La mentira se cuela en los medios de comunicación
Engañar a los medios de comunicación lo puede hacer hasta un niño. El pequeño Falcon Heene, de seis añitos, lo demostró hace dos semanas con el montaje orquestado por sus padres, de profesión actores: hicieron creer a todo EEUU que el pequeño volaba a la deriva en un globo aerostático, cuando en realidad se escondía en el altillo de su casa.
Intentaban promocionar en familia un 'reality show', y lo lograron gracias a una cobertura más hinchada que el propio globo, consiguiendo un alcance internacional (el 'Telediario' nocturno de La 1 dedicó al tema hasta cuatro conexiones en directo). "Si la CNN abre su informativo con eso, aunque fuera cierto, algo malo pasa. Al verlo en la tele española pensé que se repetía lo de las Torres Gemelas", señala Jordi Évole, 'el Follonero', director y presentador de Salvados, programa de La Sexta con callo a la hora de extender noticias falsas. "Queremos demostrar que el sistema tiene grietas, por la sobreinformación y el sensacionalismo", se defiende.
Cada vez tiene más competencia. Tele2 apañó el pasado lunes la 'caída' de un meteorito en Letonia. Cuando se disipó la humareda, quedó al descubierto que el impacto sólo fue mediático, en realidad, una campaña publicitaria. "En los últimos años, los informativos de televisión se han convertido en espacios en los que prima más el entretenimiento que la estricta información", advierte Carles Marín, profesor de Periodismo Informativo Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos.
Pero los Heene y compañía no fueron los primeros ni los últimos en aprovecharse de los tragaderos de muchos medios. Pocas horas antes que su mentira se convirtiera en noticia, unos cineastas desvelaban en el Reino Unido que, mediante confesiones anónimas, se habían dedicado durante meses a colocar exclusivas en los tabloides a cuál más rocambolesca: desde que a Amy Winehouse se le incendió el moño hasta que Guy Ritchie se lastimó un ojo por hacer malabares con la cubertería. La estrategia dio tanto de sí como para elaborar un documental, titulado 'Starsuckers'.
Internet también puede servir como autopista de la desinformación, tanto en temas del cotilleo como de nivel más elevado. Hace un mes, 'The Daily Manabzamin' y 'The New Nation', dos diarios de Bangladesh, dieron por buena una historia de la Red que ponía en entredicho aquello de 'un gran paso para la Humanidad'. Neil Armstrong reconocía que el aterrizaje en la Luna consistió en "un elaborado engaño". Las cabeceras asiáticas confiaron en la publicación digital norteamericana 'The Onion' como fuente. Desconocían que su cometido, satírico, no es otro que lanzar ingeniosos bulos.
"El papel de los editores: buscar información, filtrarla, contrastarla, editarla y publicarla era hasta hace poco una facultad exclusiva de los periodistas. Lo que ha provocado internet es que se multiplique el número de voces portadoras de información, pero a la vez ha hecho que se diluya la autoridad de los profesionales", resalta Marín. "No hay que olvidar que también puede servir para confirmar o desmentir. Cuando una actriz nuestra fingió haber ganado la lotería de Navidad, algo que salió en los informativos de todas las cadenas, fueron los foros los que alertaron de que era un montaje", recuerda 'El Follonero'.
Algunos medios están sufriendo los experimentos de otros que, con afán de protagonismo y la denuncia como bandera, hacen pasar las trolas por casos reales. El pasado mes, confluyeron dos casos en la misma semana. Un hombre se emparedó entre carteles que rezaban 'Fui infiel y éste es mi castigo', pero trabajaba para un programa radiofónico de la emisora de Washington Hot 99.5.
Casi a la vez, la cadena RTL subió a la Red un vídeo 'amateur' en el que un hombre calcado a Michael Jackson bajaba de una ambulancia. La filmación, realizada en Colonia (Alemania), contaba al cierre de esta edición con 1.490.000 visitas en YouTube, pese a que, cuando las imágenes empezaron a correr por las webs, el rey del pop estaba ya muerto.
La mentira tiene una larga trayectoria en los medios. Y los precedentes estremecen: en 1981 la periodista de 'The Washington Post' Janet Cooke ganó el Premio Pulitzer por el reportaje 'El mundo de Jimmy', sobre un niño de ocho años adicto a la heroína que nunca existió. Tan escandalosa fue, en 2003, la investigación de 'The New York Time's a Jayson Blair, otro periodista de escasos escrúpulos e imaginación desbordante.
Para los anales queda la noticia 'Microsoft puja por la compra de la Iglesia católica', adjudicada en 1994 a Associated Press. Aún se desconoce quién lanzó este bulo, el primero en convertirse en global gracias a internet, pero su avispado autor ha creado escuela entre los pillos, una incómoda china en los zapatos de los medios de la nueva sociedad de la información. (El Mundo)
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