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CAUSA ABIERTA

Cuidado: el gimnasio engorda

Cuidado: el gimnasio engorda

Año nuevo y lista de buenos propósitos en el bolsillo, entre ellos, hacer ejercicio. Sin embargo, según recientes investigaciones, para perder peso es fundamental reducir las calorías que ingerimos y no hacer deporte.  Comienza esa época cargada de buenas intenciones y mejores propósitos, en los que no puede faltar la cita con el gimnasio. Aerobic, spinning, step, pilates, quick boxing… Probablemente, se ha apuntado con entusiasmo a alguna de estas actividades con el fin de perder peso. Probablemente, ha desistido con la misma intensidad a la vista de los escasos resultados. Desde los años 80, cuando estalló la euforia por los gimnasios, hemos escuchado que hacer deporte adelgaza, pero, por alguna extraña razón, este axioma no se ha inventado para usted. No se sienta sola: según recientes investigaciones realizadas en Estados Unidos, hacer deporte no sólo no adelgaza, sino que puede engordar. Ya lo decía uno de los mayores expertos en obesidad en 1932: Russel Wilder, del Colegio Americano de Médicos, que afirmó que sus pacientes perdían más peso durmiendo en la cama que ejercitándose. En cambio, desde hace años nos machacan con aquello de que perder peso pasa por el tándem «dieta-ejercicio» y nos encontramos en casa esquina con un centro de fitness. ¿Por qué entonces la obesidad es la tercera causa de muerte en los países desarrollados?¿Por qué, según, previsiones del gobierno británico, el 90 por ciento de los niños tendrá sobrepeso o será obeso en 2050?
A nivel mundial, las cifras no son mucho más alentadoras: un 60 por ciento más de niños con esta enfermedad que hace veinte años, cifras del Instituto de Obesidad. No podemos pasar por alto que, aunque realicen más actividades deportivas que antes, el resto del tiempo se mueven menos: pasar una hora diaria más frente al televisor hizo engordar 100 calorías a niños de 11 años, explica un estudio del International Journal of Obesity, pero es que haciendo una hora de ejercicio extra consumieron 292.
La cultura de la cerveza
La razón hay que buscarla en el donut de recompensa o, lo que es lo mismo, en la teoría de compensación. Moverse nos abre el apetito, sea o no un acto psicológico. No hay que irse lejos ni limitar edades para darse cuenta. En España prolifera  la cultura de la cerveza y la tapa después del gimnasio, así que los resultados no son más alentadores. ¿Está el deporte sobrevalorado y lo verdaderamente importante es la dieta? Así es para la doctora Josefina Vicario, de las Clínicas Vicario de Medicina y Nutrición (www.vicarion.net). «Siempre es más importante la dieta, porque con el ejercicio no se pierde peso, se puede modelar el cuerpo, endurecer la musculatura e, incluso, desarrollarla, pero eso va a repercutir en la báscula con más peso». Para el entrenador personal Bernardino Lombao, más conocido como el artífice de los vistosos abdominales de José María Aznar durante el pasado verano, «somos lo que comemos, sí, pero influidos por el ejercicio. La clave está en evitar comer más calorías de las que gastamos. Está claro que si hago ejercicio, como más, pero no puedo alimentarme de bollos. Hay que encontrar el equilibrio entre carbohidratos, proteínas y grasas, que no son malas si se toman correctamente». 60-70, 25 y 10-15 por ciento, respectivamente, es lo que mandan los cánones. «En España no tenemos una cultura del deporte y engordamos porque no entrenamos. Ir al gimnasio dos o tres días a la semana no vale para nada: hacen falta cinco. Lo que pasa es que ni un 20 por ciento de los españoles hace bien ejercicio».
Bernardino tranquiliza  a quienes tienen  fobia a ejercitarse entre cuatro paredes y les anima a sustituirlo por correr en la calle o por un banco para realizar estiramientos, como, asegura, hace el ex presidente del gobierno. «Ya ni subimos escaleras, nos estamos quedando sin culo. De hecho se ha puesto de moda practicar una especie de canibalismo: no desayunamos pensando que así perderemos peso y lo que nos ocurre es que nuestro organismo comienza a tirar de proteínas y a comerse a sí mismo. El resultado es devastador entre numeroas mujeres que dicen ser deportistas, van al gimnasio dos días por semana y comen mal: se ven estupendas y, efectivamente, a menudo pierden peso, pero no tienen músculo, sólo pellejo».
