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CAUSA ABIERTA

Una Larga Mentira

Una Larga Mentira

Escribe Melitón González

La relectura de una nota periodística referida al “día del patrimonio” en el año 2007 y el planteo de la imaginería de dicha celebración centrado en el recuerdo de tres figuras señeras de la colectividad negra, Martha Gularte, Lagrima Ríos, Rosa Luna, me ha llevado a reflexionar y plantearme la “verdad” de nuestra posición frente al negro, y el real lugar de este dentro de nuestro entramado social, por encima de estos “homenajes recordatorios “ póstumos, de cómoda descarga emotiva en una hipócrita posición que quiere ignorar la realidad.
Tenemos que reconocer, ante todo, que somos una sociedad racista y limitante.
Desde los orígenes de la nacionalidad, el negro ha sido un marginado, casi un ciudadano de segunda.
En la Colonia, nunca pasó de la cocina a la sala, como no fuera para llevar un mate, no nos engañemos con el permiso de usar el apellido de sus amos, que era una concesión que llevaba implícita la idea de propiedad. Recordemos también cuando solo podían “alegrarse” con permiso y fuera de los limites de las murallas, donde no molestaran con sus “danzas primitivas y atabaques” como consigna el cronista colonial.
.Siempre pesaron sobre su realidad social teorías como las de Gobineau y su famoso, “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”, con sus epílogos Paesche, Walkman, Chamberlain, y otros de los posteriores inspiradores del nazismo, con su fundamentación de una dominante raza blanca “aria” destinada al dominio de los demás hombres, marcados por su color.
Más atrás aun tenemos la argumentación teológica, de la razón de la esclavitud del negro que sostenía el Padre de las Casas, que para salvar al indio al cual le reconocía un alma, al considerar que el negro no la tenia pasaba a ser un “objeto” que podía ser comprado y vendido mas allá de su condición humana negada.
Llegada la abolición y en los finales del siglo XlX y principio del XX, el “paternalismo” condescendiente frente a una realidad humana ya innegable, llevo a crear una imagen cómoda de infantilismo pintoresco de conventillo y tamboril, manteniéndolo al margen de las reales oportunidades de un país en formación.
En lo que respecta a una supuesta “cultura negra” ancestral, esta no existió. Si el esclavo a mas de su sentido rítmico, hubiera traído un bagaje cultural de origen este, aun deformado y mimetizado hubiera sido la base de la cual partir hacia un conceptual y real esquema socio-cultural con una clara marca personalizada, que hoy no tiene.
Se le ha fabricado al negro una imagen lúdica expresada totalmente por creadores blancos. Basta mirar a los que han “traducido” la imagen del negro como lo fueron y son entre otros más o menos notables: Figari, Pereda Valdez, Andrés Castillo, Lamarque Pons, Páez Vilaró, etc. Para ver que muestran del negro no lo profundo de la raza sino, la visión de un pintoresquismo superficial, salvo excepciones como en el caso de Vidart o Ayestarán en una búsqueda conceptual.
No podemos dejar de anotar que en 150 años de institucionalidad, no hay un solo pintor, autor, músico, escritor negro que se destaque dentro de lo que podemos llamar expresiones culturales no populares.
Creo que ha llegado la hora de madurar los conceptos y de que dejemos al negro que sea negro, que se interprete a si mismo y que ocupe el lugar, que por justicia e históricamente le pertenece.
Que aparezca ese potencialmente enorme ser humano que hay latiendo más allá del “borocotó-chás-chás”.
Le diríamos que no quiera ser blanco, que sea negro con el orgullo de serlo y que no cometa el error de querer encerrarse en un “gheto” racial, en el que nunca, al contrario de otras realidades americanas estuvieron.
Su guía no podrá nunca ser un W. Witman, sino preclaros poetas negros como L. Hugues o un N. Guillen.
Terminando, creo que el mejor homenaje que podemos hacerle al negro y sus personajes míticos (los que hoy nos ocupan, son un claro ejemplo de lo que expusiéramos, la historia de su origen, sus luchas, y su marginalidad), insisto que lo que les debemos es el homenaje de nuestro respeto y el hacerles sentir que no tienen que luchar buscando ser iguales, sino que ya lo son, partiendo de su invalorable condición humana, sin precisar de decretos legales ni preceptos.
Todos juntos debemos concretar el “sueño” de Luthero King y caminar hacia el futuro abrazados.
Menos homenajes y más comprensión.

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