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CAUSA ABIERTA

Charla descarnada con Mariana Mota en el Oro del Rhin

Charla descarnada con Mariana Mota en el Oro del Rhin

La cafetería Oro del Rhin de la Plaza Libertad está llena de gente. Son las tres de la tarde y se siente chocar la cerámica de las tazas contra los platos. Por la puerta veo entrar a la jueza Mariana Mota, con su cuerpo flaco y un andar tranquilo. Nos saludamos y se sienta en la mesa. Pide un cortado y yo un descafeinado. Prendo el grabador. Lo apago recién a los 50 minutos.

Su infancia, la pérdida de su padre y la elección del Derecho

Mariana Mota nació en Colonia, vivió sus primeros años en Montevideo y luego se fue a Paysandú. Creció con sus padres y sus dos hermanos mayores y cursó la escuela y el liceo públicos allá en Paysandú.

    Me vine (a Montevideo) a los 18 años a estudiar en facultad y después de terminar la carrera me fui a Paysandú un año, después entré a trabajar en el Poder Judicial.

Su mamá era profesora de dibujo y su papá trabajaba en el campo. Cuando Mariana entró a la facultad, su papá falleció de cáncer.

    Era la etapa cuando uno deja de ser oposicionista de los padres y empieza a tener diálogo. Empecé a tener ese vínculo de adultos y la verdad es que lo sentí, lo sentimos todos. Se siente un bache en la vida.

    Mi mamá quedó sola porque tengo un hermano mayor que es agrónomo y otro que es ingeniero en computación. Cada uno estudiaba y bueno… fue un poco duro, pero la vida te endurece para muchas cosas.

¿Por qué elegiste la Facultad de Derecho?

    Siempre en el liceo me decían que era la defensora de pleitos perdidos, salía siempre a reclamar lo que le pasaba a otro, a ver por qué pasaba y a enojarme con las injusticias. Después en facultad me empezó a gustar más, no tanto defender, sino ver qué fue lo que pasó, investigar, saber la verdad concretamente. No tanto defender una posición sino ver cómo fueron los hechos y ver quién tiene razón. Entonces me marcó mucho más la posición de juez.

    Había cosas que sabía que no me gustaban. Por ejemplo, el derecho comercial. Incluso trabajé antes de recibirme en un estudio jurídico y después tenía posibilidades de quedarme trabajando ahí pero no me gustaba la opción de trabajar ahí. Eso no me interesaba. Después me empezó a gustar mucho más el derecho penal.

¿Eras estudiosa? ¿Te recibiste rápido?

    Me gustaba mucho el gremio, intervenir en las asambleas y me fui haciendo un poco de cada cosa. No era una come libros, estudiaba pero también me gustaba trabajar en temas gremiales. Entonces, no lo hice en el tiempo récord que pauta la facultad.

¿Cómo empezaste a trabajar en causas de dictadura?

    Cuando me trasladan a Montevideo yo estaba en Ciudad de la Costa y entro a un juzgado donde ya había causas de derechos humanos. La única que estaba activa era en la que se estaba enjuiciando a Bordaberry. Después había otras pero que estaban paralizadas.

    Yo continúo la causa de Bordaberry, llego a la sentencia, ahí hay una calificación de delitos de lesa humanidad, yo lo considero como delito de lesa humanidad y califico como desaparición forzada, y eso se ve que abre determinada ventana a otras personas para empezar a movilizar otras causas.

    Se termina ese caso de Bordaberry con sentencia de condena y reactivo las otras causas que estaban paradas.

¿Cómo viviste internamente ese proceso?

    Fue un proceso interno complicadito. Más allá de que como juez tenés claro que todos somos justiciables, o sea, todos podemos pasar por un juzgado por ‘x’ razón. Hay determinados personajes que te impactan un poco más por cualquier razón. A veces por una notoriedad inmediata anterior, o puede ser por cercanía o por otro tipo de notoriedad.

    En este caso, la figura de Bordaberry como expresidente pesaba. Uno lo piensa y dice: toda la relevancia que tuvo en determinada época de la historia del Uruguay y que estuviera en mis manos tener que resolver sobre su destino, más allá de que había sido procesado, es una procesión que tenés que hacer. Y la hacés pero te lleva un tiempito. Hasta que llegás a decir que es un justiciable como cualquier  otro.

