Cómo la nueva oligarquía se propone dividir a la izquierda
Por Gerardo Bleier
“La conciencia del cambio de las circunstancias que produce la actividad humana, sólo puede ser considerada y comprendida racionalmente en tanto que práctica (praxis) transformadora”. Carlos Marx.
(Advertencia, el lector que quiere ver “correr sangre” tendrá que saltearse unas cuantas líneas; antes de analizar asuntos contingentes, como la crisis ANCAP o la crisis de gobernabilidad del Frente Amplio, el autor de este texto, que finalmente se denominará “Cómo repeler acciones divisionistas sobre las organizaciones sociales y políticas de los asalariados” ha decidido enunciar algunos conceptos generales sin los cuales toda reflexión crítica no es más que “puro capricho”).
El Frente Amplio de Uruguay, como organización institucional que reúne a todos aquellos que consideran que es imprescindible que la política prevalezca sobre las meras lógicas de expansión y acumulación del capital, como composición ético – política para iniciar el proceso de transformación democrático igualitario de la sociedad y como proyecto nacional de desarrollo productivo está sufriendo un monumental, digamos, impacto de realidad.
Fue concebido como una alianza política para disputar el poder estatal y superó todos los desafíos y obstáculos que se le interpusieron para acceder a él y una vez que accedió al gobierno logró también superar los desafíos que derivan de la asunción de la responsabilidad de gobernar para TODA la sociedad, demostró, para decirlo con Seregni, que disponía de la suficiente “cultura de gobierno” como para desempeñarse con eficacia en tanto que administrador de la “cosa pública”.
Y es que en términos generales disponía de un programa y un conjunto de cuadros técnicos en condiciones de hacer mientras aprendían, aprenden, a gobernar mejor.
Puede afirmarse algo todavía más relevante: la abrumadora mayoría de los cuadros políticos, político técnicos y tecno burocráticos que designó en miles de cargos a lo largo de todas las instituciones estatales y departamentales se desempeñaron, en términos de ética política y también, aunque con más dificultades, propias del imprescindible proceso de aprendizaje, respecto de la calidad de gestión, con encomiable honestidad.
Pero muchos de los sectores políticos que integran el Frente Amplio no dispusieron nunca y no disponen más que embrionariamente ahora, de una teoría de la democracia, es decir, del poder, entendido como conflicto POLITICO, no meramente como conflicto de clases o como conflicto de “identidades”.
Y esa carencia estimula la formación de facciones, en sustitución de la lógica de proyecto.
Las facciones, para auto legitimarse, tienden a pronunciar las diferencias con otras facciones.
La lucha de clases se desenvuelve en la sociedad capitalista (mientras permanezca organizada en la forma de Estados nacionales que compiten entre sí), con o sin política; en el primer caso produce civilización, en el otro, inestabilidad autodestructiva.
Cuando se participa del conflicto de clases sin política, la tendencia es al “todo vale”, aunque ese escenario de conflicto termine perjudicando a todas las partes, pues compiten con otras sociedades que han logrado administrarlo políticamente.
La izquierda global no dispone de una teoría de la democracia porque no ha concluido el proceso, digamos, de su “desestalinización” total y no lo ha hecho porque la agudización periódica del conflicto de clases ha puesto en crisis a la democracia misma, al acumulado cultural general de la civilización.
(Ruego al lector, le ruego literalmente, que no se atemorice ante la aparente dificultad de lo que se ha enunciado hasta aquí, pronto observará que no es tan intrincado. Si el lector, por lo demás, dispone de tiempo puede leer los capítulos 35, 36, 37 y 38 de “Los naipes están echados, el mundo que viene” publicados como borrador en http://gerardobleier.blogspot.com.uy que le ayudarán a interpretar mejor las apreciaciones de este texto).
Cuando se analiza el impacto de realidad que afecta una institución política que aspira a transformar en un sentido democrático igualitario a la sociedad es necesario distinguir dos planos, el teórico, el esfuerzo comprensivo de las causas o explicación de un fenómeno, y sus efectos prácticos, sobre los que es necesario intervenir disponiendo de una teoría, pero también de una metodología democrática de regulación de instituciones, de una praxis, pues en la sociedad dividida en clases, TODAS las instituciones tienden a preservar privilegios, incluso cuando se proponen o fueron creadas para superar la concentración de privilegios.
