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CAUSA ABIERTA

Mujica, el pacificador de puño de hierro

Mujica, el pacificador de puño de hierro

Por Carlos Lemos

El tipo tiene mil cosas en su cabeza. Gobernar en serio un país “tapón” como Uruguay no es cosa sencilla. Mientras el mundo entero lo mira con asombro aquí lo quisieron caricaturizar: “Así como te digo una cosa, te digo otra..” En su propio país no tenían ni idea que el “Pepe” es un hombre de Estado, y duro.

En estos últimos días pasaron una serie de acontecimientos muy importantes. Las pasiones se desbordaron y muchos dirigentes políticos de izquierda se desbandaron.

Al mismo tiempo los dinosaurios de la derecha aprovecharon la bolada.

En un momento dado, dio la impresión que las cosas se salían de su cauce.

Sin embargo, Mujica se movía en silencio.

Primero ordenó que todos los que lo rodean en el gobierno fueran a verlo.

Le pegó un sosegate a Danilo Astori y les dijo a todos: Aquí el presidente soy yo y tengo Ministros a mi cargo. La única chacra verdadera es la mía y todos se fueron al mazo.

“Negro, haceme los números de vuelta que voy a gravar a los terratenientes sí o sí. ¿Te quedó claro?

En un santiamén el ministro Lorenzo le presentó un paquete impositivo que gravará a los mismos “terratenientes”, pero a través del Patrimonio y la Contribución Inmobiliaria Rural.

Tanto se esmeró Lorenzo que su nuevo proyecto prevé recaudar más que el ICIR, impuesto declarado inconstitucional.

De paso sacudió al Partido Comunista por colocar a un chileno en offside al frente del Ministerio de Salud Pública. Pidió relevo urgente y le propusieron a la camarada Susana Muñiz.

Como no tenía ni idea de quién era esa mujer llamó al doctor Ciro Ferreira y lo consultó, como lo hace con los intendentes de todo el país a diario.

La recibió, le tiró las líneas de descentralización de la salud pública como meta prioritaria, algunas otras cosillas y le dijo vaya a trabajar.

Al asumir, Susana Muñiz, no pudo evitar caer en mediocres torpezas.

Es que la doctora se atrevió a decir que Venegas no se iba por mala gestión, sino por su respeto irrestricto de la Constitución. Y no solo eso le regaló una rosa roja y lo mandó de licencia porque “está muy cansado”.

Con el traje de Ministra se desbundó aún más. “Cuando esté a la vuelta vamos a reunirnos y a pensar juntos. La experiencia que él tiene es imprescindible para mí”.

Por eso en cualquier momento Mujica la va a llamar para relajarla un poco. ¡Dos Venegas, ni loco!, masculló el primer mandatorio.

Por la noche, ya en su chacra llamó a Lucía. “Hacete una ravioles vieja y dejate de joder con el juicio a la Corte”. La primera dama marchó derechito para la cocina.

El fallo de inconstitucionalidad sobre los Derechos Humanos le había armado un despelote de primera magnitud.

Ya había quedado caliente con sus compañeros que invadieron la Corte y para colmo su propia mujer y luego Mónica Xavier pidieron las cabezas de los Ministros de la Corporación.

Pucha, ya es mucho. Luego de poner en orden a la primera dama, llamó a Mónica y la hizo bajar del caballo en un periquete.

Los problemas nunca terminan para un ser humano común. Para Mujica, ni hablar, menos.

Pero una cosa quedó muy clara, con este hombre de costumbres sencillas no se juega.

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