Polonia honra la memoria de Kaczynski con un entierro monárquico
La nube de cenizas volcánicas ha impedido la llegada de numerosos líderes políticos de todo el mundo, desde los Reyes de España a Obama. El presidente ruso, Dimitri Medvedev, sí ha podido acudir. Cracovia honró a Lech Kaczynski con un entierro propio de un rey. Al son del tañido de la campana de Sigismundo, de 13 toneladas, que sólo resuena en ocasiones históricas, el cortejo fúnebre se dirigió a paso lento al monte de Wawel.
Los féretros de madera, el del presidente envuelto en una bandera roja con un águila blanca, y el de su mujer Maria cubierto por otra blanca y roja, fueron trasladados en una cureña, el armazón con ruedas sobre el que se transportaban antiguamente los cañones de artillería. Las personas observaban los ataúdes mientras ondeaban en silencio la bandera nacional.
Tras un último rezo en la catedral de Wawel, el mausoleo nacional real de los polacos, los féretros desaparecieron dentro del oscuro panteón de la catedral. Un sarcófago de alabastro claro estaba ya dispuesto. Sólo la familia pudo estar presente durante los últimos minutos del entierro, la hija huérfana, Marta, y el hermano del presidente, Jaroslav. El vecino de Kaczynski en la cripta es el mariscal Jozef Pilsudski, el gran ídolo del jefe de Estado fallecido en la tragedia aérea. Después de la Primera Guerra Mundial, Pilsudski restableció el Estado independiente de Polonia y defendió en 1920 al país del Ejército Rojo.
La trágica odisea terrestre del político, que comenzó hace ocho días con el accidente de avión en que volaba a Smolensk, en el oeste de Rusia, tocaba así a su fin. Como presidente era muy controvertido y, sin la posibilidad de ser reelegido, tras su muerte ha encontrado un lugar en el panteón nacional de Polonia, junto a monarcas, héroes de guerra y poetas nacionales.
Alrededor de 100.000 personas estaban este domingo de duelo por él en Cracovia. En los últimos días fueron en todo el país cientos de miles, incluso millones. La misa fúnebre en la Basílica de Santa María estuvo cargada de himnos de alabanza al muerto. "Usted luchó por la libertad, la justicia y la presencia de la cruz", dijo el presidente del sindicato Solidarnosc, Janusz Sniadek. El primado de Polonia, Henryk Muszynski, sostuvo que el lema de vida de Kaczynski podía definirse como "Dios, honor y patria". La pareja presidencial quiso rendir homenaje a sus compatriotas asesinados en Katyn y pagó por ello el "mayor precio", dijo el metropolitano de Cracovia, el cardenal Stanislaw Dziwisz.
Kaczynski, su mujer y otros 94 políticos, militares y religiosos que perdieron la vida el pasado 10 de abril, querían rendir tributo a los oficiales polacos muertos en Katyn, en Smolensk. Habían sido asesinados en 1940 por el servicio secreto ruso, el NKWD.
Alrededor de 20 jefes de Estado y de gobierno escucharon en la Basílica de Santa María las alabanzas a Kaczynski. En realidad, estaba previsto que prominentes figuras del panorama político internacional estuviesen presentes durante las exequias en Cracovia. El ex ministro de Asuntos Exteriores Adam Daniel Rotfeld hablaba del "mayor encuentro internacional en la historia de Polonia". Pero las imprevisibles fuerzas de la naturaleza desbarataron los planes de los organizadores polacos. Debido a la peligrosa nube de ceniza procedente de Islandia, muchos invitados no pudieron acudir. Especial entusiasmo había generado en Polonia el anuncio de la llegada del Air Force One con el presidente estadounidense, Barack Obama, a bordo. El dirigente de la mayor potencia mundial hasta ahora no había tenido tiempo de realizar una visita a Polonia, un estrecho aliado que siente una enorme admiración por Estados Unidos. Sin embargo, los polacos también recibieron una negativa esta vez.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y decenas de otros invitados estuvieron ausentes en la cita en Cracovia. De modo que finalmente recayó sobre los más poderosos vecinos de Polonia, Alemania y Rusia, mantener el honor del mundo a ojos de los polacos. Dimitri Medvedev no se dejó intimidar por las nubes tóxicas y llegó a la cita. Su participación fue interpretada como una importante señal para un acercamiento ruso-polaco. Desde la catástrofe aérea, Moscú y Varsovia intentan comenzar de cero. Sobre todo la transparencia rusa en el esclarecimiento de las causas del accidente y la empatía hacia las víctimas ha disipado la tradicional desconfianza que los polacos le tienen a su poderoso vecino.
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