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CAUSA ABIERTA

Guerra antidrogas es un tremendo fiasco

Guerra antidrogas es un tremendo fiasco

La guerra que libra Estados Unidos contra las drogas desde hace 40 años ha costado un billón de dólares y miles de vidas. Y todo ¿para qué? El consumo de drogas sigue como si nada y la violencia es cada vez más brutal y generalizada. Hasta el encargado de la lucha contra las drogas Gil Kerlikowske admite que la estrategia no ha funcionado. "(La guerra) No ha sido un éxito", comentó el funcionario. "Después de 40 años, el problema se ha agravado". El presidente estadounidense Barack Obama anunció una nueva estrategia esta semana, que trata el consumo de drogas como un tema de salud pública y se enfoca en la prevención y el tratamiento. Paralelamente, no obstante, su gobierno aumentó a niveles récord los fondos destinados a la confiscación de cargamentos y a las fuerzas de seguridad. Este año, esos programas se llevarán 10.000 millones de dólares de los 15.500 millones del presupuesto para la lucha contra las drogas. Kerlikowske, quien coordina todos los organismos abocados a esa lucha, dice que no se verán resultados por un tiempo. "Las cosas no pasan de la noche a la mañana", afirmó. "Nunca abordamos el problema de las drogas de una forma holística. Arrestamos al traficante, pero no hacemos nada con los adictos". Su predecesor, John P. Walters, no está de acuerdo e insiste en que la sociedad estaría mucho peor hoy si no se hubiese librado esta guerra. Señala que el uso de drogas alcanzó su punto máximo en 1979 y que, a pesar de las fluctuaciones, se mantiene en ese nivel. Agrega que es difícil medir el éxito de la batalla: las estadísticas indican que el uso de marihuana y de drogas recetadas aumenta, mientras que el consumo de cocaína baja. La confiscación de drogas crece, pero también su disponibilidad.
"Es ridículo decir que nada de lo que hemos hecho ha servido", sostuvo Walters.
En 1970, los hippies fumaban marihuana y consumían ácido. Los soldados estadounidenses que regresaban de Vietnam estaban adictos a la heroína. El impopular presidente de Estados Unidos Richard M. Nixon decidió librar entonces una guerra que podía ganar.
Dijo que el país estaba sumido en una "gran crisis" por el consumo de drogas y declaró ese flagelo el "enemigo público número uno" de la nación. Dispuso entonces una "ofensiva total" para contener el problema.
Su primer presupuesto para esa batalla fue de 100 millones de dólares. Hoy se destinan 15.100 millones, 31 veces lo asignado por Nixon, tomando en cuenta la inflación.
Una investigación de la AP, en la que apeló a la ley de libertad de información, reveló que muchos de los programas empleados no dieron resultado, a pesar de lo cual se seguían aumentando sus presupuestos.
Al margen del dinero empleado en esos programas, el consumo de drogas trae aparejados otros costos. El Departamento de Justicia estima que, como resultado del abuso de drogas, "el sistema judicial está recargado, el sistema de atención médica no da abasto, hay pérdida de productividad y destrucción del medio ambiente", todo lo cual le cuesta al país 215.000 millones de dólares anuales.
El economista de la Universidad de Harvard Jeffrey Miron dice que el único resultado tangible de la guerra contra las drogas es un aumento en los homicidios.
"La actual política no reduce el consumo de drogas y cuesta una fortuna", afirmó.
Desde el primer momento muchos legisladores estadounidenses se preguntaron si la represión era la mejor forma de abordar el problema.
El senador Mike Gravel, quien siempre tuvo sus dudas, dice que la guerra no dio resultado y que el país vive "una tragedia que nos ha costado un billón de dólares, ha llenado nuestras cárceles y ha desestabilizado a países como México y Colombia".
En 1970, los promotores de la guerra arguyeron que si se reforzaban las medidas de seguridad en la frontera con México, se frenaría el ingreso de drogas. Desde entonces, se crearon puestos de control y se apeló a agentes, perros que detectan drogas, cámaras, sensores e incluso aparatos aéreos no tripulados para vigilar la frontera. Incluso se erigió un muro que va de California a Texas.
