Colombia indignada por torturas y humillaciones sufridas por rehenes de guerrilleros
Tras conocer las pruebas de supervivencia, quedan dos grandes inquietudes: la humillación a la que son sometidos y lo que puede pasar con las negociaciones para un eventual intercambio humanitario. Los comandantes de las Fuerzas Militares y del Ejército entregaron los videos de 10 militares y policías secuestrados, que decomisaron a un presunto mensajero de las Farc.
La pruebas de supervivencia de 10 de los uniformados que siguen en poder de las Farc, incautadas por las Fuerzas Militares el pasado sábado a un presunto emisario del grupo guerrillero, dejaron dos grandes inquietudes: la humillación a la que son sometidos los secuestrados, y lo que puede pasar con las negociaciones para un eventual intercambio humanitario.
Las pruebas fueron retenidas a un hombre que venía de Villavicencio, y que aseguró que no sabía lo que contenía la USB en la que estaban los videos. Por irregularidades en la captura, una juez de control de garantías ordenó ayer su libertad, pero la Fiscalía tramita su recaptura (ver Un informante llamó para alertar sobre el emisario).
El hecho es que el país en general quedó indignado por las cadenas al cuello que llevaban los uniformados y por el semblante demacrado y débil que mostraron casi todos.
El comandante de la Fuerzas Militares, general Freddy Padilla, dijo ayer al entregar las pruebas de supervivencia que estas evidencian un trato "cruel y denigrante" a los militares y policías. De algunos no se conocía nada desde el 2003.
Algunos familiares quedaron abatidos por el estado de los uniformados, pues se vieron más mal que otros secuestrados en anteriores pruebas de vida.
En medio de la tristeza, manifestaron la otra gran preocupación: presienten que la incautación de las pruebas antes de que llegaran a la senadora Piedad Córdoba, delegada por las Farc para entregarlas, endurecerá mucho más al grupo guerrillero en medio del pulso por el intercambio humanitario.
La semana pasada, cuando entregó pruebas de vida de nueve uniformados, la congresista advirtió que no podía entregarlas todas porque la inteligencia del Estado hacía seguimientos.
En noviembre del 2007, el Ejército y el CTI detuvieron a otros tres emisarios (Humberto Montaño, Cindy Tumay y Brigitte Adriana Vega) en el suroccidente de Bogotá, con documentos, fotografías y cartas de Íngrid Betancourt, los tres contratistas norteamericanos y soldados y policías.
"Cada vez que pasa algo así se alarga la crisis humanitaria", dijo ayer Marleny Orjuela, presidenta de Asfamipaz (que agrupa a los familiares de policías y militares secuestrados).
También el director del semanario Voz, Carlos Lozano, enfatizó que se trata de un "golpe de mano a la confianza entre las partes" y les hizo un llamado a las Farc para que no tomen decisiones que afecten a los secuestrados. Pero también pidió "urgentemente" que "el Gobierno no asuma las pruebas de supervivencia como un botín de guerra".
Hasta ahora, el presidente Álvaro Uribe no ha aceptado una reunión con la senadora Córdoba y Colombianos por la Paz para discutir las reglas de juego de lo que sería un intercambio de secuestrados por guerrilleros presos. Exige la liberación de todos los plagiados.
Si bien a la congresista se le acusa de hacer protagonismo político con las pruebas de vida, la esperanza de unos posibles diálogos entre el Gobierno y las Farc están puestas en Colombianos por la Paz, organización de civiles encabezados por ella, que trabaja por una salida negociada al conflicto.
Quizás la diferencia más notoria entre las pruebas de supervivencia de los 10 policías y militares conocidas ayer y las de 9 uniformados entregadas la semana pasada, es que los secuestrados del primer grupo aparecen todos con cadenas y candados en el cuello.
Pero, además, se ven más demacrados. Por ejemplo, llaman la atención la extremada delgadez del intendente Wilson Rojas, o el cansancio en el rostro del sargento José Forero, así como la incoherencia en el mensaje
del sargento de la Policía Jorge Trujillo Solar. Su propia familia dijo estar preocupada porque no habló de su hija y por varios momentos se quedó en silencio y con la mirada perdida.
¿El jefe guerrillero que los tiene a cargo les da peor trato? ¿Están en una zona de mayor presión militar? ¿Habrán intentado huir y los mantienen encadenados? Estas y otra preguntas quedaron en el aire tras ver a los secuestrados. (El Tiempo)
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