Es la praxis transformadora la que produce los CONTENIDOS de una institución y es la radicalidad democrática la que posibilita la praxis transformadora.
En las sociedades democráticas los contenidos de una institución están siempre en disputa a través de la lucha política; a través de la imposición y la reacción violenta a esa imposición, en las sociedades que no lo son.
Pero los contenidos de una institución, el Estado de Derecho, por ejemplo, están siempre en disputa y es esa disputa la que viabiliza la praxis política, la creación de cultura.
En las notas finales de este texto se realizará el esfuerzo de esquematizar los conceptos que se procuran poner en debate, pero ahora, en seguida, es momento de ir “a los bifes”.
La acción divisionista que se desenvuelve contra el Frente Amplio de Uruguay en particular y contra la izquierda de América del Sur y de España en general, “golpea” centralmente sobre esa vulnerabilidad que hemos enunciado: la ausencia de una teoría sofisticada de la democracia, es decir, del problema de la política y el poder. (Asunto que analizaremos en su consecuencia práctica en el próximo capítulo pero que ya hemos adelantado cuando referimos a cómo la disputa entre facciones se está imponiendo sobre la lógica de proyecto).
La acción divisionista sobre las organizaciones de los asalariados golpea políticamente sobre esa debilidad y golpea, CULTURALMENTE, para ahondarlas, sobre las diferencias que caracterizan al universalismo racionalista de matriz marxista, al universalismo racionalista de matriz republicana, al universalismo social cristiano, entre ellos y en particular con el nacionalismo anti imperialista y en algunas naciones, “emocionalmente” anti capitalista, surgido en el Siglo XX en los países europeos menos desarrollados.
El Frente Amplio de Uruguay es una construcción cultural que priorizando el acuerdo sobre la necesidad de establecer límites a las lógicas de expansión y acumulación del capital “ató” con sofisticada inteligencia, en una misma organización política, a TODAS esas tradiciones.
Los cretinos útiles que en estos días enfatizan las diferencias entre esas tradiciones, aunque se autodefinan de izquierda, son funcionales a esta estrategia divisionista elaborada por representantes de lo que en otro capítulo hemos denominado como “oligarquías de nuevo tipo”.
Como en este texto no podremos ahondar en la definición conceptual de esta “oligarquía de nuevo tipo” y en las razones por las cuales se une por encima de fronteras nacionales para dividir a la izquierda y a los partidos progresistas apuntaremos, como una simplificación que el autor de este texto más bien siempre tiende a desdeñar pero que aquí es necesaria, que está compuesta esencialmente por grandes propietarios de tierras, altos burócratas estatales y empresarios no suficientemente preparados para participar del actual estado de radical competencia de occidente con China y que por ello necesitan recuperar el control hegemónico del aparato del Estado nación para preservar sus monumentales privilegios.
La tradición “nacionalista” y dicho sea al pasar, aunque el fenómeno merece un libro entero, frecuentemente católica, -como el Papa Francisco-, en el caso de Uruguay ha tenido exponentes de una enorme densidad intelectual: Carlos Quijano, Alberto Methol Ferré, Eduardo Galeano, Vivían Trías, Raúl Sendic, Danilo Astori, Wilson Ferreira Aldunate, Enrique Iglesias y José Mujica son algunos de ellos.
Los cretinos útiles que en estos días acusan a esta tradición de “emocional” y no suficientemente “racionalista” y cuando no, de “populista”, como si su emergencia y desarrollo no hubiese tenido una justificación histórica muy consistente en el esfuerzo CULTURAL y político por unir a América del Sur con base en sus rasgos específicos, no solamente son ignorantes, también son antiseregnistas, aunque actúen esgrimiendo su nombre.
