¿Por qué las mujeres fingen los orgasmos?
Todos lo saben: siete de cada diez mujeres fingimos orgasmos. Lo curioso es que la mayoría de los hombres piensan que las que no hacen teatro en la cama son, justamente, sus mujeres. Ilusos.
¿Por qué lo hacemos? Esta parece ser la pregunta más tonta que cualquiera podría hacer. Y nosotras tenemos que reconocer, digamos lo que digamos, que nosotras, sobre todo las latinas, de liberadas no tenemos ni el forro. Tanto que se nos escurren los calzones de la vergüenza de sólo pensar en la cara que pondrían si les dijéramos qué nos gustaría hacer en la cama. Nos falta valor.
De ahí que muchas veces simplemente quedemos insatisfechas. En un mundo como este, ¿qué mujer se atreve a guiarlos sin correr el erosivo riesgo de que la tilden de fácil? Peor aún, que le caiga toda el agua sucia de la situación: "La culpa es tuya, tú eres la frígida". Mejor dicho: aparte de insatisfechas, ¿señaladas? El colmo.
No crean que todo eso se debe a la educación de nuestras sanas mamás, nada de eso: también hay una tendencia que parece unida a los genes y que nos obliga a gritar, a emitir gemidos, a movernos más de la cuenta, sólo para hacerles creer a nuestras parejas que ellos son unas fieras bajo las sábanas, así en ese momento nos genere más estímulo pensar en un telettubie.
¿Qué tiene que pasar para que ellos entiendan que sino tenemos orgasmos es porque no queremos? Hay días en que estamos molestas, indispuestas, cansadas o simplemente no se conjugan los astros. Como sea, hay días en que no se puede y punto. Más todavía, ¿hasta cuándo vamos a permitir que crean que si ellos tienen ganas, nosotras también? A veces accedemos sólo para evitar problemas, y eso a la larga le quita la gracia al aquello.
Entiendan: los queremos, los amamos, los deseamos, pero nadie como las mujeres conocen su propio cuerpo. Los señores ni son magos ni son adivinos, por eso deben aceptar que podemos guiarlos cuando estén obrando mal y entender que si les tomamos las manos o se las retiramos no es porque seamos unas cualquieras.
Bueno, a nosotras nos cabe la tarea de aprender a orientar. Si no lo hacemos, si no hablamos, si no pedimos, ellos creerán que todo lo hacen a las mil maravillas.
También hay que aprender a perder el miedo a decirles que no, cosa que ellos no pueden seguir interpretando como un rechazo. Maduren, ¿si?
A los señores diré que si no quieren que sus mujeres se conviertan en actrices en la cama, escúchenlas; tampoco se desesperen si mientras ustedes están en el punto máximo, ellas parecen estar leyendo una lista de impuestos. No pierdan de vista que ellas también lo hacen para complacerlos. Yo dejé de fingir desde que me di cuenta que él lo notaba, y que no se quejaba ni decía nada, también para complacerme. Hasta luego. (Informe El Tiempo)
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