¿Consultabas con otros colegas o les pedías opinión?

    El trabajo del juez es muy solitario. A veces podés intercambiar alguna idea jurídica con algún colega pero en mi caso se da bien poco. No es porque no quiera sino porque a veces no se dan las circunstancias. En este caso era difícil porque no había otro caso igual. Es muy solitario, realmente no tenés manera de intercambiar con nadie.

¿Cómo fue el momento en que llegaste a la sentencia?

    El fallo lo viví como una conclusión lógica de todo un razonamiento que había hecho, como es en definitiva una sentencia. Pero también con el interés de decir: veamos qué ha pasado en otros aspectos.

    Fue el ingreso a un mundo de todas otras causas que también estaban paradas. Era simplemente tomarlos y continuarlos. Algunos estaban paralizados por la Ley de Caducidad, se removió ese obstáculo declarando la inconstitucionalidad y eso permitió abrir una cantidad de causas. Y continuar con esa investigación que se inició con la sentencia de Bordaberry.

    El caso de Bordaberry te obligaba a ponerte en un contexto histórico que era muy pesado. Yo, si bien viví en época de dictadura, cuando se disolvieron las cámaras en el 73’ yo estaba en tercero de escuela y no tenía la conciencia para entender lo que había pasado.

    Tuve que leer historia y ver cómo era el contexto. Pero a partir de que conocés los hechos, el análisis jurídico discurre de otra manera. No es que se condicione pero se entiende cómo ocurrieron los hechos.

¿Eras consciente de que estabas haciendo visible un tema que fue hecho a un lado durante muchos años?

    Viéndolo con distancia creo que toda esta movilización de abrir causas, de poner en público lo que estaba pasando en el juzgado hizo justamente eso: visibilizar una parte. Falta visibilizar muchas cosas más.

    Se ha visibilizado todo el tema de desaparecidos, el tema de la tortura y de los asesinados. Pero falta todo el otro aspecto que ha sido cómo afectó la dictadura al resto de la sociedad: a los destituidos, a los exiliados, a los perseguidos políticos y todo eso sigue invisibilizado.

¿Por qué creés que sigue invisibilizado?

    Porque no se habla, justamente. Cuando se plantean las situaciones a través de un juicio eso hace que se hable de ese caso. Porque se cita a una persona, tiene que buscarse a otro. Estas causas llevaron a  mucha exposición por eso.

    En la medida que eso no se investiga, no se habla. Porque los protagonistas no lo dicen. Los protagonistas que son las víctimas. Es muy complicado para las víctimas revivir todo lo que les pasó. Entonces queda todo un poco en el interior de cada uno.

    Y más allá del ámbito de la víctima que es muy íntimo, también hay una cuestión que hace a toda la sociedad que tiene que saber. Porque no fueron casos aislados, fueron muchos casos, a tal punto que afectó a toda la sociedad. Es importante que la sociedad sepa qué le pasó a sí misma.

    Que las generaciones nuevas sepan qué le ocurrió a la sociedad en determinada época, donde todo quedó muy alterado y donde todas esas cosas ocurrieron fuera de regla. Porque también se explican las conductas posteriores a través de entender qué es lo que pasó antes.

    Está entre lo que no se dice y lo que dice la historia oficial. Se da una determinada versión y cuando a esa versión le faltan pedazos o se dice maquillada, eso no es lo que realmente pasó. Entonces está bueno que las propias personas lo digan. A veces a través de un juicio, porque es una forma de investigar cómo fueron los hechos.

    Por ejemplo, los familiares de presos muertos en dictadura -por lo menos de todos los casos que yo tenía- al 90% se les entregaba el cuerpo con prohibición de abrir el ataúd y con un certificado médico que decía que se murió de determinada causa natural. Entonces, esa familia quedaba con esa versión y sin poder investigar.

    Y la única manera de poder empezar a investigar fue tantos años después. Entonces, tienen una historia. No van a revivir a la persona y a veces no se puede llegar a castigar al o a los responsables porque se murieron, pero en definitiva tienen una historia, saben lo que ocurrió. Y eso, para lo que es su duelo y para poder hacer su reparación interna, es muy importante.

