En la católica Manila, los homosexuales hallan refugio en un templo protestante
En el corazón de un barrio de ocio de Manila, gays y lesbianas creyentes cantan al unísono un gospel en un templo protestante, donde encontraron refugio tras sentirse señalados por una sociedad conservadora.
El templo, sobrio, ubicado encima de un bar miserable de Cabao, es apenas más grande que un aula. En el altar, una bandera arcoíris junto a un crucifijo. Una decena de fieles comulgan, brazos en alto.
"Somos un santuario para los oprimidos. Las víctimas del sectarismo vienen a respirar aquí", explica Kakay Pamaran, la sacerdote de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), nacida de una escisión en el seno de la Iglesia Pentecostal estadounidense.
Como muchas personas de su entorno, esta exproductora de publicidad tuvo que esperar mucho tiempo para poder conciliar su orientación sexual y su fe. Pamaran vivía una "doble vida", dividida entre su novia y sus padres. "Me enseñaron que ser homosexual es una abominación", pero, en su iglesia actual, el credo es que "la diversidad de Dios se manifiesta en los hijos de Dios".
Los homosexuales gozan de una relativa libertad en Filipinas, donde se organizan habitualmente desfiles del Orgullo Gay, en paralelo a las procesiones tradicionales.
Sin embargo, la piedad se mantiene intacta en este archipiélago pobre que hace frente habitualmente, como un castigo divino, a todas las calamidades: tifones, seísmos, corrupción, rebeliones armadas, etc.
La Pasión de Cristo se festeja en Filipinas con los hombres azotándose la espalda hasta derramar sangre. Y justo antes de la llegada del papa Francisco unos cinco millones de personas participaron en Manila en la procesión del Nazareno Negro, un cristo de madera oscura portando la cruz.
Un 80% de los 100 millones de filipinos pertenecen a la Iglesia Católica romana.
Filipinas es el único país del mundo, junto al Vaticano, en el que el divorcio está prohibido, al igual que el aborto. En este contexto, el presidente del país, Benigno Aquino, conmocionó a los filipinos al repartir métodos anticonceptivos a los más pobres.
- 'El fuego del infierno' -
Michael Mia, telefonista de 42 años, recuerda la obsesión de su antigua Iglesia para "devolverlo" a su heterosexualidad. Con la esperanza de "curarlo", los sacerdotes oraban por él, le presentaban mujeres, lo obligaban a ayunar y a aprender de memoria pasajes enteros de la Biblia.
"Por casi renuncio a Dios. Pensaba que había nacido para ser un pecador y que iría al infierno porque soy gay", asegura a un periodista de AFP.
Durante su visita oficial al archipiélago en enero, el papa Francisco urgió a los filipinos a ser los embajadores de la ortodoxia católica, los guardianes de la familia y de la moral. Aunque el pontífice no evocó directamente la homosexualidad, un portavoz del Vaticano confirmó que era un aspecto central de su mensaje.
"Hay un colonialismo ideológico que busca destruir la familia. Cada amenaza contra la familia es una amenaza contra la sociedad", declaró el papa en Manila ante cientos de miles de fieles, criticando las "presentaciones confusas de la sexualidad y del matrimonio".
El discurso de los eclesiásticos filipinos es más directo. "En Sodoma y en Gomorra, las relaciones entre personas del mismo sexo eran habituales y Dios destruyó estas ciudades mediante el fuego del infierno", subraya el arzobispo emérito Oscar Cruz, cuando AFP le pregunta sobre la IMC. "Incluso en los animales, la unión es de un macho con una hembra", añade.
Los fieles de la IMC no suscriben una lectura literal de la Biblia, recuerda Pamaran. "No existe una única lectura posible de las santas escrituras. Dios es más grande que la Biblia. Dios no calló tras la publicación de la Biblia", añade.
La Iglesia de la Comunidad Metropolitana, fundada en 1968 y presente en 10 países, congrega comunidades cristianas de origen congregacionista protestante y se ha convertido en estandarte de los derechos de las minorías sexuales.
AFP
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