La Fiesta de la Primavera o cómo China asimila lo nuevo para perpetuarse
Impulsados por un rápido crecimiento económico, los cambios en China son bien notables, pero ni las nuevas tecnologías ni los demás elementos de modernidad parecen alterar de forma apreciable su celebración más importante, la Fiesta de la Primavera.
La tradición coincide con el inicio del Año Nuevo Lunar, que esta vez nace el Día de los Enamorados, y al observar cuanto se relaciona con la ocasión, cabe preguntarse cómo sobrevive a las tantas transformaciones vividas por este país.
Solo en menos de un siglo esta nación fue testigo de dos grandes acontecimientos de un enorme impacto socio-económico: el 1 de octubre de 1949 se fundó la República Popular China, a partir de bases semifeudales. En 1978 comenzó un proceso de reformas y apertura que en buena medida es el responsable de los muchos otros registrados desde entonces en prácticamente todos los sectores.
Citemos dos ejemplos. El gigante asiático clasifica como hoy la tercera economía del mundo y se pronostica que pronto sobrepasará a Japón como la segunda. En los pasados Juegos Olímpicos desplazó a Estados Unidos de su posición de puntero en la tabla de medallas.
Pero la referida celebración mantiene mucho de su originalidad y todos los elementos que la hacen un suceso único, en el que destaca sobremanera la reunión familiar, cena incluida, para juntos esperar el advenimiento del Año Nuevo Lunar, esta vez con el Tigre de signo, según el calendario chino. Si se necesita tiempo, lo hay, una semana de vacaciones.
Y esa realidad se repite año tras año, a pesar de los cambios. Con el desarrollo y la creciente urbanización resultado del proceso de reformas y apertura, en China surgió el fenómeno de los trabajadores migrantes, para quienes la vida hoy es muy diferente no solo desde el punto de vista económico, sino también social.
Unos 150 millones de ellos están repartidos por los principales centros económicos del país, pero ni la separación de la familia ni el nuevo entorno atentan contra la celebración. El regreso a casa por estos días siempre es una meta impostergable.
Esa realidad refleja la fuerza de la tradición, máxime si el retorno impone vencer los obstáculos asociados a un viaje cuando el transporte enfrenta la temporada de mayor demanda y a veces afectado por inclemencias del tiempo responsables de cierres de aeropuertos y carreteras, entre otras consecuencias.
Tanta planificación, esfuerzos, gastos y tiempo son premiados con el reencuentro con los seres queridos y la posibilidad de cenar con ellos como pocas veces. En la mesa muchos de los platos representan buena suerte y felicidad. El pescado es uno de ellos por estar asociado a la abundancia. A la alegría aportan regalos y los fuegos artificiales, hoy más controlados para evitar incendios y accidentes.
Con la celebración, algunas supersticiones se vuelven a recordar, sobre todo las vinculadas al Tigre, uno de los 12 animales del zodiaco chino.
Muchos son los cambios, pero todavía hay quienes creen que las niñas nacidas en el año del felino mayor son muy agresivas. Otros tratan de aplazar la procreación en esa etapa por considerar al tigre un animal bravo y cruel, características no deseadas para sus herederos.
Algunos siguen fiel a la creencia de no pelarse hasta pasado un mes de la noche vieja y así evitar una muerte temprana. Otros limpian bien la casa antes del nuevo año con la promesa de no tocar la escoba durante cinco días y retener la buena suerte.
Cierto que entre la nueva generación estas concepciones ceden terreno, pero todos las conocen y siempre hay quienes la defienden.
Todo ello en medio de una modernidad que va desde un programa de televisión especial por esta ocasión, de cinco horas, hasta las felicitaciones y el deseo de bienestar vía Internet o a través de un mensaje con un teléfono celular. De esta forma la tradición asimila lo nuevo, pero sólo para sobrevivir y perpetuarse, incluso en las comunidades china en el exterior. (Prensa Latina)
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