    En el caso de los destituidos, por ejemplo lo que pasó en la enseñanza o en tantos organismos públicos de personas que fueron destituidas y recién después de la dictadura pudieron volver a trabajar en lo que se habían formado. Esa persona ha sido vulnerada gravemente en todo su derecho al trabajo. Entonces no alcanza con decir: te voy a reparar.

    El Estado debería reconocerle su realidad de víctima, no en una forma genérica, devolviéndole esa historia, explicando qué fue lo que pasó. Porque un reconocimiento genérico no te reivindica como víctima. Y no es una cuestión de estar hurgando en la herida, ni de venganza, simplemente el derecho a saber qué le ocurrió.

    Entonces es como que vos empezás a armar tu vida de nuevo. Porque están siempre con esa tranca. Yo llegué a conocer a muchos denunciantes y víctimas y es tremendo después de tantos años no poder hacer el proceso de duelo, de su propio trauma. Fue algo realmente gravísimo lo que les sucedió.

Incluso, para esos familiares te convertiste en una especie de embanderada de la causa

    Yo lo sentí siempre como mi obligación, como representante del Poder Judicial, dar justicia si se puede decir justicia porque después de tantos años no es justicia sino un acercamiento a algo, porque hubo una denegación de justicia por muchísimo tiempo. Pero trataba de cumplir con mi rol.

¿Cuál era ese rol?

    Mi rol era: hay una vulneración de derecho, nunca se investigó, nunca se establecieron responsables y nunca se le dijo a la víctima qué fue lo que pasó. Eso era lo que tenía que hacer y lo hice como pude. Sé que hubo mucha oposición.

¿Por qué?

    Porque hay heridas abiertas en la sociedad. Uno se da cuenta cuando empieza a hablar de dictadura en ámbitos políticos, se reviven montones de discusiones como el primer día. Creo que no ha habido un diálogo franco y sincero de todos para decir: bueno más allá de quién es responsable, hay que mirar por las víctimas y por los propios ciudadanos. Todavía hay otros intereses en juego.

¿Qué otros intereses puede haber?     

    Siempre hay otros intereses, siempre. Eso yo lo he visto con muchos casos. A veces el poder no mira sobre los derechos de las personas, simplemente es el poder. No quiero particularizar ese poder, porque proviene de diferentes lados. Eso fue lo que primó, es lamentable pero es así.

La entrevista se interrumpe. Una señora se acerca y saluda con un beso y un abrazo a la jueza, que responde con igual cariño. Intercambian algunas preguntas sobre sus familias y se despiden con el mismo ímpetu cariñoso. La entrevista continúa.

¿Te reconoce la gente en la calle? ¿Qué te dicen?

Es muy fuerte. La gente me dice qué horrible lo que pasó. Que debería haber seguido.

Incluso un buen grupo de personas fue a protestar el día que juraste tu traslado. Y tiempo después, la fundación Mario Benedetti te hizo un reconocimiento.

    Sí, fue muy fuerte. Yo nunca esperé nada porque no lo hacía para esperar nada, simplemente lo hacía porque era mi trabajo. Me emocionó muchísimo desde que tomé juramento, la gente que se juntó en la Corte y que fue impresionante, y todo me parece sorprendente. Se ve que tiene una simbología que capaz que explica qué es lo que necesitaba determinado grupo de personas y cómo interpreta.

    Porque hay gente que no sabe lo que hago yo o que está en las antípodas de eso. Pero incluso dicen: si alguien está investigando,  está mal que lo saquen de ese lugar. Entonces me parece que es un concepto de función judicial que interpreta la gente, que tiene que ser de determinada manera y no cómo se desarrolló.

¿En qué estabas trabajando cuando te comunicaron el traslado?

    Estaba en varias cosas. Yo tenía un juzgado muy cargado. Además de los que tenía normalmente un juzgado penal, tenía muchísimas causas de derechos humanos en trámite con diferentes grados de progresión. Algunas bien complicadas, otras mucho menos, en fin. También tenía el caso que me había generado mucho conflicto que era el del avión Air Class. Justo coincidió que me tocaron casos muy mediáticos.

¿Cómo te comunicaron el traslado?

    Es feo. Estaba yendo al trabajo cuando me llaman por teléfono.

¿Los traslados se comunican por teléfono siempre?

