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CAUSA ABIERTA

La grasa parda, enemiga de la obesidad

La grasa parda, enemiga de la obesidad

¿Por qué algunas personas que comen mucho jamás engordan y otras se convierten en obesas cuando ingieren poco más que el número mínimo de calorías recomendado? La pregunta mil veces repetida ha encontrado parte de su respuesta en la grasa parda, un tejido que permite quemar el exceso de calorías y azúcares para transformarlos en energía y producir calor. No en vano, la grasa parda actúa como una especie de caldera de la calefacción humana, lo que resulta imprescindible para la supervivencia de los recién nacidos. Esta es la teoría que desde hace tiempo manejan los científicos, que sospechan el importante papel que ejerce la grasa parda para regular la obesidad, e incluso la diabetes, pero que desconocían el porqué. O lo que es lo mismo, el mecanismo biológico por el que se produce esta relación. Ahora ya lo saben, al menos en buena parte, gracias a una investigación de científicos españoles del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición, CIBERobn, que agrupa a 27 grupos de toda España coordinados desde Santiago por Felipe Casanueva. La clave está en una hormona producida por el hígado como respuesta a la ingesta de alimentos, la FGF21, y que es la responsable de activar la llamada grasa parda. «Antes sabíamos que la grasa parda era beneficiosa para el organismo, pero no sabíamos por qué», explica Francesc Villarroya, director del Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona y autor principal de un trabajo que ha merecido la portada de la revista científica Cell Metabolism, la de mayor impacto en su especialidad. El descubrimiento es importante porque abre una nueva vía para combatir de forma más efectiva la obesidad. La estrategia pasa por potenciar la hormona que activa la grasa parda en aquellas personas que tienen un déficit de este tejido o en aquellas cuya genética les produce una resistencia a ella, tal y como les ocurre a los diabéticos de tipo II con la insulina. «Curiosamente, todo indica ?apunta Villarroya? que los pacientes obesos tienen más cantidad de FGF21, y eso apunta a que hay un problema de factores de resistencia». Pero, ¿cómo activarla? Una alternativa pasa por el diseño de fármacos específicos, lo que no resulta fácil si se tiene en cuenta que la hormona FGF21 es de tipo proteico, como la insulina. «La perspectiva farmacológica no es muy simple, aunque no se puede descartar», corrobora el investigador. La vía más prometedora es a través de la dieta, para lo que habrá que determinar qué tipo de alimentos son los más adecuados para que el propio hígado potencie la hormona de forma natural. Los investigadores aún están analizando qué tipo de alimentos son los más beneficiosos, pero las primeras pruebas indican que son los que ya figuran entre los que se recomiendan habitualmente para una dieta sana. «Los ácidos grasos, como los poliinsaturados y Omega 3, que se encuentran en el pescado azul o en el aceite de oliva, parecen muy buenos activadores para la producción de la hormona», sentencia Francesc Villarroya.

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