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CAUSA ABIERTA

La odisea de llevar agua y comida a los pueblos brasileños aislados por el alud

La odisea de llevar agua y comida a los pueblos brasileños aislados por el alud

En la zona rural de Gesteira quedó en pie sólo la iglesia, le rodea un lago de lodo ocre espeso. Seis familias están aisladas allí esperando comida, agua y alguna esperanza para superar la tragedia.

Es un capítulo más en el libro de destrucción del alud generado por la ruptura de un dique cargado con enormes cantidades de desechos mineros sobre la población de Bento Rodrigues, a 70 kilómetros de allí, en el estado de Minas Gerais (sureste de Brasil).

Hasta ahora, se han confirmado dos fallecidos y una veintena de desaparecidos.

Como una serpiente, los millones de litros de mineral de hierro y agua tomaron ríos e invadieron otras pequeñas poblaciones, que no paran de recordar una avasalladora inundación en 1979. "Pero nunca nada como esto", comentaba Eloisa Gomes a sus vecinos mientras veía incrédula el peladero que dejó esta avalancha en Gesteira, zona rural de la ciudad de Barra Longa. No queda ni la sombra del pastizal de la hacienda El Congo, que hace poco "estaba todo verdecito".

- La misión -

El alcalde de Mariana, Duarte Junior, dijo el sábado que "lo peor ya había pasado" y que el foco estaba en rescatar a personas y asistir a las comunidades más afectadas.

Un grupo de voluntarios con vehículos 4x4 se puso al servicio de la Cruz Roja brasileña para llevar provisiones a Gesteira y otros caseríos aislados por el lodo. La AFP acompañó esta misión, que recorrió con comida y agua, donada por miles de personas, unos 100 kilómetros (65 kilómetros por carretera de tierra) desde Mariana, donde se concentran las operaciones de asistencia. Pero los jeeps no pudieron traspasar el lodazal que bloqueó el paso a Gesteira y que comunicaba los otros pueblos, por lo que la mayor parte de la carga fue dejada en dos centros de acopio a la espera que un par de excavadoras del municipio terminaran de abrir el camino.

Algunos enseres fueron transportados a pie por voluntarios y jóvenes de la comunidad a través de un camino montañoso de unos 600 metros. Botellones de cinco litros de agua, kilos de frijoles y arroz, ropa, colchones... todo a cuestas.

Antonio Marcos da Costa, de 28 años, se encaramó un bolsón y partió. La casa en la que vivía con sus tíos quedó totalmente destruida y ahora se refugian con el resto de las familias supervivientes en una casa que quedó en pie, pero con la estructura comprometida. No hay parte de víctimas allí. "Habíamos visto las noticias, pero no sabíamos que llegaría con tanta fuerza. Como a la una [del viernes, 03h00 GMT] pasaron gritando que saliéramos cuando se acercaba. Conseguimos huir con lo que teníamos encima", recordó con un nudo en la garganta.

- Coreografía del haragán -

El centro de Barra Longa fue también brutalmente golpeado por el tsunami de barro. La plaza principal desapareció, solo sobresalía la parte superior de un pórtico de unos 2,50 metros de altura con el nombre de la ciudad manchado pero intacto. Las columnas quedaron sumergidas.

"Allí hace una semana se celebró una feria de comida y hasta una fiestita del día de brujas", dijo Eduardo Freitas, 48 años, al tomarse un descanso en la limpieza de la casa de su hermano Sandro. Con unos improvisados lampazos de madera, similares a los que se usan para secar el cacao, los hermanos Freitas empujaban el lodo a la calle, una y otra vez. Las paredes manchadas mostraban la piscina de barro que se formó en aquella casa. "Y nada que se acaba este barro, no hemos parado y ahí sigue", dijo Sandro Freitas, de 52 años, ya harto de limpiar.

Como ellos, todos alrededor limpiaban tan sincronizados que parecía una coreografía ensayada.

Muchos tuvieron que abrir también boquetes en los muros para que el barro corriera, como José Azedo, en la tienda que atiende con su esposa, Adriana Albergaria. A la pareja no le dio tiempo de salvar su mercancía. Estaban recogiendo cuando les avisaron de que la invasión del río era inminente y había que correr. De poco sirvió que bajara la reja de seguridad, el lodo se la llevó por delante.

"Perdí unos 20.000 reales [unos 5.200 dólares ó 4.900 euros] en mercancía y sigo perdiendo porque no estoy vendiendo. ¿Será que esa empresa nos va a indemnizar?", lanzó Azedo. Se refiere a la minera Samarco, dueña de los embalses que cedieron y que ha dicho que tiene previsto ayudar con los gastos. Pero en Barra Longa hay pocas expectativas con esa promesa.
AFP

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