Los rasgos de la cara desenmascaran a un mal político o a un aplicado empleado
Unos pómulos prominentes y una nariz ancha hablan de una persona con una importante carga humana. Un surco central recorriendo a lo ancho la frente de un directivo revela que combina equilibradamente reflexión con pragmatismo, imaginación y decisión. Un político con un perfil del rostro 'en ocho' (con la parte media de la cara, la de las emociones, menos desarrollada) delata una naturaleza con una peligrosa inclinación a la corrupción. Que la cara es el espejo del alma es algo que todo el mundo sabe. Pero sólo unos pocos pueden extraer de unos simples rasgos las revelaciones más profundas de una personalidad.
Teclear Morfopsicología en Google arroja apenas 14.000 resultados: una nimiedad en medio de la inmensidad informativa de Internet. La disciplina que se ocupa de desentrañar a través de la fisionomía los secretos del ser humano sigue siendo una gran desconocida en España, vista por muchos casi como ciencia ficción.
«La gente tiene miedo de que se descubra su verdadera alma». Julian Gabarre (22.000 resultados en Google) no lo duda. No en vano, fue el primer español diplomado por la Sociedad Francesa de Morfopsicología. Él sabe ver paciencia en la forma de una mandíbula, tendencia al chismorreo en una boca grande o propensión a los despistes escolares en el rostro estrecho y los ojos grandes de un niño.
Gabarre (Grañén, Huesca, 1947) no se queda en la teoría. Lleva cuatro décadas asesorando a empresas en la contratación de personal, con más de 4.000 empleados seleccionados. Cuatro fotos del candidato bastan al experto para desnudar su personalidad. Una de frente sirve para ver «cómo se vende el individuo, su careta». Pero son los dos perfiles los que revelan su verdadera cara: su sentido de la fidelidad a la empresa y si es un trabajador o un vago. «De lado, uno no puede controlar su gesto y se delata», detalla el morfopsicólogo.
Las empresas que emplean el método de selección de Gabarre (también lo hace por Internet) han mejorado sus resultados. Durante 18 años, su papel fue decisivo en la contratación de 2.000 sanitarios del grupo Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón. Pómulos suficientemente diferenciados y una nariz carnosa (señales de una persona con capacidad para las relaciones humanas y el afecto), una boca lo más pequeña posible (prueba de alguien ahorrador) y una mandíbula suficiente (perseverancia) aunque no demasiado angulosa (indicativo de un individuo paciente)... Rasgos como estos buscaba el experto en los aspirantes, características muy necesarias en los hospitales del grupo, especializado en tratamiento psiquiátrico. El mayor calor humano que el personal empezó a trasladar a los pacientes se convirtió en el mejor tratamiento. Los enfermos necesitaban menos medicación y acortaban su tiempo de ingreso. Resultado: las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón lograron un «superávit millonario» en un sector tradicionalmente muy deficitario.
Hasta una veintena de empresas han confiado en los métodos de Gabarre. Restauración, automoción, mercado inmobiliario, ortopedia, publicidad, textil... Las firmas asesoradas por el morfopsicólogo pertenecen a los más variopintos sectores. Mausa S. A., especializada en la distribución de materiales de construcción, también ha experimentado en sus cuentas anuales las ventajas de examinar cuidadosamente las caras de sus empleados: mientras sus competidoras han registrado un pronunciado descenso en las ventas, Mausa mantiene sus cifras.
Pero el morfopsicólogo no sólo analiza a los subalternos. También escruta con sus analíticos ojos las fotos de los jefes. «Los superiores suelen contratar a quienes piensan como ellos y así no suman ni multiplican, se quedan igual. Hay que buscar perfiles complementarios. Como los cables eléctricos. En contacto, se repelen. Bien combinados, permiten conducir la luz».
Identificó a 10 delincuentes
¿Y cómo sería la cara del directivo perfecto? Una mandíbula fuerte y diferenciada, lo que le dará voluntad; una frente no muy recta ni muy inclinada, con un surco que la recorra a todo lo ancho, prueba de que combina planificación y agilidad mental para responder a imprevistos; y una nariz estilizada y con las aletas medianamente abiertas, con unos pómulos no muy anchos, completarán el rostro del jefe modelo con una última cualidad: capacidad para dirigir equipos sin una excesiva implicación.
«Buff...». Gabarre resopla cuando se le pregunta por el rostro del político perfecto: «Hay muy pocos. La mayoría son vagos y falsos». Se muestra mucho más rápido a la hora de describir el perfil tipo de un mandatario «con tendencia al choriceo». Las zonas cerebral e instintiva (partes superior e inferior de la cara) más desarrolladas y la parte central (la de las emociones) más estrecha delatan unos pensamientos al servicio de intereses personales, «sin tener en cuenta a los ciudadanos».
Que el morfopsicólogo es capaz de ver el delito en la faz de una persona es algo que confirma la propia Policía Científica. «Examinados diez rostros de diferentes delincuentes, Gabarre determina en todos ellos la causa de la posible detención», puede leerse en un certificado expedido por el jefe del Grupo de Fotografía y Procesos de la Imagen de la Policía de Barcelona. Tras estudiar a una decena de detenidos, el experto fue capaz de identificar a los dos estafadores, un par de atracadores, cuatro autores de robos con fuerza y dos arrestados por lesiones. «No soy ningún adivino. Simplemente deduje qué delito habrían cometido mediante la tendencia natural de su rostro». Según su dictamen, el 90% de los seres humanos tenemos tendencias para delinquir; que lo hagamos o no, depende del entorno en que nos movamos.
Gabarre, prudente, opta por no dar un perfil tipo del rostro de un delincuente: «Sería estigmatizar a determinados individuos». Al igual que tampoco acepta revelar los rasgos característicos (que los hay) de una persona con propensión a ser infiel a su pareja. Prefiere usar su consulta de Barcelona como escenario en el que reconducir crisis sentimentales. «Si hay alguien desenamorado, yo no soy ningún brujo». Pero Gabarre ha sido testigo de cómo muchas relaciones que llegan rotas a su despacho «acaban fundidas en besos». El secreto, algo a la vez sencillo y complejo: hacer ver a cada miembro de la pareja los puntos frágiles del otro a través del rostro. El morfopsicólogo recibió no hace mucho a una joven con el mentón y la nariz muy puntiagudos. Era muy vehemente en las discusiones y «agresiva y zahiriente». Su pareja tenía la zona central de la faz (emociones) muy desarrollada. Era tremendamente sensible. Se habían separado dos veces. «Tres horas de terapia y acabaron abrazándose».
Otro caso. Una adolescente de 18 años acudió con sus padres a la consulta de Gabarre. Con un brillante expediente académico (8,60 de media), la joven quería recabar la opinión del experto acerca de la carrera que había decidido hacer: Periodismo. Él no lo vio claro en sus facciones. «Eres poco flexible en las relaciones interpersonales, insegura y no eres competitiva». Los progenitores de la inminente universitaria asintieron asombrados. «Por contra, tienes un elevado sentido de la Justicia y eres muy independiente». El analista le recomendó hacer Derecho y opositar luego para juez. El experto asegura que ahora se siente realizada. Su cara habló por ella.
0 comentarios