La princesa europea que cabalga por los campos uruguayos ya está en el cine
La vida de Laetitia D`arenberg es también la historia de lo que no quiso ser. Nacida en El Líbano y criada en la cuna de una familia noble de Francia, la princesa pudo disfrutar de placeres aristócratas, casarse con un conde y vivir hoy -a los mismos 68 años- en algún palacete europeo. Pero no, esta noble rebelde llegó a Uruguay con su familia en 1951, fue a una escuela pública, se separó en los `70 del duque austríaco Leopold III von Habsburg-Lothringen, a quien lo unía la presión familiar y luego, construyó su vida en este país; "mi casa", como ella misma lo define. La contradicción asombró tanto a los directores franceses Geneviève Yver y Pierre Meynardier que durante varios años insistieron a Laetitia para llevar su historia a la pantalla grande. Finalmente, ella aceptó y el resultado es el documental La princesa gaucha, que se exhibió estos días en el festival de cine de Punta del Este, el 13 de mayo se presenta en MovieCenter y el 21 con otra función a beneficio del Hospital Maciel. El film fue declarado de interés turístico por el Ministerio y se exhibirá en Europa en los próximos meses. Por acá, Laetitia armará una "gira" con la película por decenas de parajes del Interior y todo lo recaudado irá a beneficio de Renacer, centro de recuperación de adictos que la princesa apoya desde hace 10 años. La cinta se rodó en 15 días a fines del año pasado y muestra a una Laettia que va relatando su vida en una perfecto francés. Y en sus espacios: en Las Rosas, su estancia y su casa, en Lapataia, el tambo que adquirió hace dos años y en la mansión de Carrasco. Pero también aparece en una de sus periódicas visitas a la cárcel de mujeres, al Comcar, al refugio para animales abandonados y a Renacer. Allí, ella alienta a los jóvenes a dejar la adicción. Habla con propiedad: Laetitia fue alcohólica y confiesa que en el último año, con la muerte de su hermano Rodrigo y el grave accidente de su hijo Guntram, estuvo a punto de retomar el vicio. "En esos días horribles, con mi hijo en el CTI, me puse a mirar una botella de cerveza. ¿Y si la tomo? Pero me contuve, porque yo sé que una cerveza, para mí, son dos y tres y no paro más", asegura en entrevista para Sábado Show. Ocurre que la vida de Laetitia es también una historia de extremos. "Nunca conocí el gris; todo ha sido una alegría inmensa o algo tan desastroso que no lo puedo creer. Jamás pasaron cosas más o menos. Pero en el balance fui una mujer feliz", resume.
-Viéndola en el film, ¿viviría la misma vida?
-Sí. Solamente hubiera querido tener otra relación con mi hermano al final de su vida. Éramos tan compañeros, pero en los últimos 20 años decidió, de un día para el otro, no hablarme más. Quiso verme antes de morir, pero no llegamos a tiempo. Y lo que se fue, se fue.
-Poco tiempo después, su hijo se accidentó, ¿cómo está él?
-Bien. Está en Estados Unidos, luchando para volver a ser el de antes. Para él, un gran deportista, es muy duro encontrarse limitado. Pero lo está tomando como una enseñanza de que la vida tiene límites.
-¿Cómo se sintió al ver la película por primera vez?
-Muy rara. Soy yo, allí está mi vida. Pero al mismo tiempo como que siento que le falta algo para que te pegue encima y yo diga: esto es lo que quería decir. No sé cómo explicarlo... El mensaje para la gente es que soy una persona de carne y hueso, que me río y lloro tanto como ellos. Y que el que quiere, puede. Porque yo pagué un costo altísimo al dar un portazo en mi casa, separarme y volver a Uruguay a construir aquí mi vida. Esto es lo que quiero decir en la película y lo hago, pero a veces siento como que falta algo... ojalá me equivoque.
-¿Cómo fue el proceso?
-Hace unos cuatro años, me propusieron hacer este documental. Yo dudaba y ellos insistían. Hasta que les dije que sí y lo hicimos. Trajeron un guión, que no acepté. `Esta no soy yo. Quedará más lindo, pero déjenme decir lo que yo soy`. Y así fue. Dije lo que quise y me preguntaron lo que quisieron, también.
-¿Usted se siente uruguaya?
-Mi corazón es uruguayo, amo mucho estas tierras. Me enojo mucho con este país, por la indolencia que tienen, viven como hace 50 años atrás, con ideas que no existen más. No quieren abrir sus mentes y mirar al frente. Pero estoy segura de que un día esto cambiará y Uruguay encontrará la ruta para ser un pequeño gran país. Por ejemplo, estoy totalmente en contra de eso que hacen muchos uruguayos que es ayudar porque sí, dar sin esperar nada a cambio. Hay que dar para enseñar, para apoyar. Para muchos, es muy fácil estirar la mano y pedir y para los otros, los que tenemos algo de riqueza, sería muy sencillo también dar y seguir de largo y olvidarnos. Así no se hace.
-¿Qué espera de esta película?
-No sé qué pasará, si gustará o no. La vamos a exhibir por todo el país, en sitios donde ni siquiera hay cine y a beneficio de Renacer. No voy a ganar ni un peso con esto. Tengo que agradecer al padre Gustavo Larrique, al ministro Lescano, que la declaró de interés turístico, a Álvaro Marchand y a MovieCenter que la va a exhibir el 21 de mayo a beneficio del Maciel (entradas: 710 95 66) y a Carolina Viola, que dirige todo el proyecto. En cuanto a la gente, lo único que me interesa es que pueda aportar algo a esos que están un poco perdidos y sienten que no hay futuro, que siempre hay una salida. (Publicado en revista del diario El País)
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