En su hogar en la campiña de Baviera, en Alemania, Brigitta Jacob-Engelken me muestra fotos de su infancia.
Una de las fotografías es sorprendente. Es ella en un cochecito.
Nada hay de especial a primera vista... hasta que te enteras de la procedencia del coche: un regalo de la amante de Adolfo Hitler.
"Mi madre lo recibió de Eva Braun", me dice Brigitta. "Y también ropa".
La razón de estos regalos es que el padre de Brigitta, Rochus Misch, era parte del círculo íntimo de Hitler al trabajar en la unidad de las SS encargada de la seguridad del Führer en los puestos de guardaespaldas, mensajero y operador telefónico.
Él se encontraba en el búnker donde Hitler se suicidó.
Brigitta sólo posee una fotografía de su padre cargándola cuando ella era una bebé. Abruptamente, el rostro de él desaparece de los álbumes familiares.
Esto se debió a que al escapar del búnker fue capturado por el Ejército Rojo. Junto con otros cientos de miles de prisioneros de guerra alemanes fue enviado a los gulags soviéticos.
"Fui una niña sin padre", recuerda Brigitta. "Yo sabía que tenía padre y que estaba preso. Pero había muchos otros niños cuyos padres también estaban presos e iban volviendo poco a poco".
De vuelta
Brigitta recuerda cómo la radio emitía listas de prisioneros que habían sido liberados en Rusia y se encontraban en el camino de regreso. Su madre solía sentarse en las noches a escuchar si se mencionaba el nombre de Rochus.
"Su nombre nunca se mencionaba y mi madre lloraba".
Entonces, en la Noche Vieja de 1953, un taxi se paró frente a la puerta de su casa. Tocaron el timbre.
"Mi abuela abrió la puerta y comenzó a llorar. ’Rochus ha vuelto".
Nos levantamos de un tirón y fuimos hacia la puerta. Recuerdo que salté a sus brazos. Al principio fue feliz porque sentía que mi familia estaba completa. Fue algo muy emocional.
"Me decepcionó que él no vistiera una de esas chaquetas soviéticas que veía en las películas. Él llevaba traje y abrigo y sombrero normales como se usaba en la época.
"Cuando abrió su maleta comencé a buscar monedas rusas. Yo buscaba rastros de Rusia. No podía entender que él se sintiera feliz de no tener ese tipo de monedas en su maleta".
Raíces judías
La alegría inicial de tener a su padre de vuelta pronto se evaporó.
Padre e hija parecían tener poco en común. Discutían. Luego, la abuela materna de Brigitta reveló un secreto sorprendente: la madre de Brigitta era judía.
"Mi abuela me dijo: ’Creo que es bueno mantener las raíces. Pero no se lo digas a tu madre. Ella no quiere saber nada de eso".
Misch se negó a aceptar el origen de su esposa.
"Todavía dice: ’No, no voy a creerlo’. Pero yo lo sé por mi abuelita".
Brigitta aprendió hebreo y pasó un tiempo en un kibbutz en Israel. De regreso en Alemania hizo carrera como arquitecta, y entre sus proyectos figuró la restauración de sinagogas.
Su padre tiene ahora 92 años. Vive en Berlín, a 800 kilómetros de ella. Durante mucho tiempo él mantuvo silencio sobre su pasado.
Ahora habla abiertamente sobre los cinco años que pasó en el séquito de Hitler trabajando para "el jefe".
"No culpo a mi padre del trabajo que hizo porque fue inofensivo", expresa Brigitta.
"Lo que no entiendo es que no muestre señales de que se distancia (de su pasado). La reflexión posterior. Eso es lo que extraño. Su reflexión crítica".
Sin embargo, Brigitta estima que las historias de su padre sobre el búnker tienen una utilidad.
"Creo que tiene algún valor poder escuchar cómo era el círculo íntimo de Hitler. Y estar seguros de que Hitler murió. Mi padre es alguien que puede decir: ’Yo lo vi muerto". (BBC)
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