El regreso del Rey de América
Uruguay está nuevamente en la cúspide de América. Metiendo, guapeando, corriendo, pero ante todo, jugando al fútbol. El mejor partido de la Copa, justo cuando más se necesitaba. Uruguay 3-Paraguay 0, para ser campeones de la Copa América. Lo soñaste, lo viviste, lo esperaste. Te mordiste las uñas y la lengua para no decir lo que te imaginabas. Ahora, disfrutalo: Uruguay es el Rey de América. ¿Qué decir? ¿Que fue un partido gigantesco desde la entrega? ¿O que desde lo táctico Tabárez demostró una vez más la calidad de técnico que es? Quizás haya que decir que Uruguay se dio cuenta que, aunque había pensado en salir a esperar, se dio cuenta que el partido estaba en apretar a Paraguay, ahogarlo y aprovechar que los guaraníes había llegado a la final con la suerte como principal aliado. Pero hay tardes en las que el pizarrón, que fue clave, pasa a segundo plano. Hay tardes que llegan muy de vez en cuando, pero llegan. Una tarde como esta, en la que confirmás que lo del Mundial no había sido un sueño. En la que presenciás como la celeste vuelve a ser un equipo grande. En la que vez a tu hijo, ese que nunca vio una consagración, llorar de la felicidad, aferrado a la bandera. ¿Habrá algo más lindo que eso? Fue la tarde para confirmar que tu equipo tiene delanteros de primera clase Mundial, pero que tiene la entrega de un chico de juveniles. Que suma obreros que estarán un escaloncito por debajo de ellos, pero que, juntos, parecen imbatibles. Así apareció un Suárez jugando un primer tiempo apoteósico. Presionando, corriendo, metiendo. Pero sobre todo, jugando. Siendo una pesadilla completa para los zagueros, hasta llegar al gol a los 11 minutos.
Ya había pasado esa mano gigante de Ortigoza que el juez no vio. Y a pesar de que no terminó en penal, cambió el partido: Uruguay se dio cuenta que era su tarde, y a partir de ahí ganó en cada tranque, cada corrida, cada cuerpo a cuerpo.
Entonces, llegó lo mitológico. La celeste ganando en cada esquina, presionando con el Tata González y Palito, ese moreno que llegó a la selección cuando pocos lo conocían, y que se convirtió en gigante. Arrollando psicológicamente al rival. No valió que Paraguay pegara para sacar a los celestes del partido – algo que logró por momentos-. Había que estar a la altura del mejor de América. Y después de ese rato de locura, se volvió a cumplir.
Entonces llegó la presión de Egidio, el robo y el pase a Forlán. Y el delantero, el mejor jugador del Mundial, el que había jugado una enorme Copa América pero le había faltado el gol, hizo lo que más le gusta: pegarle lejos del arquero, para casi sellar la final.
Claro, faltaban 45 minutos. Y hubo que seguir sufriendo, porque Haedo pegó una pelota en el travesaño que pudo hacer sufrir otra vez. Pero no había vuelta: el destino estaba preparado para Uruguay. Por eso, el broche final del gol de Forlán, para largar ya sí el festejo.
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