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CAUSA ABIERTA

La hipoxia erótica, una práctica legendaria y muy peligrosa entre la vida, el sexo y la muerte

La hipoxia erótica, una práctica legendaria y muy peligrosa entre la vida, el sexo y la muerte

Consiste en contener la respiración o impedirla durante una masturbación o un acto sexual, con el propósito de tener una sensación multiplicada del placer. La noticia sobre la muerte de varios hombres en la China por la llamada hipoxia erótica esta semana revivió el sonado caso del actor David Carradine. "Busco hombres entre los 23 y los 40 años, del norte de China, con cara redondeada, cabello corto y fuerte y que busquen el placer mediante la asfixia. Pago bien". Con este aviso en Internet, Zhou Youping, un cantante homosexual chino de 37 años, convocó a potenciales amantes entre octubre y noviembre del año pasado. No se sabe todavía cuántos respondieron al anuncio. Esta semana se supo, sin embargo, que seis de ellos murieron ahorcados por Zhou, que hoy está en manos de las autoridades.
Este caso apenas si fue menos publicitado que el del actor estadounidense David Carradine, de 72 años, que en junio del año pasado fue hallado muerto en un hotel de Bangkok (Tailandia). Estaba semidesnudo y tenía una soga amarrada al cuello y otra a los genitales; ambas estaban atadas juntas y colgadas del clóset de su habitación. La hipótesis de un suicidio fue rápidamente sustituida por la versión final: el actor murió accidentalmente mientras practicaba la llamada 'hipoxia erótica', la peligrosa y milenaria práctica sexual que también ha sido la perdición de Zhou.
Al contener la respiración se elevan los niveles de CO2 en el cerebro, las venas y la arterias se dilatan y la corteza cerebral responde de manera más activa, lo que multiplica las percepciones y las sensaciones.
Entre la vida y la muerte
Se enmarca dentro de las llamadas parafilias o prácticas anormales, que están penadas por la sociedad.
La hipoxifilia tiene una especial presencia que lleva implícito el coqueteo con la muerte, lo que la convierte aún más en un tabú y en algo prohibitivo.
Se dice que el gusto radica, esencialmente, en que casi en el estado de inconsciencia, por la falta de oxígeno, el cerebro multiplica la sensación orgásmica, con el riesgo de que muchos no retornan y mueren en forma accidental.
Sigmund Freud sostuvo que los seres humanos están motivados por dos tipos de fuerzas: las eróticas y las tanáticas (la vida y la muerte).
Aunque son contrapuestas, en el instinto sexual puede presentarse cualquiera de las dos. El sexo como vida, en la fecundación y el amor, y el sexo destructor o de muerte (como el sadismo y el masoquismo). En la hipoxia erótica se funden eros y tánatos: es sexo y es muerte.
En ese caso, el orgasmo, que es la recompensa final de la práctica, no es otra cosa que "irse", "morir en el otro", es "morir en un instante", lo que los franceses han llamado la petite morte.
De acuerdo con estimativos de la FBI estadounidense, alrededor de mil personas mueren cada año en ese país a causa de este juego erótico, aunque las mismas autoridades piensan que la mayoría de los casos quedan ocultos para el público en general.
Lo mismo ocurre en Colombia. Un análisis hecho sobre el tema por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses encontró que en por lo menos 21 de las 126 personas que fallecieron por asfixia mecánica entre 1998 y el 2000 en Bogotá, la causa fue la hipoxia erótica.
Aunque la historia no revela muchos detalles sobre sus orígenes, sí hay referencias de que se trata de una práctica antiquísima, tanto que se dice que desde el siglo XVII se utilizaba como tratamiento para la disfunción eréctil y la impotencia. Incluso hoy sus seguidores distribuyen imágenes de reos condenados a morir en la horca, que en el momento de la ejecución presentaban erecciones.
Al parecer, después de la guerra de Indochina (a mediados del siglo pasado), la hipoxia erótica se difundió en Francia y de ahí a toda Europa. De acuerdo con el psiquiatra forense estadounidense Stephen J. Hooker, este juego erótico define unos perfiles más o menos comunes entre quienes lo practican.
Se trata, en su mayoría, de hombres adultos jóvenes que, por lo general, llevan una relación de pareja complaciente y que en no pocos casos se iniciaron en la adolescencia.
Del asunto no escapa nadie
Aunque los reportes oficiales indican que en 1997 Michael Hutchence, cantante de Inxs, se suicidó, la causa real de su fallecimiento fue una autoasfixia erótica.
Diez años después, en la casa sacerdotal de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, en México, el párroco Ricardo Julio Sánder fue encontrado muerto, desnudo, con una cuerda que cruzaba su cuello y sus genitales.
El primer caso registrado es el de Frantisek Kotzwara, que en 1791 pasó a la historia no por su trabajo de compositor, sino porque en uno de sus viajes a Londres le pagó a una prostituta para que le cortara los testículos.
Como ella no accedió, se ató al cuello un extremo de una de las ligas de la mujer y el otro a una puerta. En esta condición sostuvieron relaciones sexuales; en pleno clímax cerró la puerta y se ahorcó.
Las experiencias emanadas de la práctica de esta parafilia incluso inspiraron una escena de la clásica película El imperio de los sentidos (1976), que recreó el caso de la japonesa Sada Abe, que mató a su amante Kichizo Ishida, mediante asfixia erótica en 1936. Luedo de cortarle los testículos, los cargó en su bolso por varios días.
Marcela Alzate, médica psiquiatra, considera que la hipoxifilia -descrita por el marqués de Sade- cae en el plano de los trastornos mentales cuando es para las personas la única vía para obtener placer sexual; también cuando se convierte en una urgencia que no da espera.
"Si esto ocurre por más de seis meses, es necesaria una intervención profesional urgente, pues estos son los casos que tienden a tener desenlaces fatales", asegura Alzate.
De acuerdo con la psiquiatra Olga Albornoz, "nadie, ni siquiera quienes han fallecido por esta causa calculan que morirán por una asfixia erótica. En ese instante el control de la situación se pierde. La prudencia exige evitarla para no morir en el acto". (El Tiempo)

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