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CAUSA ABIERTA

Para El Observador hace falta un psicólogo argentino porque el fútbol revela el lado más xenófobo y ordinario de los orientales

Para El Observador hace falta un psicólogo argentino porque el fútbol revela el lado más xenófobo y ordinario de los orientales

Todos los santos campeonatos lo mismo. Siempre dando la nota los futboleros uruguayos. A la añeja, berreta e inexplicable bronca que se le tiene a los argentinos (inexplicable siempre que no se tenga en cuenta que los mediocres suelen desearle cosas malas a aquellos que son buenos, y que los argentinos casi siempre son mejores cuando hay alguna pelota en movimiento), a la inexplicable bronca que se le tiene a los argentinos, decía, se le suma un reciente desprecio por los chilenos. En qué momento la estupidez cruzó la cordillera no se sabe. Pero allí está.

Más nuevo es el repudio inefable hacia los mejicanos que se desató antes, durante y, más que nada, después del partido que la selección uruguaya perdió la semana pasada con su rival norteamericano.

En los medios de comunicación, las redes, las casas y los monoambientes fueron replicados todo tipo de insultos en distintos tonos de racismo y xenofobia disfrazados, a veces, de un humor sumamente idiota. "Burros", come gusanos", "se merecen un muro más alto", fueron algunas de las lindezas escuchadas o leídas.

Y más flamante aún son las reacciones contra la selección de Venezuela a la que, tras el 1a 0 del jueves, se la felicitó por haber podido acceder a papel higiénico durante su estadía en Estados Unidos.

Este post fue escrito antes del partido que ayer la selección uruguaya jugó contra Jamaica pero ya se adivinan las bromas donde palabras como "negro" y "falopero" rankearán alto.

No se tratan de reacciones temporales (¿a quién no se le escapa una puteada en el fragor de los 90 minutos de un partido importante?) sino que continúan una vez terminado el encuentro. Son bobos de tiempo completo, comentaristas a los que ni siquiera se les nota ese dejo de maldad que a veces esconde algún brillo de inteligencia.

Se mueven siempre en la provincia de la estupidez que, en estos casos, se extiende por toda la banda oriental del Río de la Plata. Viven en este país sin nombre y de aspiración clasemediera que se jacta de ser el que mejor distribuye la riqueza en el continente mientras buena parte de los trabajadores gana menos de 11 mil pesos.

Mientras empieza a terminarse la época de vaquitas gordas que a algunos les permitió comerse un churrasco más, se dan el lujo -so pretexto de una pugna futbolera- de despreciar sociedades que han arropado a miles de uruguayos corridos por la tradicional malaria.

Se precisa un psicólogo por ahí, señores. Y si es argentino mucho mejor porque nadie como ellos conoce tanto nuestros berrinches y nuestras miserias.
Por suerte, o por desgracia, siempre vamos a ser un país pequeño que solo se molesta a sí mismo. Que si no, reíte de Donald Trump.
El Observador

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