Nada de esto frenó el flujo de drogas. La Oficina Nacional de Políticas de Control de Drogas dice que todos los años se venden unas 330 toneladas de cocaína, 20 toneladas de heroína y 110 toneladas de metanfetaminas en Estados Unidos, y que casi todas esas drogas llegan al país a través de la frontera sur. La venta de marihuana también aumentó, aunque no está claro cuánta es producida dentro del país, ya que los carteles mexicanos están apelando a la producción en parques nacionales estadounidenses.
El sistema judicial de Estados Unidos está desbordado por la cantidad de detenidos por vender drogas, al punto de que el año pasado los fiscales desistieron de encausar a 7.482 personas presas por ese delito porque no daban abasto. Esto representa uno de cada cuatro casos.
En México, los traficantes explotan las fisuras de un sistema judicial quebrado. Los investigadores con frecuencia no consiguen las pruebas necesarias o son asesinados. Una policía mal pagada recurre a menudo a golpizas para arrancar confesiones, lo que no le cae bien a los jueces, que liberan a los sospechosos.
Tanto en Estados Unidos como en México, los narcos detenidos siguen manejando sus negocios desde la cárcel. En México incluso compran su libertad.
México está abrumado por la violencia, sobre todo en Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, donde 2.600 personas fueron asesinadas el año pasado en episodios relacionados con el narcotráfico. Y ni una sola persona ha sido juzgada por esos crímenes.
A todo esto hay que sumarle la gran cantidad de dinero que hay dando vueltas.
Se calcula que el negocio de la droga mueve unos 320.000 millones de dólares anuales, que representan el 1% del comercio mundial.
Un 10% de la economía mexicana gira en torno a las ganancias del narcotráfico. Todos los años ingresan al país 25.000 de dólares procedentes de Estados Unidos y apenas un 0,25% es intereceptado por las autoridades. Por ello, no hay muchos incentivos en México para adoptar reformas que pongan freno a esta actividad.
"Por cada traficante que uno detiene, hay un montón esperando tomar su lugar, porque hay demasiado dinero de por medio", comentó Walter McCay, director del Centro de Certificación Profesional de Agencias Policiales de la ciudad de México, una entidad sin fines de lucro.
McCay es uno de los 13.000 afiliados que tiene la agrupación con sede en Massachusetts Law Enforcement Against Prohibition, que nuclea a policías, jueces, fiscales y demás que desean legalizar y regular el consumo de drogas.
El presidente mexicano Felipe Calderón dice que para combatir el narcotráfico, es imperioso frenar la demanda de drogas en Estados Unidos. Obama le da la razón.
Los dos países, no obstante, siguen asignando el grueso de sus presupuestos para combatir el consumo de drogas a programas de represión y no al tratamiento y prevención.
"El programa de Obama es básicamente el mismo que el de (George W.) Bush y asigna a la represión el doble de lo que asigna al tratamiento y la prevención", afirmó Bill Piper, de la agrupación sin fines de lucro Drug Policy Alliance.
Obama pidió 15.500 millones de dólares para la lucha contra las drogas en el 2011. Dos tercios irían a los organismos policiales y un tercio, 5.600 millones, a la prevención y el tratamiento.
Cuando se le preguntó a la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos Janet Napolitano por qué se insistía en programas que no han funcionado, la funcionaria, entrevistada por la AP durante una visita a la embajada de su país en la ciudad de México, lo pensó un momento y respondió:
"Mire, esta es una batalla que vale la pena librar porque combatir la adicción a las drogas ayuda a salvar vidas, la vida de muchachos, de adolescentes, sus posibilidades de ser adultos productivos".
"Si uno lo piensa en esos términos, se da cuenta de que hay mucho en juego como para bajar los brazos", añadió.

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