¿Cuál es el verdadero nombre de Dios?
Los nombres de Dios, el creador omnipotente del ser humano, el cielo y la tierra según la tradición religiosa de diversos credos, han sido una fuente de eterna controversia entre los eruditos y estudiosos de la Biblia. Para algunos, esto se explicaría a que los diferentes aspectos o atributos de Dios corresponden a diferentes denominaciones y a que los primeros copistas judíos, sobrecogidos por lo sagrado de los nombres de Dios, y como medio de mostrar respeto y reverencia hacia ellos, antes de copiar los textos sagrados “los pausaban antes de copiarlos, y usaban términos de reverencia para mantener oculto el verdadero nombre de Dios”.
Si nos remitimos a las fuentes bíblicas, nos encontramos con el famoso capítulo de Éxodo 3:13-14, cuando Moisés habla por primera vez con Dios en medio del desierto, quien se le aparece en forma de una zarza ardiente que no se consumía. Moisés, después de escuchar la misión que Dios le ha dado (sacar al pueblo de Israel de Egipto), le pregunta: “He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. Este es mi nombre para siempre, éste mi memorial por todos los siglos”.
Esta respuesta de Dios a Moisés no deja de ser significativa, por cuanto la expresión “Yo soy” aludiría a la primera característica de Dios, es decir, él es, existe, vive. Además, según algunos autores, encierra una significativa noción que se oponía radicalmente al politeísmo de la época. Al decir “Yo soy el que soy”, Dios manifiesta que él es el único Dios que existe, el único real y verdadero. Por lo demás, en la Biblia (Éxodo 20,3) Dios también dice «No tendrás otro Dios fuera de mí”, mientras que en Deuteronomio 4 afirma «Yo soy Yahvé, tu Dios celoso». En Isaías 45, 18 también afirma “Yo Soy Yavhé, y ningún otro» y «¿No soy yo Yahvé el único y nadie mejor que yo?»
El tetragrama YHWH y el nombre de Dios
En el Pentateuco y en el idioma hebreo en el cual el versículo de “Yo soy el que soy” fue escrito, las letras que designarían el nombre de Dios serían “yod-hei-vav-hei” ( יהוה), que traducido al alfabeto occidental dan el tetragrama YHWH, pues la escritura hebrea antigua sólo incluía las consonantes de cada palabra y descartaba las vocales. Así, los eruditos modernos conjeturan que originalmente el tetragrama YHWH se pronunciaba “iajuéj”, que habría sido el origen de la palabra “Yahveh”. Lo único claro, en todo caso, es que la pronunciación original del nombre del Dios judeocristiano no puede establecerse con exactitud, pues durante mucho tiempo los judíos consideraron una blasfemia pronunciar directamente el nombre de Dios, así que preferían llamarlo con otras denominaciones (Hasta hoy, para recordar la santidad inherente al nombre de Dios, algunos judíos insisten en escribir en castellano o inglés las palabras “Di-s” o “G-d”, para reemplazar las palabras “Dios” o “God”).
En la Edad Media, los hebraístas y estudiosos de la Biblia que estudiaban el idioma hebreo antiguo comenzaron a poner vocales entre las consonantes del tetragrama YHWH. Se cree que los judíos masoretas agregaron las vocales de las palabras “Elohín” o “Elohim” (“Dios fuerte”) o “Edonay” (“El señor”), obteniendo las palabra “Yehowih” o “Yehowa”, que dio origen al vocablo “Jehová”, nombre que en varias biblias evangélicas aparece mencionado para referirse a Dios. Posteriormente, la palabra «Jehová», que nunca ha existido en idioma hebreo y sólo sería una pronunciación defectuosa del nombre de «Yahvé» o “Yahveh”, fue copiada literalmente al resto de los distintos idiomas occidentales (castellano, alemán e inglés, etc.).
Como sea que fuere, lo único cierto es que según la tradición judía, YHWH sería la tercera persona del imperfecto singular del verbo ser, significando por lo tanto “él es” o “él será”, lo que se ajusta con el significado del nombre dado en Éxodo 3:14 (“Yo soy el que soy”), donde se representa a Dios hablando, y por eso se usa la primera persona “Yo soy”. Así, el significado del nombre de Dios podría ser concretamente “El que es”, que se relaciona directamente con la noción hebrea del monoteísmo, donde sólo existe el Creador no creado, que no depende de nada ni de nadie más. Por ello, hoy el tetragrama original se tradujo como “Yo soy el que soy”, nombre simbólico que también se relaciona con la idea de vida, como concepción de Dios como fuente y creador de vida.
