Los hombres son más conciliadores en el deporte; señalan investigadores
Hemos visto cientos de partidos de tenis a cara de perro. Por ejemplo de Federer y Djokovic, tres o cuatro horas de lucha tensa, con sus protestas al árbitro en algunos momentos, en medio de abucheos y ovaciones que llegan desde la grada.
Pero acaba el partido, y vencedor y perdedor, sea el que sea cada cual, se dan la mano o se abrazan, el ganador pasa su brazo por el hombro del derrotado, intercambian unas palabras de consuelo y felicitación y aquí no ha pasado nada.
Como diciendo: hemos competido, nos hemos zurrado la badana, hemos hecho nuestro trabajo y ahora a otra cosa. En cambio, los partidos entre mujeres, salvo excepciones, suelen acabar con un frío apretón de manos, sin apenas mirarse a la cara. Lo cierto es que esta percepción que cualquiera que siga el deporte ha podido constatar tiene un fundamento científico.
Según un estudio de la Universidad de Harvard, ellos son más agresivos que ellas en la competición, pero cuando acaba la contienda dedican más tiempo a mantener un contacto físico apaciguador, como dar una palmada en la espalda o pasar el brazo por el hombro.
Es como si los hombres, a pesar de ser más competitivos y agresivos, fueran mejores que las mujeres en la resolución de conflictos.
El deporte no es ajeno a los conflictos entre grupos o individuos que se dan en todas las sociedades humanas y, aunque debe estar regido por el fair play, se producen tensiones que van más allá del espíritu deportivo.
Los investigadores de la Universidad de Harvard, liderados por Joyce Benenson, autora del estudio, han tratado de averiguar las diferencias por género a la hora de rebajar la crispación que se produce en la competición.
Para ello, han visto y analizado el final de partidos o combates de alto nivel entre jugadores de 44 países en tenis, bádminton, tenis de mesa y boxeo, y han estudiado el nivel de acercamiento entre los contendientes una vez acabado el juego.
Sus conclusiones, publicadas en Current Biology, revelan que los hombres mantienen más contacto con sus rivales tras la competición, quizá para mantener abierta la puerta a una cooperación mutua en el futuro. Los investigadores creen que aunque la agresividad es mayor entre los hombres, estos son más propensos a cooperar en grupos grandes que las mujeres.
Lo que las imágenes de televisión mostraban es que todos los deportistas, de uno u otro sexo, estrechaban sus manos al final del partido como signo de respeto y juego limpio, y que no muchos de ellos añadían gestos adicionales de afecto, como unas palmadas en la espalda.
Pero cuando esto ocurría, los protagonistas eran los hombres en mayor medida que las mujeres. Por ejemplo, un 42,5% de los tenistas masculinos tocaron el cuerpo de su rival, mientras que solo el 12,5% de las mujeres lo hizo. Según los investigadores, esta diferencia se debe a los distintos roles asignados tradicionalmente a hombres y mujeres.
Mark van Vugt, investigador del Instituto de Antropología Evolutiva y Cognitiva de la Universidad de Oxford, planteó la llamada paradoja del macho guerrero, según la cual los hombres originan la mayoría de los conflictos impulsados por la competencia por las hembras, pero resuelven antes sus resentimientos con el fin de trabajar juntos contra cualquier potencial amenaza venida del exterior.
En las sociedades de chimpancés, los machos están continuamente peleando y envueltos en conflictos agresivos entre ellos, pero también son más propensos que las hembras a la reconciliación para poder establecer una cooperación futura contra posibles enemigos del grupo.
Para Benenson, la estructura social humana se parece a la de los chimpancés, donde los machos cooperan y participan en grupos masculinos, mientras que las hembras se centran más en los miembros de su familia.
Esta hipótesis podría extenderse más allá del ámbito deportivo. Algunos antropólogos apuntan que las mujeres, en general, podrían tener más dificultades para resolver conflictos con sus compañeros de trabajo, amigos o familiares.
Revista Muy Interesante
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