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CAUSA ABIERTA

El sobrio doctor da paso al campesino desenfadado en el Gobierno de Uruguay

El sobrio doctor da paso al campesino desenfadado en el Gobierno de Uruguay

El cambio de Gobierno en Uruguay, más que una transformación en las políticas, trae aparejado un radical contraste entre los estilos de los presidentes, con un sobrio y comedido doctor, Tabaré Vázquez, que deja paso al ex guerrillero y desenfadado campesino José Mujica al frente del país. Pese a representar al mismo partido político, el izquierdista Frente Amplio, nada en las formas ni en las actitudes de los veteranos políticos se parece, particularmente en sus relaciones con los medios de comunicación. Vázquez, el mandatario saliente, deja el cargo con una gran aprobación popular que supera el 60 por ciento, tras haber gobernado durante cinco años manteniendo distancia con la prensa local y extranjera y sin haberse saltado nunca el orden y el protocolo establecido.
El presidente, médico oncólogo de prestigio internacional, mantuvo durante su mandato un estilo pedagógico y reposado para dirigirse a los ciudadanos en las contadas ocasiones en las que convocó a los medios para hablar sobre los asuntos de actualidad.
Su frialdad con la prensa, que en algún momento llegó a traducirse en abierta hostilidad, fue incluso reconocida por el gobernante, que en su última conferencia, el pasado miércoles, se disculpó ante los medios por "algunos excesos" cometidos y porque "la relación no fue la mejor".
Aun así, su aspecto de médico amable y de confianza, obsesionado por la lucha contra el tabaquismo y por la educación de los jóvenes -dos de las políticas más destacadas de su gobierno-, hace que se retire de la actividad pública con un enorme reconocimiento público.
En el polo opuesto de las formas parece ubicarse José Mujica, el veterano político de 74 años que sustituye a Vázquez en la Presidencia del país.
Ex guerrillero tupamaro, líder popular y campesino de profesión, Mujica ha cultivado un estilo radicalmente distinto a su antecesor, mostrándose siempre dispuesto a hablar con los medios, sin eludir pregunta alguna y sin preocuparse por la conveniencia y oportunidad de sus palabras.
Con su lenguaje llano, directo e impredecible y una extraordinaria conexión con los sectores más populares del país, Mujica también ha sabido congregar, al igual que su predecesor aunque con formas totalmente distintas, una gran simpatía entre la población, que se reconoce y refleja en este político de aspecto desaliñado.
Gestos como renunciar a casi el 87 por ciento de su sueldo como gobernante para donarlo con fines sociales, continuar viviendo en la la chacra (vivienda rural) que comparte con su esposa mientras ejerce el poder o aparecer en público sin guardaespaldas en un vetusto Chevrolet Corsa han calado en los ciudadanos uruguayos.
Esta sensación de autenticidad que emana del político sigue siendo su principal activo entre la gente, pese a los esfuerzos de sus asesores por evitar que hable de asuntos polémicos sin mesura y que vista con traje y chaleco en lugar de con sus guayabera, boina y alpargatas habituales.
En ese sentido, tanto Mujica como Vázquez parecen representar las dos corrientes fundamentales que forman el oficialista Frente Amplio, una heterogénea coalición de izquierdas en la que coexisten tanto comunistas y ex guerrilleros como socialistas de corte europeo y demócrata-cristianos.
Sin embargo, más allá de estas diferencias de forma, nadie en Uruguay espera que las políticas de Mujica constituyan un cambio respecto a las desarrolladas por el Gobierno de Vázquez, el primero de izquierdas en la historia de Uruguay.
De hecho, el ex guerrillero basó toda su campaña electoral en afirmar que tratará de continuar las políticas de su antecesor en lo posible, mientras que el doctor pronosticó que Mujica presidirá "un gran Gobierno".

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