Los otros nombres de Dios
La tradición judía enseñaba que estaba prohibido pronunciar las cuatro letras del nombre de Dios, YHWH, a excepción del Sumo Sacerdote en el Templo. Por ello, durante las conversaciones casuales o durante las plegarias, en vez de pronunciar YHWH los judíos decían “Edonay” o “Adonai”, que significa “Mi señor” o “Mi amo” (pero como está escrito en plural mayestático, también podría significar “Mi señor de señores”, “Mi gran amo” o “Mi amo de todos y de todo”). Asimismo, podían referirse a Dios como “HaShem” (“El nombre”).
Otro nombre para referirse a Dios es “Elohim”, palabra que aparece en el Antiguo Testamento (especialmente en los salmos elohísticos) y es una especie de plural unido a un singular y que significaría “El Dios fuerte y poderoso”, que es usado para referirse a la infinita plenitud de Fuerza y Poder que descansa en Dios como ser Divino. Otro nombre de Dios sería “Ehyé-Asher-Ehyé”, que se podría traducir como “Seré el que Seré” o “Yo Seré el que resultaré Ser”, nombre que por cierto se relaciona con “Yo soy el que Soy” y que denota la autoridad futura con que Dios hará su voluntad.
Otros nombres para designar a Dios son “El” (que en el Antiguo Testamento también se puede encontrar como parte de los más antiguos nombres del hombre (Gen. 4:18) ), “El Olam” (que significa “Dios eterno” o “Dios universal”), “El Roi” (“Dios me ve” o “Dios cuida de mí”), “El Shalom” (“Dios de paz”), “Zar Shalom” (“Príncipe de paz”), “El Shofet Haaretz” (“Dios que juzga a toda la Tierra”). “Eloah” (que se emparenta con la palabra árabe “Allah”, nombre que se usa en el Islam para designar a Dios, y que aludiría al nombre del poder que despierta miedo o pavor entre los hombres), “El – Elyon” (que significaría “Dios del Cielo, la Tierra y las Alturas”), “Shejiná” (o “Presencia de Dios” que reside entre nosotros y a veces se manifiesta físicamente), “Yah” (apócope de la palabra “Yahveh” que aparece principalmente en el libro de los Salmos), “Emmanuel” (que aparece en Isaías 7,14 y que significa “Dios con nosotros”) y “El Shaddai” (nombre conocido por los patriarcas Abraham Isaac y Jacob, y que significaría “el que todo lo puede”, “El Todopoderoso” o “El omnipotente”, es decir, el Dios que testifica de sí mismo con especiales muestras de poder, aunque la antigua palabra semita “shadu” que significa “montaña”, ha hecho a otros estudiosos a traducir la palabra “El Shaddai” como “Dios de la montaña”).
Hoy, según varios autores y a la luz de los Evangelios, otro nombre aceptable para Dios sería simplemente “PADRE”, especialmente cuando en Mateo 23:9, Jesús les dice a sus seguidores: “Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos”. Sin mencionar, por supuesto, la famosa oración que Jesucristo les enseñó a sus discípulos para rezar a Dios y que parte diciendo: “Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo…”
Muchos aseguran que el verdadero nombre de Dios todavía es desconocido, ya que su nombre completo se perdió para siempre en las transcripciones de las escrituras. Así, los actuales nombres no serían más que rótulos escritos por los hombres, aunque otros prefieren concentrarse más que en el nombre, en el misterio más profundo que reside en el Ser Divino (Dios es amor).
En el Islam aseguran que Dios tiene noventa y nueve nombres accesibles al entendimiento humano, que representarían noventa y nueve atributos, pero el nombre número 100 sería el auténtico nombre de Dios, ya que todos los demás son sólo adjetivos que lo describen. El que llega a aprender o pronunciar este nombre desconocido, se elevaría por encima de la condición humana, pues en él residen el pensamiento y el poder infinitos.
Emol
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