¿Cuál es el síntoma de estrés más sorprendente?
En la facultad, a Sarah Jenkins le diagnosticaron un caso leve de síndrome del intestino irritable (SII), una afección que provoca incomodidad gastrointestinal, gases, diarrea y estreñimiento. Desde entonces, afirma Sarah, que actualmente tiene 31 años, "ha sido bastante llevadero, salvo cuando tengo mucho estrés". De hecho, en los últimos seis meses su vida se ha descontrolado por completo... y también su SII. En estos meses, había solicitado el ingreso en la universidad para estudiar logopedia, asistía a clases de preparación, trabajaba en dos restaurantes, impartía clases particulares e intentaba mantener una relación con su novio. El resultado ha sido que acababa pasándose los días enteros en el baño, o al contrario, no lo visitaba durante días. Además, la acidez que tenía era tan intensa que tenía que dormir sentada. "Ni siquiera podía tener relaciones íntimas con mi novio, a veces, porque no me podía tumbar", explica. Esta situación, en distintos grados, no es nueva para muchas personas, especialmente para las mujeres y sobre todo, entre las madres. Según el estudio anual sobre estrés en Estados Unidos de la American Psychological Association (APA, Asociación de psicología de Estados Unidos), las mujeres suelen presentar unos niveles de estrés superiores a los de los hombres. Además, es más frecuente que sean las mujeres las que hablen de manifestaciones físicas de su estrés: molestias estomacales, tensión muscular y cambios en el apetito. Entre los padres, hay que decir que son ellas las más estresadas: un 15% de las mamás habla de un nivel de ansiedad elevado, cuando en el caso de los padres apenas llega al 3%. Además, también son más propensas a padecer insomnio y a caer en malos hábitos alimenticios.
¿A qué puede deberse que las mujeres tengan una mayor tendencia a padecer estrés y los síntomas físicos que lo acompañan? Según afirma Elizabeth Ricanati, doctora en medicina y directora del programa de bienestar Lifestyle 180 de la Cleveland Clinic: "Las mujeres desempeñan varios papeles al mismo tiempo. Trabajamos fuera de casa, nos ocupamos de los hijos, de nuestros padres ancianos, nos ocupamos de que todo el mundo se lleve su comida al colegio o al trabajo y de las tareas de la casa. Todo esto tiene un precio."
El estrés y el cuerpo humano
Las pruebas sugieren que el estrés daña nuestro sistema inmunológico, lo que puede derivar en muchos de los síntomas físicos descritos anteriormente, pero también en muchos problemas emocionales como la depresión o la irritabilidad. Cualquier persona que observe estos signos debería primero acudir a un médico para descartar causas orgánicas, como un virus.
Una vez que se diagnostique que la dolencia tiene relación con el estrés, hay que ocuparse de los problemas subyacentes. La gestión del estrés puede significar cosas diferentes para cada persona. El yoga, hacer ejercicio o guardar el iPhone en un cajón hasta el día siguiente pueden ser acciones beneficiosas, pero también puede ser bueno tirarse en el sofá a ver la televisión. "Es importante tener una visión amplia de la gestión del estrés -afirma Stephanie Smith, doctora en psicología y psicóloga para la APA-. Si ver un culebrón a mediodía nos relaja, ¡adelante!"
Esta es una idea interesante para determinar los cambios que tenemos que hacer en nuestra forma de vida para reducir los síntomas físicos.
Estómagos estresados
Una de las manifestaciones físicas más comunes del estrés es el SII. Cerca del 20% de los adultos en Estados Unidos presenta síntomas de SII y en su mayoría son mujeres. El estrés puede exacerbar una patología existente e incluso puede conducir a su desarrollo.
Sin embargo, hay algunas medidas que podemos tomar para frenar los síntomas de esta enfermedad intestinal. Por ejemplo, el ejercicio puede resultarnos muy útil, afirma el doctor Don Rockey, director del departamento de Enfermedades del hígado y el sistema digestivo en el UT Southwestern Medical Center de Dallas. Una actividad tan sencilla como caminar puede ayudarnos a descargar la energía del estrés y a mantener nuestra regularidad. También es importante evitar los alimentos que no nos sientan bien, como la cafeína, los lácteos o las comidas picantes.
La preocupación y la cintura
El estrés puede no solo provocar molestias en nuestra tripa, sino también dilatarla... Cuando nos estresamos, a menudo dejamos de hacer las comidas a intervalos regulares. Al final, comemos demasiado o elegimos alimentos poco saludables. Un estómago vacío puede ser fuente de estrés para nuestro cuerpo y nuestra mente. Según la doctora Ricanati: "Puede alterar el ciclo normal del cuerpo y fomentar el aumento de peso".
Sentarse a ingerir un desayuno completo, mientras respiramos con tranquilidad puede no ser una opción muy realista para muchos pero, por mucha prisa que tengamos, tenemos que comer. La Dra. Ricanati sugiere algo tan sencillo como un yogur o una manzana y un puñado de frutos secos, aunque sea en el trayecto en coche. Este tipo de alimentos saludables nos dan energía y nos ayudan a empezar el día con la mente más despejada.
El estrés está a flor de piel
Los indicios del estrés también se pueden apreciar en un lugar más visible que la cintura: en la piel. Si ya padece una variedad leve de algún tipo de enfermedad cutánea, como acné, rosácea, eccema o psoriasis, pueden empeorar si sufre estrés. "Prácticamente todas las afecciones de la piel, salvo el cáncer de piel, empeoran con el estrés -explica Pamela Jakubowicz, doctora en medicina y dermatóloga del Montefiore Medical Center de Nueva York.
En menor medida, afirma, las arrugas también pueden deberse al estrés, en particular por nuestra tendencia a fruncir el ceño cuando nos sentimos preocupados. Sin embargo, en su mayoría, las arrugas se deben a la edad y a la exposición a la luz solar. Para que esos síntomas físicos no empeoren, la doctora Jakubowicz sugiere una rutina de puro sentido común para la piel: beber gran cantidad de agua, usar protectores solares y emplear maquillaje que indique que no provoca acné.
Nosotros controlamos nuestro estrés
Los síntomas físicos, como el aumento de peso, el acné o el estreñimiento pueden ser efectos de un estrés subyacente, pero según afirma la doctora Ricanati, "la gente debería ser optimista, porque somos muy capaces de controlar nuestro estrés".
Sarah Jenkins, nuestra paciente de SII, ha descubierto recientemente que la habían aceptado en la facultad, lo que según afirma la ha ayudado mucho a la hora de ir al baño. Su estómago le molesta todavía, pero mucho menos, y ahora ha decidido tomar medidas activas: evita las comidas que sabe que no le sientan bien y practica deporte cuatro días por semana. También está reservándose tiempo para sí misma, para cuidar del jardín o dar paseos en bicicleta con su novio. Según explica, "mi estado mental ha mejorado, lo que ha ayudado mucho a mi bienestar físico".
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