Prohibidos los besos 'demasiado apasionados' en un conjunto residencial de Medellín
El administrador tomó la medida por los 'excesos amorosos' que se dan en la plazoleta. "Se encuentran prohibidas las visitas de novios o parejas con expresiones de afecto exageradas que atenten contra la moral pública (...)".
No es un convento. Tampoco una iglesia. Es la plazoleta principal de la urbanización Nueva Villa de Aburrá, en el centro occidente de Medellín, donde conviven unas mil personas en 238 apartamentos desde hace 27 años.
El mensaje, aunque claro, tiene a más de un visitante de este sector -donde también confluyen bares, restaurantes y hasta peluquerías- con muchas dudas. Y todo por la foto que lo acompaña: una mujer y un hombre aparecen dándose un beso pero una raya negra refleja la prohibición.
Fue la única idea que se le ocurrió al administrador de la urbanización, Santiago Jaramillo, para frenar las "exageraciones amorosas" que unas 2 mil personas que cada fin de semana llegan a la zona, expresan en andenes, escaleras y hasta entradas a los apartamentos.
El sector, según Jaramillo, es "una plazoleta privada pero de uso público". Por eso, aunque existe vigilancia privada y prohibición para que los sitios estén abiertos después de las 11 de la noche, los bares y discotecas reúnen a las personas hasta altas horas sin ningún control.
"Y allí es donde los besos se convierten en actos sexuales que no podemos permitir", dice Jaramillo, un administrador de complejos urbanos de 30 años, quien acepta que la imagen que acompaña la prohibición "puede ser confusa pero no es posible ponerle otra de una relación sexual, porque acá hay niños".
Según varias denuncias ante la Alcaldía y la Policía, en la urbanización "se usan las zonas verdes y jardineras como sanitarios públicos y lugar para tener relaciones sexuales". Incluso, algunos vecinos aseguran que es normal ver parejas haciendo el amor, ropa interior femenina tirada en el suelo y preservativos usados arrojados en toda la plazoleta y los alrededores.
Cristian Restrepo, un fotógrafo profesional de 29 años, y su esposa, Mariluz Pereira, quienes viven en la urbanización, dicen que la prohibición es buena. Pero otros aseguran que intentar coartar las expresiones amorosas es "el colmo". (El Tiempo)
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