Forlán no perdona y mete al Atlético en las semifinales
A la espera de mejores noticias, el Atlético se aferra a la Copa para salvar la temporada. Está a un paso de la final tras superar al Marbella, un Segunda B en puestos de descenso, y apear de manera agónica a Recreativo y Celta, dos Segundas de mitad de la tabla hacia abajo. Ahora le espera el Racing de Santander. Nadie se acordará del camino si al final levanta el trofeo y se cuela en Europa, pero conviene tenerlo en cuenta para no equivocar juicios: el Atlético sigue en obras. Con todo, más delicado está el Celta, que al menos ha encontrado en su peripecia copera un camino para rescatar a una afición que había desertado del estadio. Ayer regresó impulsada por la ilusión de un equipo conformado por ocho gallegos, en su mayoría jóvenes que han devuelto el orgullo perdido a la Galicia celeste. Se encontró con una apuesta sin dobleces cocinada por Eusebio, que formó un grupo descarado, incapaz de especular. Le valía el empate sin goles, una buena noticia cuando el pasado más reciente se zanja con cuatro victorias en los catorce partidos jugados esta temporada en Balaídos, pero el Celta subió líneas y abrió el campo, presionó con disciplina y pericia para recuperar el esférico en zonas sensibles para el rival. Por ellas transitaba Trashorras para encender a los agitadores Aspas y Abalo. Era el mismo plan que funcionó en la ida y que no cambió siquiera ante el vértigo de estar a un paso de las semifinales y en un estadio abarrotado de incondicionales. Partidos como el de ayer acelerarán el aprendizaje de los jóvenes que comanda Eusebio.
Ganó el Atlético, equipo pequeño de grandes futbolistas. Al menos ayer, esforzado. Ganó por oficio y porque aprovechó un monumental error defensivo del Celta para jugar a favor de marcador y manejar los tiempos ante un rival sin pelos en la barba. Le bastó un único disparo a gol en la primera parte, una perfecta definición de Forlán tras aprovechar una torpeza de Noguerol, que se creyó Beckenbauer y dejó al uruguayo solo ante Yoel. Hasta entonces el Atlético había realizado una labor aseada para capear el arreón inicial del Celta y articular alguna respuesta por los costados para encontrar a Agüero. Fue a remolque, pero marcó y halló la comodidad porque la eliminatoria, al margen de su resolución, deja una lectura: el Atlético ha sido incapaz de hacerse con la pelota ante un Segunda que pelea por la permanencia y que aprovechó la Copa para dar minutos a sus futbolistas más inéditos. Sólo el lateral luso Vasco Fernandes repitió ayer de inicio respecto al once que presentó Eusebio el pasado fin de semana en Huesca.
Al Celta le dolió el gol de Forlán. No se apuró, pero dejó de encontrar a Trashorras y por ahí se anuló su fútbol de ataque. Botelho y Abalo, que ocupaban los flancos, dejaron de recibir juego y Aspas se fundió en carreras estériles, lastrado como estaba por una amonestación inicial que supone una seria advertencia en un futbolista de carácter volcánico. Eusebio lo entendió así y le retiró en beneficio de Joselu, el nueve de referencia al que había renunciado en las dos horas y cuarto que llevaba de eliminatoria. El retoque y, sobre todo la prudencia, le devolvió el control. Creció el Celta y se empequeñeció, más si cabe, el Atlético, que incluso tuvo que pegar más de lo aconsejable para frenar a los rivales más revoltosos y esperó el contragolpe para cerrar el partido. Lo pudo conseguir Simao, que ayer tuvo recorrido y trabajó de área a área; también Forlán, tras una genialidad de Agüero, pero Yoel dio vida a su equipo e impulsó un final a cara y cruz en el que reapareció Trashorras, un orfebre que merece las letras góticas que identifican su apellido en la camiseta. Apretó el Celta, tan bravo como desafortunado Joselu para rematar al larguero a falta de seis minutos, derrotado al fin, pero de pie. (El País de Madrid)
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