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CAUSA ABIERTA

La avenida más famosa de España cumple cien años

La avenida más famosa de España cumple cien años

Los últimos cien años de España desembocan en una avenida zigzagueante de un kilómetro, llena de recobecos y hostales, erizada de edificios que soñaban alcanzar a Manhattan, sembrada de cines, glamour o de obuses durante la Guerra Civil. La Gran Vía madrileña acaba de cumplir un siglo. En sus huellas se asoman los pasos de Ernest Hemingway o de Ava Gardner en cafés y bares como Chicote, algún toro fugado de Las Ventas que terminará siendo capoteado por los transeúntes y, como no, las hordas de turistas que ahora apuran una hamburguesa en lo que fueran joyerías de lujo.
La ciudad celebra el centenario de su calle más emblemática con un abanico de eventos y el anuncio de su renovación: menos vehículos y más viviendas.
En el filo de la vía aún se asoma el edificio catedralicio de Telefónica, el que fuera el más alto de Europa en la década de los años 60.
La gallega Angela María López llegó a Madrid en esa época. Venía de vivir en París y la Gran Vía la decepcionó.
"Emigré a Francia y volví a emigrar a España por mi esposo. Le encantaba Madrid y yo estaba enamorada de él", le cuenta a BBC Mundo.
Ruido en cada pliegue
La Gran Vía no se parecía en nada a los Campos Elíseos, pero tenía ruido en cada pliegue.
"Los edificios me impresionaron, pero me impresionó más la elegancia de la gente. Lucían capas y abrigos de visón. Era como una pasarela. Había muchos cines y teatros. Muchos famosos se paseaban por allí: Ava Gardner, Sinatra... Una tía de mi marido cosía para la Gardner", sonríe la mujer.
El Franquismo estaba en su cénit y la Gran Vía se llamaba José Antonio, en honor al fundador de la falange española.
No fue el único nombre que tuvo. Durante la República se denominó Avenida de la Unión Soviética, con una placa adjunta en "Homenaje a los amigos de la URSS".
Más adelante, en las décadas de los años 30 y 40, cuando Madrid fue sitiada por el hambre y los bombardeos, los españoles le llamaban la Avenida de los Obuses por la lluvia de proyectiles.
Cambio
La madrileña Carmen Minguez ya la conoció como Gran Vía, su nombre original. Corrían los años 70 y la calle había cambiado el glamour por las revueltas y las manifestaciones.
"La gente sabía que (Francisco) Franco iba a morir. Yo solía caminar con mis amigas de regreso del colegio, llevábamos falda y no podíamos andar solas. Nos tocó ver a muchos grises (como se le decía a la policía) pegándoles a los manifestantes", le comenta Minguez a BBC Mundo mientras camina por la avenida.
Es un día soleado y la Gran Vía luce como un viaducto de luz. De la veintena de teatros y cines que llegó a tener en las décadas de los años 20 y 30 sólo quedan cuatro, entre ellos la sala de Callao, donde se volverán a reestrenar clásicos como "Lo que el viento se llevó".
Los demás han dado paso a grandes tiendas de ropa. "La ciudad ha cambiado mucho", afirma Minguez mientras observa los rostros variopintos de los transeúntes: orientales, americanos, eslavos...
"Antes, lo más parecido a un extranjero era un catalán. No había. Era otra mentalidad. La gente estaba más reprimida. Recuerdo que en el metro había que tener cuidado con los pervertidos. Mis amigas y yo solíamos llevar un alfiler para pinchar al que intentaba meter mano", recuerda sonriente.
"Gente pobre"
"Nunca había visto tanta gente pobre en la Gran Vía, sobre todo en la noche, mucha gente pidiendo", dice por su parte Ángela.
Sus paseos por la avenida han disminuido, pero no su memoria. A veces siente escalofrío cuando observa las ondulaciones de la calle, por allí se deslizaba con su marido en una pequeña moto Vespa, entre las luces de colores de los teatros. Finalmente se enamoró de la Gran Vía.
Esos teatros los suele mirar con lupa el arquitecto venezolano Ricardo Bárbara.
La calidad arquitectónica de la Gran Vía siempre le ha seducido. "Son edificios muy buenos aunque se echa de menos más espacio para los peatones. Al final, este tipo de vías se convierten en lugares de paso. Sé que antes había más terrazas y menos coches", afirma a BBC Mundo.
Uno de sus edificios favoritos es el de Metrópolis, un edificio afrancesado, cubierto filigranas y coronado por un ángel que mira hacia la Puerta de Alcalá. Allí comienza la Gran Vía.
En ese mismo punto, hace 100 años el entonces Rey Alfonso XIII inauguró las obras de una avenida que quería poner a Madrid a la altura de las grandes capitales.
La vía tendría que discurrir por una maraña de callejuelas medievales. Más de 300 casas y construcciones fueron demolidas, excepto un templo, el de San José.
"Allí se casó Simón Bolívar con María Teresa del Toro; era madrileña", señala Barrena.
Ambos se fueron a vivir a Caracas, donde ella moriría de fiebre amarilla. El templo sigue allí, en el borde de una avenida caudalosa.

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