Blogia
CAUSA ABIERTA

Descubren en Alaska una nueva especie de ballena

Descubren en Alaska una nueva especie de ballena

Como toda historia de misterio que se precie, esta comenzó con un cadáver, pero este cuerpo en cuestión medía aproximadamente 7,3 metros de largo.

Los restos aparecieron varados en la orilla en junio de 2014, en la comunidad de la isla Saint-George, parte de las islas Pribilof (Alaska), un pequeño oasis de rocas y hierba en medio del mar de Bering.

Un joven profesor de biología encontró el cadáver del cetáceo parcialmente enterrado en la arena, en una playa desolada y azotada por el viento. Alertó de su hallazgo a una ex especialista en focas que, al principio, presumió de saber qué era lo que habían encontrado: un zifio de Baird, una enorme criatura gris que vive en las profundidades y cuyo cuerpo es arrastrado por la marea hacia la orilla cuando muere.

Sin embargo, un análisis más minucioso realizado posteriormente reveló que la carne de este animal era demasiado oscura y que la aleta dorsal era demasiado grande y flexible. El animal era demasiado pequeño para ser un adulto, pero sus dientes estaban desgastados y amarillentos por la edad.

Resulta que, según un nuevo trabajo de investigación publicado recientemente, este no era un zifio de Baird, sino una nueva especie: un cetáceo más pequeño, negro y con forma extraña al que los pescadores japoneses llaman karasu o “cuervo”.

“No sabemos cuántos hay o dónde se pueden encontrar normalmente, no sabemos nada”, explica Phillip Morin, genetista molecular en el Centro Sudoeste de Ciencia Pesquera estadounidense de la NOAA ( National Oceanic and Atmospheric Administration). “Pero vamos a empezar a investigarlo”.

Es muy extraño descubrir una nueva especie de ballena. Los avances en la investigación del ADN han ayudado a los científicos a identificar cinco nuevos cetáceos en los últimos 15 años, pero dos de ellos eran delfines, y la mayoría eran simples divisiones de categorías entre especies bastante similares. Este animal, del género Berardius, es mucho más diferente respecto a su pariente más próximo y habita un área del Pacífico norte en la que se ha llevado a cabo una gran parte de la investigación sobre mamíferos marinos durante décadas.

“Es un hallazgo muy importante”, afirma el co-autor del estudio, Paul Wade, del Laboratorio Nacional de Mamíferos Marinos de la NOAA. “Si lo piensas, en tierra, el descubrimiento de nuevas especies de grandes mamíferos es algo excepcional. Simplemente, no es algo que ocurra a menudo. Es un hecho destacable”.

Morin y su equipo examinaron el cadáver hallado en Saint-George, tomaron muestras de polvo de huesos de antiguos especímenes de museos y revisaron los análisis de ADN de ballenas del mar de Ojotsk. También estudiaron las calaveras y los hocicos y analizaron los registros de las flotas balleneras japonesas. Incluso siguieron la pista de un esqueleto que colgaba del techo del gimnasio de un instituto en las islas Aleutianas.

La conclusión de los científicos, publicada en Marine Mammal Science, es que este tipo de ballena, que todavía no tiene nombre, está tan lejos genéticamente del zifio de Baird del hemisferio norte como lo está de su pariente más cercano, el zifio de Arnoux, que vive en el océano Antártico. Las diferencias, de hecho, son tan grandes que el animal tiene que pertenecer a otra especie completamente diferente, según los expertos.

Pero no está solo en su entusiasmo. Robert Pitman forma parte de un comité taxonómico para la Sociedad de Mastozoología Marina, que publica anualmente una lista de especies de mamíferos marinos reconocidos. Pitman no se encuentra entre los 16 co-autores del estudio de Morin. Sin embargo, en un momento en el que la diversidad de los mamíferos marinos es cada vez menor –el delfín del río Yangtsé se encuentra funcionalmente extinto y la vaquita marina se encuentra al borde de la desaparición en México–, Pitman está de acuerdo en que el descubrimiento es “alentador”.

“Me quedo pasmado solo de pensar en que una ballena tan enorme y de apariencia tan diferente haya pasado desapercibida para la comunidad científica durante tanto tiempo”, afirma Pitman. “Manda un mensaje muy claro sobre lo poco que sabemos acerca de qué habita los océanos que nos rodean”.
National Geographic

0 comentarios