La jueza india
Las anchas y largas polleras de una mujer indígena se pasean por primera vez por los pasillos del Consejo de la Judicatura, uno de los máximos órganos del Poder Judicial de Bolivia. La dueña de esas polleras es Amalia Morales, una abogada aymara que llegó a lo más alto de la carrera judicial gracias a una invitación del presidente Evo Morales, quien la nombró de forma transitoria como consejera de la Judicatura. Pese a tener el mismo apellido, no hay parentesco entre el presidente y la consejera. De hecho, ella dice que no conocía personalmente al mandatario antes de ser nombrada en el cargo. La vida no fue nada fácil para esta mujer de 51 años. Tuvo que luchar muy duro para alcanzar sus sueños. Unos sueños que aún están inconclusos. En entrevista con BBC Mundo cuenta que sus padres carecían de recursos para encargarse de su manutención por lo que tuvo que arreglárselas en la vida.
Viviendo de favor
Cuando era niña vivió con su abuela en el campo, luego se alojó con una tía también en el área rural y finalmente fue acogida por una comadre de su mamá en la ciudad de La Paz, donde recibió comida, ropa y educación escolar. Cuando tenía 15 años, la joven Amalia decidió independizarse. Para sobrevivir vendió limones, arvejas secas y patitas, un platillo típico que los bolivianos suelen comer al vuelo.
Con una vida sembrada de carencias, Amalia vio injusticias cada día de su vida, sobre todo con la gente de su clase. Por eso, cuando terminó la secundaria y se planteó la necesidad de estudiar una carrera, se decidió por la abogacía.
"En esa época, la discriminación era más fuerte", cuenta Morales, quien recuerda que le sugirieron abandonar sus polleras (vestimenta indígena) y ponerse vestido para camuflarse en la universidad.
Pero a ella le gusta su ropa y, al mantenerse firme, se convirtió en la primera mujer de pollera en estudiar derecho en Bolivia.
Jueza de Inquisivi
Una vez terminada la carrera, la flamante abogada encontró una oportunidad en los bajos salarios administrativos del Poder Judicial. En aquella época, recuerda ella, los abogados no querían aceptar esos cargos porque pagaban muy poco y por eso consiguió trabajo en un juzgado como abogada secretaria.
En 2008 ella se convirtió en jueza de un juzgado de Inquisivi, una provincia de La Paz. Allá atendía juicios civiles, penales y de familia.
Reconoce que al principio la miraban mal. "No están acostumbrados a ver una mujer de pollera (como jueza), creen que no tendría la capacidad para resolver problemas", dice Morales y, en seguida recuerda que la gente la despidió la semana pasada "llorando" porque "me habían tenido aprecio".
Después de recibir la invitación del Presidente, dejó Inquisivi para mudarse a Sucre, la sede del Poder Judicial de Bolivia.
Los sueños inconclusos
Amalia tiene cinco hermanos y es la única que rompió los esquemas familiares para convertirse en abogada. Los demás son artesanos o tienen negocios de comida.
Se casó, pero un accidente le robó la vida a su esposo. Se quedó sola, pero ahora tiene un hijo de 12 años con quien comparte su vida.
¿Se volverá a casar?, le pregunto y ella, entre risas, dice que "ya no" porque ahora "quiero estudiar una maestría y un doctorado". Esos son los sueños inconclusos de "la doctora Morales". Así se refieren a ella en el Consejo de la Judicatura, la máxima instancia administrativa y disciplinaria del Poder Judicial de Bolivia.
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