    Es feo. Es así siempre. Te llaman por teléfono un día de la Corte y te dicen: mire, le van a hablar de la Corte y ahí vos parás la oreja, decís: uy ¿qué pasó? Y generalmente te dicen: bueno mire, la Corte en reunión, etc., decidió su traslado para tal lado. En tal fecha tiene que jurar y en tantos días se tiene que hacer cargo de la nueva sede.  Y no tenés cómo decir: no.

    En este caso, cuando me lo dijeron no terminé de escuchar la conversación. Cuando me dijeron que me habían trasladado me schockeó de tal manera que no supe ni cuándo tenía que venir a jurar ni nada, tuvo que averiguarlo después. Fue muy injusto.

Mariana Mota se quiebra. Se le llenan los ojos con lágrimas que parece estar reteniendo desde que arrancó la entrevista. Llora un segundo, pero se recompone y seguimos.

¿Y después?

    Después fue todo un revuelo. Yo ese día llegué al juzgado y seguí trabajando.

¿Esperabas tal manifestación el día de tu juramento?

    La verdad que no. Porque si bien estaba en prensa, yo no era la que estaba en prensa, eran los casos. Y la prensa cuando llamaba yo siempre estaba en la duda de decir: ¿informo o no informo? Porque por un lado la gente tiene derecho a informarse, pero por el otro, si decía mucho podía haber lío. Entonces daba la información mínima pero siempre generaba lío.

¿Entonces por qué pensás que se generó ese revuelo?

    Cuando estuve en causas fui a cuatro establecimientos militares, lugares donde murieron, torturaron personas o desaparecieron. Además, iba con las víctimas porque me parecía que tienen el derecho a ver dónde murió su pariente, o dónde fue que desapareció o por lo menos el último lugar donde estuvo preso. Eso era muy removedor pero me parecía que era parte de la reparación.

    Estos casos te abren toda una forma diferente de trabajar. Tenés que tener una empatía necesaria con la víctima, asistirla porque no había asistentes psicológicos para ayudar a la víctima y eran situaciones emotivamente muy fuertes. En otros lados hay gente que apoya a las víctimas y acá no teníamos nada. Lo único que podía hacer yo era estar presente en su declaración, tomarle su declaración y darle el tiempo necesario para que dijera lo que podía decir dentro de todo ese dolor.

    Entonces había que reformatearse para abordar esas causas. Pensar en cómo tomarles declaración, en cómo citarlos. Porque citar con la Policía a una persona que el contacto que tiene con la autoridad significa evocar un recuerdo muy traumático, entonces era: citémosla por otro abogado, por testigos. Uno tenía que buscar la manera de no acrecentar una situación de dolor, además de obtener la información necesaria para seguir investigando.

    La ida a los centros de detención se inscribía dentro de eso, corroborar que lo que decían era realmente así pero además ir a un lugar donde fueron víctimas pero ya no como víctimas sino como denunciantes, es una forma de reparación de esa gente. Y todo eso se iba haciendo al andar, pero tratando de no vulnerar a nadie y tratando de cumplir con las normas.

Hubo un caso muy sonado, cuando no te dejaron sacar fotos en el Batallón 13, ¿qué pasó?

    Eso fue un desacato evidente. Porque yo estaba con la Policía Técnica que tiene su uniforme que dice: Policía Técnica. Yo decía: bueno a ver, ellos me asisten a mí y siempre cuando vas a un lugar a hacer una inspección ocular te valés de la Policía Técnica que recaba fotográficamente cada lugar. Lo había venido haciendo en otros lados y ahí no tenía sentido que se negaran. Se alegó que había material sensible. Igual fuimos, entramos y no pudimos sacar fotos y dije: vuelvo. Y volví, por supuesto. Pero fue un desacato evidente.

    Eso fue un problema. El ministro no quería colaborar en el seguimiento de los restos del avión y de hecho no siguieron sacando restos. A nivel internacional no se hacen así las investigaciones de accidentes aéreos, pero bueno, es muy complicado.

¿Pero cuál podría ser el interés del ministro para trabar esa investigación?

    No sé, el interés lo sabrá él. Nunca me lo verbalizó. Pero creo que hay un desconocimiento muy grande de cuál es la función judicial. Yo no estaba investigando simplemente la caída de un avión, estaba investigando cómo murieron dos personas en ese avión, dos personas que desaparecieron porque los cuerpos nunca más se recuperaron.

