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CAUSA ABIERTA

La historia de un colombiano que por amor a sus perros se fue a vivir con ellos en un parque

La historia de un colombiano que por amor a sus perros se fue a vivir con ellos en un parque

La orden de la administradora del edificio 'Chili', una construcción ubicada en el estrato 6 de Barranquilla, fue terminante: "5 días para que saque esos animales de aquí o le pongo una multa". Por el tono firme y concluyente de la voz de la dama, a Álvaro Quevedo Moreno le quedó claro que no tendría más concesiones ni esperas. 'Kira', su perra Pitt bull de dos años y medio, mas los cuatro cachorros que había parido recientemente, eran mal vistos en esa comunidad, y tenía que llevárselos en la mayor brevedad posible. Entre otras cosas, porque si se cumplía el término perentorio de los cinco días con los que lo sentenció la mujer, le iba a faltar el dinero para pagar la multa. No tuvo más opción que agarrar sus cinco mascotas y buscar donde pasar la noche. Como cualquier familia de desplazados lió sus bártulos y se dirigió al parque Villa Tívoli, a cuatro cuadras del 'Chili'. Allí abrió dos carpas: una para guarecerse él y otra para proteger a los perros. Desde entonces (hace 45 días), el parque se ha convertido en el nuevo hogar de Quevedo, el sitio donde vive y duerme casi a la intemperie, rodeado de la sombra generosa que durante el día ofrecen tres árboles de uva playera. Atrás dejó el confortable apartamento 402 con una cama mullida y su refrescante aire acondicionado, donde siempre ha residido junto a su señora madre. "Aquí la paso bien, descanso en una hamaca que cuelgo debajo de la carpa, a un ladito de la de los perros. Ellos son como mis hijos, y un buen padre jamás los abandona, me someto a esto por el amor que les tengo", afirma. Reconoce que se encuentra en esta situación porque estaba violando el manual de convivencia del edificio, que solo permite un perro por apartamento. "Como tenía cinco me apartaba de la normatividad, soy consciente de ello, también de que los perros pequeños creaban algún malestar entre los vecinos. Por eso no le guardo rencor a la administradora, además, vivo contento en el parque, al aire libre, y sin separarme de mis animales", sostiene. Como toda familia desplazada la de Quevedo también sufrió su tragedia perruna, tres días después de irse a vivir al parque un automóvil le causó la muerte a 'Sila', una de las hijas de 'Kira'. "Me descuidé al atravesar la calle y pasó el accidente, fue todo un drama", recuerda. Alberto Quevedo cuenta 50 años, nació en Bogotá y desde muy niño su familia lo trajo a vivir a Barranquilla. En los círculos musicales de la ciudad le reconocen sus habilidades como percusionista, pero dice que abandonó tumbadoras y bongoes para cortar con la droga, adicción a la que estuvo atado por varios años "debido a ese mundo de rumba y bohemia que rodea a los músicos", subraya. Actualmente, se gana la vida como adiestrador canino, oficio que aprendió hace 30 años de un tío oficial del Ejército. "Tengo contactos con varias veterinarias que me envían los clientes. Trabajo en rehabilitación de perros agresivos, temerosos y desobedientes", comenta. Igualmente, enseña los tradicionales 'saludos de mano', caminado en gateo, hacerse el muerto, saltar obstáculos, buscar objetos, entre otras instrucciones. El secreto de su actividad lo resume en el buen trato al animal, nada de golpes, insultos o castigos, y desmitifica la suposición generalizada que ha estigmatizado la raza Pitt bull como agresiva, e incluso, asesina. "La violencia en el animal la origina la crianza que le da el dueño, más nada", sentencia. 'Kira' y sus crías, 'Hotsu', 'Lía' y 'Clay', hacen parte del 'equipo laboral' de Quevedo. La perra, especialmente, lo ayuda en su trabajo de adiestrador. "Los perros actúan por pura observación, creen que todo es un juego, 'Kira' sabe muchas cosas y los otros la imitan", sostiene. Su rutina en el parque comienza a las 4 de la mañana. Asea el sitio donde duerme con los perros y sale a sus clases de adiestramiento. Regresa al mediodía a darles de comer. Luego visita a su madre en el apartamento, come algo y se cambia de ropa. A las 3 de la tarde está de nuevo en el parque, dedicado a las crías de 'Kira'. Con los tres cachorros, Alberto Quevedo realiza un entrenamiento especial con el que busca crear unos ejemplares de rendimiento rural, que además de guardianes ayuden a arrear ganado, en labores de caza, a arrastrar objetos y sacar elementos del agua. Por estos días este 'rolo-currambero' causa sensación y curiosidad en los vecinos de VillaTívoli, que lo ven con extrañeza viviendo en un cambuche hablándoles a cuatro perros. (El Tiempo) 

 

 

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