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CAUSA ABIERTA

Filipinas: una cuestión de familia

Filipinas: una cuestión de familia

Con la pobreza y la corrupción como telón de fondo, más de 50 millones de filipinos irán mañana a las urnas para elegir al sucesor de la presidenta Gloria Macapagal Arroyo, entre un puñado de candidatos del que destaca el senador Benigno Aquino. Todos los sondeos dan por ganador a Aquino, que cuenta con el 42 por ciento de la intención de voto, 22 puntos más que su inmediato rival, el ex presidente Joseph Estrada, que hace cerca de una fue depuesto en una revuelta popular espoleada por aquellos que le acusaron de saquear las arcas del estado.
Otro candidato en la pugna es el senador Manny Villar, un magnate inmobiliario que empezó la campaña igualado con Aquino gracias a una colosal campaña publicitaria y a su discurso populista pero que se ha hundido en las últimas semanas al verse salpicado por casos de corrupción.
Pocos analistas creen que Estrada y Villar puedan inquietar al hijo de Ninoy Aquino, el mártir de la democracia asesinado en 1983 y de Corazón, la primera presidenta tras la dictadura de Ferdinand Marcos, que ha despertado una inesperada pasión entre millones de electores con el sobado lema "sin corrupción no hay pobreza".
Estas dos lacras han empeorado durante el mandato de Gloria Macapagal Arroyo, que deja el cargo con los índices de popularidad más bajos de la historia debido, sobre todo, a los múltiples escándalos sobre supuesta corrupción surgidos en el seno de su Gobierno y también en el entono familiar.
Filipinas ocupa el puesto 139 de 180 países en el índice de corrupción elaborado por el organismo Transparencia Internacional, por detrás de la mayoría de los países del Sudeste Asiático, donde estas prácticas se consideran a menudo inevitables en la política.
Durante los nueve años que Arroyo ha presidido el país, los índices de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) se han mantenido a un nivel parecido al de sus vecinos asiáticos, con una media del 5% anual hasta que estalló la crisis financiera global en 2008, pero insuficiente para aliviar la extendida pobreza.
El 44 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, con menos de dos dólares al día.
Filipinas, que a mediados del pasado siglo era el país más avanzado del sudeste de Asia, es ahora uno de los más atrasados.
Su economía subsiste gracias a las remesas de dinero que envían a su país los cerca de once millones de filipinos que han emigrado por falta de un futuro, y que representan casi el 15 por ciento del PIB.
El otro gran lastre para el desarrollo del país es la violencia, endémica en algunas zonas del archipiélago, donde se mezcla la presencia de guerrillas islamistas y comunistas con la de los ejércitos privados de los caciques locales y las bandas de forajidos, una combinación fatal.
Uno de estos escuadrones de pistoleros mató a tiros el pasado noviembre a 57 personas, entre ellas 30 periodistas, por orden del patriarca de un clan que quería intimidar a su rival político en Maguindanao, al sur del país.
Esas 57 muertes no figuran en la estadística policial, que cita un centenar de asesinatos relacionados con las elecciones desde que hace tres meses comenzó la campaña electoral, y eso, pese a que desde enero está prohibido de llevar armas en público.
La Comisión Electoral de Filipinas asumió el control de la seguridad en siete provincias consideradas conflictivas para evitar que brote la violencia y que los sicarios de los caciques locales intimiden a los votantes.
En toda Filipinas continúan operativas 72 milicias de caciques locales, de las 132 que había en diciembre, cuando el Gobierno central creó una comisión especial para desmantelarlas antes de los comicios.
El país llega a la jornada electoral en medio de la incertidumbre motivada por un eventual error o avería en el funcionamiento de las máquinas de recuento automático de votos, que se emplearán por primera vez en la historia a pesar de los fallos detectados durante los ensayos realizados esta semana.
Varios candidatos, entre ellos Noynoy Aquino, pidieron realizar un recuento manual paralelo al automatizado, y un puñado de aspirantes liderados por el ex presidente Joseph Estrada exigieron incluso retrasar 15 días la votación.
Según las encuestas, dos tercios de los filipinos creen que el voto electrónico será un estrepitoso fracaso, y los analistas advierten de que las frágiles instituciones democráticas no están preparadas para el reto, pero la Comisión Electoral insiste en que todo saldrá bien.
Además de dilucidar quién será el nuevo presidente, las elecciones permitirán renovar 18.000 cargos de congresistas, senadores, gobernadores y alcaldes en todo el archipiélago.

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