    Y saber las causas de cómo mueren dos personas en un accidente es una tarea del Poder Judicial. De hecho así fue denunciado. Además, había todo un entorno muy particular de los antecedentes de ese avión, de las reparaciones y del funcionamiento bastante deficitario que tenía la empresa en cuanto al mantenimiento, etc., etc. Y eso era tarea del Poder Judicial.

    El Ministerio en su momento entendió que era información reservada. Y bueno, es reservada obviamente para el público mientras se está investigando, pero no para el Poder Judicial. En este caso yo le estaba pidiendo al Ministerio de Defensa que colaborara.

¿Un Ministerio puede pasar por encima del Poder Judicial y que no suceda nada?

    Bueno… (Mariana Mota rompe en risas, me da un poco de vergüenza, mi pregunta parece ser bastante ingenua) Eso habría que preguntarle a la Corte. Yo comuniqué a la Corte esta situación porque me parecía que si hay un desacato el juez tiene que denunciarlo, y como era un jerarca del Ministerio lo denuncié a la Corte.

¿Y la Corte actuó al respecto?

    No. La Corte no entendió pertinente actuar. Yo en definitiva, como el ministro no estaba obedeciendo una orden judicial, lo intimé bajo arresto a que cumpliera.

¿Y ahí?

    Ahí sobreviene mi traslado.

(Silencio)

    Es un tema de que yo tengo que trabajar como creo que tengo que trabajar. Evidentemente no había acuerdo en ese sentido. Pero tampoco se me realizó una investigación administrativa por haber intimado al ministro a que cumpliera.

Entonces el razonamiento es: un juez actúa bajo lo que cree que es correcto, un ministro se molesta y al juez se le quitan los casos y se lo traslada

    Es así, ocurre más a menudo de lo que se cree. Lo que pasa es que este caso tuvo mayor visibilidad. Lamentablemente ocurre.

Pero luego entonces puede llegar otro juez y actuar de la misma manera, ¿también va a ser trasladado?

    Creo que es un aviso: si los jueces se comportan de esta manera, pasa tal cosa. Un juez puede decir: si hago esto, tal vez tenga este mismo problema, entonces voy a ir por el costado.

El día del traslado, la reacción de la gente y los casos que quedaron por el camino

¿Cómo llegaste al día de tu traslado?

    Eran días difíciles. Yo venía de días difíciles, estábamos con el tema de la investigación del avión, días antes un buque pesquero había encontrado la puerta del avión y era importante analizar cómo estaba esa puerta. Había venido Bado que iba a colaborar en la búsqueda, se había logrado que el Ministerio dijera: vamos a trabajar. Entonces tenía la cabeza en eso.

    En esos días terminé de resolver cosas y nada más. Sinceramente no tenía ni idea de qué iba a pasar porque toda esa convocatoria no se hizo pública, se hizo por redes. Me acuerdo que otras veces que he venido a jurar, a veces he venido con mi marido, otras veces venía sola. Yo a mi marido le dije: voy yo sola, y él me dijo que era importante que fuera con él y con mis hijos. Mi familia lo había sufrido también.

Porque los conflictos del trabajo uno los lleva a la casa ¿no?

    Sí, lo llevás a tu casa y la prensa también te dice cosas. Mi familia había ido por su lado, yo vine antes al juzgado y cuando veo a toda la gente digo: dios ¿qué pasó? Incluso como es algo protocolar primero se hace un ensayo de cómo entrar a la sala, de dónde pararse, etc. Y había otros jueces que iban a jurar conmigo y cuando veo a toda la gente les pido disculpas por afectar sus propios juramentos.

¿Cuál fue tu reacción al ver a toda esa gente protestando por tu traslado?

    Fue abrumador porque nunca me lo esperé. Yo sabía que había gente que seguía lo que yo hacía. En el tema de las causas de derechos humanos, había un buen acompañamiento para la investigación. Pero mucho más no.

    Y bueno, del otro lado estaban los que pedían que me trasladaran. Militares que todo el tiempo me estaba diciendo cosas horribles y generaban denuncias y yo tenía que contestar. Viví un clima bastante árido por mucho tiempo, pero siempre me pareció que estaba cerrado a ese ámbito.