Los divisionistas “juzgan” a la tradición nacionalista como si la misma hubiese permanecido estancada en algunos de sus rasgos “resistentes” originales y sin contemplar su evolución en una compleja dialéctica político cultural entre nacionalismo y universalismo, regionalismo multicultural de matriz católica socialmente apegado al padecimiento de las poblaciones sudamericanas (y que por ello en muchas ocasiones las representan mejor que nadie) e intereses económicos de grupos de privilegio asentados en la propiedad de la tierra, como si no tuviese un componente republicano, lo que la diferencia del nacionalismo conservador español, durante el proceso independentista, y en fin, como si no formara parte sustancial de una historia entera de luchas autonómicas de enorme significación.
El general Líber Seregni en cambio, que veneraba a Artigas, (que nunca fue nacionalista pero fue también acusado de “populista” por su imbricación con los sectores sociales más desprotegidos); que admiraba a Quijano y trajo a Methol Ferré como uno de sus asesores durante el proceso fundacional del Frente Amplio, aun cuando él mismo se sentía más identificado como Batlle y Ordoñez (y al igual que Frugoni), con el republicanismo y el liberalismo igualitario mediado por una atenta lectura de Marx, se esforzó tensamente por encausar a todas las tradiciones mencionadas detrás de una misma inquietud: construir en Uruguay la democracia igualitaria más avanzada del mundo.
Rodney Arismendi, el Secretario General del Partido Comunista de Uruguay en ese mismo proceso fundacional, procuró más tarde – una vez derrotada la dictadura militar- darle consistencia teórica a ese esfuerzo de Seregni elaborando los primeros trazos de lo que denominó como una “democracia avanzada”.
El espíritu latino – americano, (no latinoamericano, concepto importado que deja afuera a la ilustración europea) sino, latino – americano, que toma la tradición iluminista europea, que incorpora al renacimiento italiano y a la Revolución Francesa, que incorpora las reivindicaciones indigenistas sustentadas claro está en la presencia viva de culturas indígenas, que incorpora la tradición independista americana, que incorpora a la tradición social cristiana, que incorpora la dialéctica de dialogo multicultural arribada a estas costas en las sucesivas olas inmigratorias entronca nada menos que con José Enrique Rodó, que fue quizá, el primero en procurar darle un sentido histórico cultural contraponiéndolo al utilitarismo anglosajón.
Y aunque es absolutamente cierto que esta densa composición ideológica tiene un componente crítico de la teoría de la lucha de clases, pues en su afán por construir un “espíritu” nacional necesita “superarla” ideológicamente, también es cierto que la decadencia del marxismo en su versión estalinista erosionó la capacidad de estimular un diálogo político sofisticado respecto de “intereses” comunes, cuales son los de un acuerdo básico respecto de la necesidad de lograr que la política prevalezca sobre las lógicas del capital.
Uno de los aportes sustanciales de los fundadores del Frente Amplio es el que deriva de la inteligencia crítica y táctico - política con la que supieron, muy en particular el general Líber Seregni, desenvolver calidad de diálogo entre estas tradiciones para elaborar un PROYECTO NACIONAL, imprescindible para preservar autonomía en un mundo con Estados en radical competencia entre sí, al mismo tiempo que procuraban dar forma a acuerdos regionales con todas las composiciones ideológicas que participaban y participan de la misma inquietud autonomista, aunque más no sea respecto al uso POLITICO de los recursos naturales de la región.
(Este tema será desarrollado en Los Naipes… aquí, sin embargo, queda enunciado “como problema”, para rememorar a Methol, autor de un libro clásico titulado “El Uruguay como problema”. Otro libro de Methol sobre la importancia geopolítica de la “cuenca del Río de la Plata”, José Mujica se lo obsequió al Papa Francisco cuando lo visitó en Roma).
Pero lo que está afectando al Frente Amplio luego de diez años de ejercicio del gobierno no es principalmente un problema político - cultural, (puesto que los desafíos histórico nacionales, -y regionales- aunque en un nivel superior, permanecen) sino que es el resultado de que la lógica de proyecto (la democracia avanzada como proyecto) ha sido sustituida por la competencia de poder entre facciones, algunas de ellas, como consecuencia de la ausencia todavía de una elaborada teoría de la democracia, cuasi mafiosas.
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