Confesión impacta a Argentina: Mauricio Macri se "kirchnerizó" y no cambiará nada de la política económica
Hay un tema excluyente en el debate político argentino luego de las elecciones porteñas de la semana pasada: si Mauricio Macri dejó de ser el que siempre fue y "kirchnerizó" sus posturas sobre la economía.
El disparador fue el discurso que pronunció tras la victoria con gusto a derrota de su partido PRO en su "cancha" de la ciudad de Buenos Aires. Allí, para sorpresa de muchos, Macri dijo que, de ser electo presidente no modificará el costoso régimen de planes sociales para sectores desfavorecidos ni reprivatizará el sistema jubilatorio, así como también mantendrá en manos estatales Aerolíneas Argentinas y la petrolera YPF.
El mensaje que quiso dar era que él no representa, como el kirchnerismo pretende caracterizarlo, un regreso a los años 90. Y que pretende inaugurar un nuevo camino en el cual el Estado pueda ser manejado con los criterios de eficiencia de la empresa privada.
Pero la lectura política que se hizo, tanto en el gobierno como en la oposición, era que había dado un giro de 180 grados en su discurso, motivado por los malos resultados electorales que viene cosechando a nivel provincial.
Lo cierto es que este giro discursivo de Macri fue una gloria para el kirchnerismo, que contestó con todo tipo de chicanas e ironías. Empezando por la propia presidenta Cristina Kirchner, quien en un acto televisado en cadena dijo: "Estoy muy contenta porque los que hasta hace un año y medio atrás que nos criticaban, se dieron cuenta lo bueno que es Aerolíneas, lo bueno que es Anses, después de haber recuperado las AFJP, lo bueno que es YPF".
"No sabía si el que hablaba era Macri o el candidato del Frente Para la Victoria", ironizó, por su parte, Máximo Kirchner, el hijo de la presidenta que se postula como diputado por Santa Cruz.
Y en ese tono siguieron todos los dirigentes del kirchnerismo en actos partidarios y entrevistas con los medios oficialistas. El paroxismo de las mofas hacia Macri llegó cuando se conoció que, por consejo de su consultor Jaime Durán Barba, el candidato había consultado a una "bruja" para ayudarlo a "conocerse a sí mismo" y "liberar energías".
En definitiva, para el kirchnerismo, el "nuevo" Macri es la prueba de que las reformas emblemáticas que se realizaron en la gestión de Cristina no solo han sido positivas, sino que además el rol de la oposición ha sido nocivo para el país, porque lo sumió en debates estériles. Cristina hizo cuestión de recordar que, en todas esas reestatizaciones, la bancada legislativa de Macri había votado en contra.
Justificando el giro
El efecto inmediato fue el debate sobre si Macri se beneficiaba o no con su nuevo discurso. Y, en todo caso, si aun beneficiándose, su actitud no revela un oportunismo que puede generar dudas en los votantes. De hecho, en los medios de comunicación que tradicionalmente han simpatizado con las posturas conservadoras de Macri, hubo airadas críticas, con el típico tono de quien se siente traicionado. En el grupo Clarín, por ejemplo, le recordaron que años atrás Macri había prometido reprivatizar la deficitaria Aerolíneas Argentinas.
En un intento de explicación, Hernán Iglesias, director de estrategia la fundación Pensar, vinculada al PRO, planteó que el propósito de Macri es ubicarse más allá del debate privatismo-estatismo, al que califica como ya superado y pasado de moda en el mundo.
"Para Macri y el PRO sería una victoria intelectual muy satisfactoria transformar a Aerolíneas en una empresa sostenible y pujante al mismo que la mantiene estatal: refutaría así la tesis y la práctica kirchnerista de que Aerolíneas pierde los millones que pierde no por la incompetencia o miopía de sus directivos sino por su misión social", argumenta Iglesias.
Y, para completar, el propio Macri salió a aclarar su presunta contradicción sobre haber votado en contra de las estatizaciones y defender ahora que esas empresas sigan siendo estatales.
"Si el gobierno propone estatizar una calesita, voto en contra, porque la chocan", graficó Macri. Su nueva estrategia es diferenciar el estatismo "bueno", representado por la gestión municipal del PRO, y el del kirchnerismo, "que es el Estado malo, al servicio de la política y la militancia".
Necesidad y realidad
Lo cierto es que, por más justificaciones que desarrollen Macri y sus asesores, lo que todo el mundo percibe es que el discurso neo-estatista del PRO ha sido adoptado más por necesidad que por deseo, y no sin cierta cuota de desagrado. Los encuestadores de opinión pública han hecho su diagnóstico: Macri se rindió a la evidencia de que la Argentina es un país estatista. A fin de cuentas, como dice el propio manual del PRO, dos de cada tres familias tienen algún ingreso proveniente del Estado.
Y cualquier propuesta de cambio, en ese entorno, es vista con desconfianza. Las encuestas son contundentes al respecto: el 38,8% de los argentinos quiere que el próximo gobierno "cambie unas pocas cosas y mantenga la mayoría", frente al 25,5% que prefiere que "cambie la mayoría de las cosas y mantenga algunas pocas". Y, cuando se pregunta a qué candidato se asocia con la continuidad con mejoras, la respuesta es Daniel Scioli.
En contraste, Macri representa la opción de "cambio puro", que sólo es promovida por el 19,4% del electorado. En un partido como el PRO, donde los cuadros provienen del ámbito empresarial privado, y donde resulta muy frecuente la toma de decisiones sobre la base de focus groups y estudios de mercado, la conclusión resultó obvia. Había que ajustar el discurso.
La explicación política es que llegó el momento de buscar el votante de centro. Macri está descubriendo que esa imagen de "conservador pro noventista" que el kirchnerismo había construido de él mismo, ya no le reditúa. En su momento le había servido para erigirse en el gran opositor que aglutinara el descontento.
Pero ahora, con la sensación del inminente cambio de gobierno, hay que convencer a los indecisos. Y el gran detalle es que Macri ya no confronta con la agresiva Cristina, sino con el moderado Scioli.Si quiere superar el techo que le marcan las encuestas, Macri debe conquistar a parte de la gente que en las presidenciales del 2011 votó al kirchnerismo. Su estrategia, no exenta de riesgos, no es una "kirchnerización" del discurso. Más bien se la podría definir como una "sciolización", porque adopta la estrategia de su oponente, que ha tenido éxito en sumar votos tanto por izquierda como por derecha.
Manual para explicar el cambio a la militancia
La confusión generada por el cambio en el discurso de Macri obligó a que desde el PRO tuvieran que elaborar de apuro una estrategia de comunicación. Incluyó hasta un manual de instrucciones para los desorientados militantes y mandos medios del partido.
"Su concepción siempre ha sido la de un rol muy activo. Y los ocho años de gobierno lo han demostrado. El kirchnerismo ha tratado de trazar una caricatura de 'qué es Macri'. El problema es que esa caricatura no es real. Se van a quedar peleando con una caricatura que no existe", dice el manual elaborado por la dirección partidaria y el "gurú" Jaime Durán Barba.
Incluye el espinoso punto de por qué ahora Macri quiere mantener bajo órbita estatal una aerolínea que le cuesta al país US$ 1 millón por día. "Es cierto que hace seis años planteó que la privatizaría, pero no en función de una definición ideológica privatista-estatista, sino de lo que en ese momento creía que era la mejor solución para ese tema, que era que la gente viaje mejor en la Argentina. Nosotros hemos siempre dicho que no tenemos agenda ideológica. Nosotros aprendemos", dice el manual.
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