La regla admitida al unísono por los nutricionistas actuales a nivel internacional habla de cinco comidas al día, pues si nos limitamos a tres, el organismo no pierde energía y sólo aprovecha la mitad. Un bollo industrial tiene de media 350 calorías, las mismas que se queman en media hora de ejercicio aeróbico moderado. ¿Y no será mejor pasar de largo por la pastelería e ir directamente a sentarnos al sillón? Estaremos entonces perjudicando la salud, más allá de los kilos.
Mar Mira, experta en nutrición de la Clínica Mira+Cueto (clinicamiracueto.com), explica a LA RAZÓN que bastaría un zumo de naranja para recuperar media hora de caminata. «Si hablamos de perder peso, por supuesto que es más importante la dieta que el deporte. El ejercicio físico consume calorías, pero es posible que éste sea el beneficio menos destacable». Además, la experta no está de acuerdo en que moverse estimule el apetito. «Existen estudios que demuestran que el ejercicio físico no da hambre, la sensación que se experimenta al terminar la actividad es de relajación y puro bienestar, ya que se liberan unas sustancias llamadas endorfinas que contribuyen a ello».
A largo plazo
Malas noticias para deportistas compulsivos: ejercitarse es una carrera de fondo. Cuenta Bernardino Lombao que la costumbre de ponerse el chándal y las zapatillas un par de días a la semana y sudarlo hasta la extenuación no tiene sentido, pues el deporte funciona a largo plazo.  Asimismo, Rosa Beltrán, entrenadora del Club Iradier de Barcelona (www.iradier.com) añade que «el cuerpo de Madonna no lo vamos a conseguir si pretendemos apuntarnos al gimnasio en diciembre y en primavera entrar en la talla de la artista, porque ella hace danza y ejercicio desde que era pequeña y obtiene los resultados a largo plazo. Para ella es como una inversión».
Otra cuestión es la de los beneficios económicos de la cultura del deporte, aparte de los de la industria alimentaria: está claro que vaciamos el bolsillo doblemente si comemos y, después, para compensar, nos inscribimos en el gimnasio. «El ejercicio se ha convertido en la burbuja económica del nuevo siglo», sentencia la doctora  Vicario.
Dieta rica en frutas y verduras
Esta tabla que les facilitamos, asesorada por Rosa Beltrán, entrenadora del Club Iradier, no es absoluta. «En realidad, depende del peso y de la edad de cada persona». Sin embargo, lanza numerosas pistas sobre por qué no adelgazamos si después de entrenar no compensamos con la alimentación adecuada. ¿Cómo nos debemos alimentar entonces? Con una dieta mediterránea, recetas ricas en frutas y verduras, así como con proteínas de alto valor fisiológico. «Tampoco hay que olvidar que debemos beber agua suficiente durante el día, al menos un litro y medio (lo cual nos ayuda a eliminar retención de líquidos y toxinas) y sería muy conveniente repartir nuestras comidas en cinco tomas, para no pasar tantas horas sin comer. Esta fórmula hace que nuestra tendencia a acumular grasa sea menor, ya que no existen picos altos de las hormonas que tienden a acumularla. También es importante que nuestras cenas sean más ricas en proteínas  (carne, pescado y huevos) y menos en hidratos de carbono (pan, pasta y arroz).  Además de mantener el peso a raya, envejeceremos más lentamente», explica la nutricionista Mar Mira. Por su parte, la doctora Vicario afirma que el ejercicio estimula el apetito. «No es algo psicológico. El deporte consume un nivel más alto de lo normal de glucosa y, al agotarla, el organismo echa mano del glucógeno del músculo de manera que da la señal al hipotálamo de la falta de glucosa, se genera sensación de hambre y se siente saciado si ingiere hidratos de carbono. El deporte aeróbico –puede servir un paseo de una hora a buen ritmo– es el idóneo para quemar la grasa que nos sobra, pero en cuanto  realizamos un esfuerzo muy alto, se produce el efecto rebote y nos provoca hambre.

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