Tupamaros se burlan de Amodio Pérez: Jorge Zabalza se fotografió con una pistola de agua
El episodio Amodio Pèrez sigue acaparando la atención del sistema político. Hoy declaran en el juzgado penal 16 ante la jueza Julia Staricco el periodista Samuel Blixen y Mauricio Rosencof, dos excompañeros del Movimiento de Liberación Nacional. A modo de aperitivo, el escritor Rosecof ha dicho a la prensa que siente "asco" por Amodio y señaló que es el "hombre más triste del pueblo".
La jueza Staricco también llamó a declarar a Alba Antúnez -exintegrante de la dirección del MLN- y por escrito el ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro.
Amodio afronta tres denuncias. Una, ya laudada, ante la jueza María Elena Mainard, por la documentación con la que llegó al país bajo en nombre Walter Salvador Correa Barboza. Mainard decidió que Amodio tramite documentación con su identidad verdadera.
Tiene, por el momento, las fronteras cerradas por las otras dos causas. Se trata de dos denuncias, una del director de Caras & Caretas Alberto Grille y otra suscrita por 28 exreclusas políticas que fueron torturadas y abusadas por miembros de la Fuerzas Conjuntas. La denuncia se presentó en 2011.
Ésta última es la que más complica la estadía de Amodio en Uruguay ya que los dos principales indagados, los exminilitares Orosmán Pereyra y Arsenio Lucero, lo invocan como parte de los operativos de “marcaje” de tupamaros que luego fueron sujeto de apremios físicos.
Aún no está claro el papel de Amodio en estas acusaciones. Para establecer si existen responsabilidades, la jueza citó a exmilitares (Armando Méndez, Mario Aguerrondo, Carlos Legnani) y a extupamaros (Julio Marinales, Pascual Quartiani, Teresa Lezama, Carlos Martell, Julio Listre).
El abogado de las 28 demandantes, el exjuez Federico Álvarez Petraglia, dijo a Brecha que las acusaciones configuran coautoría de privación de libertad y torturas.
Según las denuncias de un lado y otro, Amodio actuó en operativos vestido de militar señalando integrantes de la guerrilla. En ese sentido, e abogado señala que los hechos determinan que “actuó como un paramilitar”.
Sin embargo, su abogado pone en tela de juicio el alcance de las denuncias contra Amodio y en todo caso pide el cierre inmediato de las dos causas por derechos humanos amparándose en la ley de caducidad.
Carlos Martell, uno de los señalados por Amodio, dijo que el extupamaro jugó un papel importante en capturas de los militares que terminaron trágicamente.
En La Diaria, contó el caso de Rosendo Fachinelli, a quien los militares tenían en el Batallón Florida. Cuando estaba a punto de ser liberado, bastó un señalamiento de Amodio para que quedara preso y luego fuera torturado hasta la muerte.
En el careo judicial con Martell, Amodio primero negó conocer a Fachinelli para luego admitir: “yo lo traje de la calle”.
Para muchos Amodio fue colaborador de los militares desde siempre. Lo han vinculado con la Mossad (él niega haber participado en el asesinato del exnazi Herbert Cukurz en 1965), y con la CIA.
Para otros empezó a dar información luego de su primera detención en 1970. La más creíble de las versiones es que Amodio se quebró emocionalmente en 1972, luego de la caída de quien era su pareja entonces, Alicia “La Negra Mercedes” Rey Morales, también integrante de la Columna 15.
Rey Morales cayó en una huida por las cloacas de Montevideo. Estaba herida y decidió entregarse para que otros pudieran fugar, entre ellos el expresidente José Mujica.
Ya detenido en el Batallón, Amodio “ordenó los papeles” del teniente Armando Méndez -agente de inteligencia e integrante del OCOA- a cambio de una nueva identidad para él y su mujer, además de dinero y la salida del país. El hecho se concretó en octubre de 1974 y el MLN había caído dos años antes.
Más de cuatro décadas después Amodio viene a Uruguay a presentar el libro “Palabra de Amodio” de Jorge Marius y se reencuentra con su pasado. Hay muchas versiones sobre por qué decidió desembarcar en Uruguay.
Según La Diaria, el exmilitar Armando Méndez, por ejemplo, declaró fuera de actas que seguramente había venido a expíar sus culpas.
Para el extupamaro Gabriel Carbajales es una maniobra de El País, El Observador y la CIA. De la misma opinión es Carlos Martell y Julio Marenales.
“El Viejo Marenales” además arriesgó sobre el alcance de las delaciones de Amodio: “no solo traicionó a sus compañeros, sino que traicionó al país”.
En La República, el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, quien también integró los cuadros militares del MLN, el arribo de Amodio fue un “operativo político” que “salió mal”.
El gobernante prefirió concentrarse sobre todo en las irregularidades de documentación de su excompañero de armas. “Es clarísimo que tiene un pasaporte con un nombre falso, el país no puede dejar que le tomen el pelo. Sabía que era otro. No es serio y este es un país serio”, dijo.
Marcelo Estefanell, también extupamaro, autor de varios libros sobre el pasado reciente, dijo que Amodio es un “hombre anclado” en 1972. Admitió que la organización lo condenó a muerte en algún momento -de forma explícita-, no es algo que actualmente esté vigente.
En los años 89 algunos integrantes del MLN lo buscaron en España para ejecutarlo y estuvieron cerca de llevarlo a cabo cuando descubrieron a Amodio viviendo en una residencia estudiantil.
Aprovechando la visita de Amodio, otro exlíder guerrillero se expidió sobre aquellos trágicos episodios, aunque tomándolo con humor.
Jorge Zabalza Waksman, uno de los nueve rehenes de la dictadura, se fotografió con una pistola de agua que le fue regalada el "Día del Niño" a propósito de la llegada de Amodio, según bromeó una amiga de la familia en Facebook. La foto está en la página de Verónica Engler, esposa de Zabalza e hija de Henry Engler, otro notorio extupamaro.
Zabalza, que siempre ha sido uno de los más radicales denunciantes de Amodio, está bajo tratamiento por un cáncer al esofágo que se encuentra en estado muy avanzado.
La pistola de agua de Zabalza no hace otra cosa que confirmar la impresión de muchos sobre este episodio que tiene a Amodio Pérez como protagonista. Para el peridosta Gabriel Pereyra de El Observador la catarata de casos judiciales se ha transformado en un "desfile impúdico".
Si lo que se investiga no fueran tan trágico (hubo 11 años de dictadura, decenas de muertos de ambos bandos, casi 200 desaparecidos, miles de familias destruidas), el asunto sería más que una comedia de enredos.
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