre e hijo o hija, o madre e hijo o hija, sepan que hay cosas que corresponden al cariño filial y otras que no, que hay prácticas que tienen que ver con furores de los cuerpos destinados a otras relaciones. El beso en la boca es muy fuerte, potente, es un lanzallamas de sexualidad apenas contenida, naciente, y no veo la necesidad de generar una versión que mal puede acomodarse a las relaciones entre progenitores y progenie.
Además, no toda forma de resguardar la intimidad tiene que ver con la vergüenza o es producto de la burguesía mental o de la convencionalidad estúpida. Cuando era chico y hippie, yo creía que la vergüenza era un defecto. Que las personas no tenían que sentirla, que era un derivado de la inhibición, algo negativo que había que eludir o disimular, una tendencia a combatir. En un mundo perfecto la vergüenza no debería existir, creía yo, ingenuamente. Al crecer entendí que la vergüenza no es un defecto, que es más bien constituiva, estructurante, que uno no la tiene por estúpido sino porque ella preserva ciertas cosas de la intimidad y les permite seguir siendo íntimas, personales, autenticas. Entendí, aun más, que no se trata de vergüenza, sino de cosas que corresponden a la intimidad y cosas que no. Sí, es difícil decir cuando la vergüenza cumple esa función positiva y cuando no, porque hay muchas vergüenzas que son miedos limitantes. Hay vergüenzas que son puro temor, y hay vergüenzas que simplemente dicen: esto no es para este lugar, o para esta circunstancia. Vergüenzas que no son vergüenzas, sino comprensión de dónde va cada cosa.
Y en todo caso: que cada uno viva como quiera. Que el que encuentre que su vergüenza es un límite ridículo la supere, hay mil formas de vivir así sin joder al otro. Pero creo que con los hijos se trata de otra experiencia, y hay cuidados que es necesario tener. En ese caso no se trata solamente de lo que quiere un padre, o una madre, sino de algo que involucra la naciente sensibilidad de una criatura, que es mejor ayudar a desarrollarse sanamente. Es bueno que los chicos no se confundan, que sepan que tipo de relación física hay con un mayor, y además padre o madre, que con otro en iguales condiciones.
Pero, además, no entiendo el deseo de los padres de besar a los hijos en la boca. ¿Para qué? ¿Mezclar los alientos, como si fuéramos novios? ¿No puede concebirse, sentirse, un amor pleno sin la participación de la sensualidad casi erótica? ¿No hay diferencia entre la ternura de los amantes y la que se dirige a las criaturas? ¿Para qué se quiere sentir esa boca de nene o de nena chocando contra la propia?
Creo que el beso en la boca es una experiencia fuertísima, súper excitante, y en todo caso, que pertenece al lenguaje del contacto del encuentro sensual de los cuerpos. Sensual, cuerpos que sienten y se despiertan y se avanzan con la energía del sexo, que despierta y crece y transporta. Fusión o intercambio de iguales, de semejantes mejor dicho, de equivalentes, y no de cuidador y cuidado, de padre o madre y criatura. Convoco a un uso responsable de los explosivos besos en la boca. Las terminaciones nerviosas y emocionales de las bocas, que besan el beso de otra boca, no me parecen convenientes para el contacto entre un chico y un adulto, por más familiares que sean. (Alejandro Rozitchner es escritor, filósofo y novelista, trabaja como inspirational speaker y es asesor de la Secretaría General del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires)

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