Ultimas jirafas de Africa Occidental se vuelven a multiplicar
Amanece y el guía Zibo Mounkaila viaja en la caja de una camioneta que recorre un paisaje de pedregosa tierra naranja, en busca de los animales más altos del planeta.
Las jirafas de Africa Occidental andan por aquí, entre la escasa vegetación y los poblados de casas con cúpulas de paja. Hace un tiempo, sin embargo, nadie esperaba que aún estuvieran vivas.
La llamada Giraffa camelopardalis peralta _uno de nueve tipos de jirafa_ es la subespecie animal en mayor peligro de extinción de Africa. Hace 100 años, había miles desde la costa atlántica de Senegal hasta Chad, en el corazón del continente. Al comenzar este siglo, su mundo se limitaba a un área al sureste de Niamey, la capital nigerina, de apenas unos 240 kilómetros (150 millas) de largo.
En 1996, quedaban unas 50. No obstante, en lugar de desaparecer, las jirafas se recuperaron de manera milagrosa y hoy son más de 200.
Los expertos dicen que esto se debió a varios factores: el trabajo de los conservacionistas, un gobierno que aprecia los posibles ingresos extra y la aceptación de los animales por los habitantes locales.
Hace 10 años había unas 140.000 jirafas en todo el continente, según Julian Fennessy, creador de la Fundación para la Conservación de las Jirafas, en Nairobi, Kenia. Hoy, hay menos de 100.000 ejemplares, a causa de la caza, las guerras, la desertificación y la explosión demográfica que han destruido y dividido sus hábitats. Sólo alrededor de la mitad de las jirafas viven en parques protegidos.
La caza está prohibida en varios países y algunos, como Kenia, han quitado la carne de jirafa del menú de los restaurantes turísticos que la solían servir. Aún así, dijo Fennessy, falta generar más conciencia sobre el peligro de extinción de las jirafas.
"Si no lo hacemos, las cifras seguirán bajando", dijo.
Omer Kodjo Dovi, de la Asociación para Proteger las Jirafas de Níger, contó cómo el coronel Ibrahim Bare Mainassara, quien asumió la presidencia en un golpe de estado en 1996, mandó a sus soldados a capturar cinco jirafas como regalo para el dictador de Burkina Faso. Tres de los animales murieron: pesan hasta 1.000 kilogramos (2.200 libras) y corren hasta a 55 kph (35 mph), pero si se caen les cuesta volver a pararse y pueden morir.
Hacia 1998, el gobierno de Níger comprendió que las manadas estaban por desaparecer para siempre y prohibió cazarlas. Matar una jirafa se castiga hasta con cinco años de prisión y multas demasiado altas para los granjeros nigerinos.
El resultado fue sorprendente: para 2004, las jirafas se habían duplicado.
El gobierno "se dio cuenta que tenía un recurso biológico y turístico invalorable: la última población de jirafas en Africa Occidental", dijo Jean Patrick Suraud, un científico francés que trabaja con la asociación.
Sin embargo, en 2004, otra vez llegaron los camiones con soldados: el presidente Mamadou Tandja quería enviar un par de jirafas a su par de Togo. El diario independiente Le Republicain publicó fotos de la cacería.
"Lo hicieron como vaqueros", dijo Suraud. "Estos animales son grandes y frágiles. Se pueden morir de estrés fácilmente".
Atadas, con los ojos vendados y sedadas, las jirafas fueron cargadas en camiones, pero murieron antes de llegar a la frontera.
Las pieles de jirafa se usan para tambores, contenedores de agua herméticos y hasta zapatos. Sus huesos sirven para moler granos y hay quienes creen que pueden traer la lluvia. Mounkaila, el guía, dice que algunos piensan que los pelos de jirafa ayudan a la fertilidad.
Sin embargo, los pobladores de la zona de Koure piensan que las jirafas no sirven para casi nada, dijo Suraud, ya que no se las puede cazar para comer ni domesticar. Por eso, la asociación ofrece préstamos y asistencia a quienes apoyan la causa de las jirafas, entre otras cosas, al no cortar árboles y arbustos que los animales comen.
El grupo construyó pozos de agua, plantó árboles y educó a guías turísticos como Mounkaila. Los turistas pagan aranceles de 10 dólares al gobierno.
Desde 1996, la población de jirafas en Níger aumentó 12% por año, tres veces más que en el resto del continente, según Suraud. El peligro más grande que enfrentan es la pérdida de su hábitat, ya que los pobladores talan árboles para vender la madera o para hacer lugar a sus cultivos.
En la penumbra del amanecer, Mounkaila se acerca a una familia de cinco jirafas que come de unos árboles humedecidos por la lluvia reciente. Da una pitada a su cigarrillo mientras camina hacia ellas. Menciona que pueden llegar hasta casi siete metros (20 pies) de altura, comen 30 a 40 kilogramos (65 a 85 libras) por día, viven unos 25 años y pueden sobrevivir semanas sin agua.
"No siempre fue como ahora", dice el guía, de 50 años. "Cuando yo era chico, las jirafas eran muchas más, pero eran más difíciles de ver".
Antes había más vegetación que las ocultaba; ahora, no tienen dónde esconderse y deben salir a los claros a buscar comida.
"Son más fáciles de ver", dice Mounkaila. "Pero eso es bueno para nosotros, no para ellas".
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