    En realidad en la Corte, más allá de que había mucha gente vinculada a derechos humanos, había gente que no tenía nada que ver. Por eso lo que te decía antes, me parece que la gente leyó una forma de actuar judicial que le pareció que estaba mal que se hubiera decidido un cambio sin ninguna explicación.

    Eso en realidad te reconforta, porque después de tanta crítica, decís: tan mal no debo haber estado porque hay un lote de gente que está de acuerdo. Son esas cosas que son pequeñas satisfacciones. La labor judicial además de ser muy solitaria, no es indiferente.

    Siempre generás sentimientos respecto a la figura del juez que no son indiferentes, pero cuando te reconocen que lo que hiciste como juez estuvo bien, para mí es la mejor satisfacción que puede pedir uno, no hay otra más que esa, ninguna otra. Ni un ascenso ni nada te paga de la manera, por lo menos afectiva, como el reconocimiento de la gente. A mí la verdad me mató.

    Están muy obstaculizados, muy bombardeados.

¿Bombardeados desde dónde?

    Desde la misma oposición que te decía, los mismos obstáculos que yo tenía siguen estando. Capaz que es otra forma de trabajo, yo me preocupaba mucho por tratar de superar esos obstáculos y bueno, cada uno tiene sus formas y no puedo hablar de otros jueces porque no me corresponde, puedo hablar de lo que hice yo y nada más.

¿Cómo es trabajar en el ámbito civil?

    Es el día y la noche, no tiene nada que ver. Es un ambiente mucho más frío, más especulativo, absolutamente marcado por el dinero, todas son reclamaciones económicas. Más allá de todo eso, encontrás algún caso que sí tiene una discusión jurídica. Pero hay muchísimos casos que atrás hay sentimientos muy mezquinos, entonces es desalentador ver esos sentimientos o esos intereses.

    Son casos que hablan muy mal del ser humano y desvirtúan el concepto de justicia, son cosas bastante feas. Es totalmente diferente, es a mi juicio muy aburrido, muy aburrido. El penal no era que fueran flores ni nada, porque uno veía la miseria humana, la gente que delinque y por qué delinque, la situación de las víctimas.

    El derecho está nutrido de las partes más feas del ser humano, es su alimento. En el juzgado civil hay muchos juicios que vos decís: esto no tiene sentido, por qué pleitear cuando podríamos hablar lisa y llanamente. Pero son conceptos demasiado humanistas para trabajarlos en un juzgado.

¿Hay posibilidades de que anulen tu traslado y regreses al ámbito penal?

    Eso lo decide la Corte, no lo decido yo. Yo tengo un planteo ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo por el traslado mismo, que está para decir por los ministros del Tribunal desde setiembre de 2013. Yo pido que se anule mi traslado y poder volver a mi trabajo anterior, pero eso lo decide el tribunal.

¿Y cuándo tienen que decidirlo?

    Este año se tiene que expedir y eso ya es definitivo en el ámbito interno y me queda la instancia de ir al ámbito internacional.

En caso de que la decisión del Tribunal de lo Contencioso Administrativo no anule tu traslado ¿vas a recurrir al ámbito internacional?

    Yo creo que sí porque es importante que se sepa y se discuta. Promovería la discusión de si esta organización de sistema de administración de justicia es adecuada a los tiempos que corren.

    Provocaría discutir si la Corte puede tener tanto poder de dirección de tantas cosas o si sería más saludable que la discusión del perfil del juez, quiénes deberían estar en un cargo o el otro, cuáles son las mejores condiciones de un juez para estar en cuál o tal materia, cuándo deberá ascender y cuándo no, que eso estuviera en otra órbita o que lo decidiera otro organismo.

    Que no se decidiera todo por el mismo organismo sería lo ideal.

 Cuando apago el grabador, seguimos conversando un rato más. La jueza asegura que el hecho de ser mujer y no pertenecer a la masonería, también influyó en todos los contratiempos que devinieron en su traslado.

Mariana Mota vive en El Pinar, este marzo cumplió 21 años de casada. Tiene tres hijos: Sara de 19 años, Manuel de 17 y Eugenia de 15. Cuando le pregunto qué hace en su tiempo libre, responde: “no tengo tiempo libre”.
Entrevista de Teledoce

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