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CAUSA ABIERTA

Clooney, el encantador

Clooney, el encantador George Clooney revoluciona el festival de Venecia por tercer año consecutivo´. El actor regresa con una comedia con el alma copiada de los hermanos Coen.
La israelí 'Lebanon' (rodada dentro de un tanque) se coloca entre las favoritas. Clooney es encantador. Se le nota en la sonrisa, en la gracia con la que toma Nespreso y en la naturalidad con la que peina canas. Se diría incluso que está encantado de conocerse. Esto se aprecia por el olor que desprende la envidia (la de los otros a su paso). Es rico, guapo y vive en Como como quiere. ¿Cómo? En Como. Además su novia se llama Elisabetta Canalis. Así las cosas, y por tercer año consecutivo, el actor desembarcó en el Lido veneciano como sólo él sabe hacerlo: muy metido en el papel de Clooney. Sala de prensa a rebosar y la muchachada excitada desde media mañana. Presentaba, acompañado de Ewan McGregor, 'The men who stare at goats' o, si se prefiere, una comedia, como el protagonista, muy metida en su papel de comedia para listos, es decir, muy consciente de que hace gracia, de que es inteligente, de que su actor principal se llama, en efecto, Clooney. ¿Y que tiene él que no tengan los demás? Más allá de lo evidente, la clave es el autocontrol. Por enésimo año consecutivo, la prensa del mundo se puso de acuerdo para proponer las mismas cuestiones de siempre. ¿Cuándo se casa? "Me remito a la respuesta del año pasado". Después de compartir su vida con un cerdo macho ¿se imagina pareja de otro hombre? "Puedo leer la mente y sé lo que está pensando". Y así, hasta el infinito y más allá.
Hasta hubo un sujeto no identificado que le pidió matrimonio y se desnudó (o al revés). Alguna pregunta con sentido se escapó: ¿Qué le ha pasado en la mano (lucía un aparatoso vendaje en la mano derecha)? "Me he cortado con un papel. Una tontería. No ha sido como en otra ocasión por culpa del béisbol. Lo que queda mejor. Sé lo que está pensando [de nuevo] y debería avergonzarse de pensar esas guarrerías". Qué gracioso, qué risas. Y así una y otra vez (y lo que te rondaré morena). Las referencias a la lectura del pensamiento vienen a cuento de la película. Grant Heslow, el director, propone, según el libro homónimo de Jon Ronson, un bonito disparate: la existencia en el ejército americano de soldados con poderes paranormales. Entre las capaciades de la soldadesca: leer la mente. Hemos llegado. "Lo realmente divertido es que las partes más estúpidas de la cinta son las más cercanas a la verdad", comenta el propio Clooney. Lo que sigue es una película de los hermanos Coen, pero sin los Coen. Hasta Jeff Bridges se hace presente en una suerte de reedición del mejor personaje de su carrera (y de todas las carreras posibles): el Nota (o Dude) de 'El gran Lebowski'. Igual que en las cintas de los directores de 'Quemar antes de leer', la comicidad no es una característica que se desprenda de la simple historia como la carcajada brota de un tartazo. En este caso, el director cuenta con la habilidad del espectador para reconocer las situaciones cómicas y, por tanto, la narración juega a ir por delante. Es decir, se busca la complicidad. Estamos delante del juego elemental en el que uno sabe que el otro sabe, que asu vez sabe que el otro también sabe... Estamos delante de lo moderno, vamos.
Pero no nos enredemos, que la pantalla del ordenador da para pensar lo justo (ya saben, las prisas de las nuevas tecnologías). Lo que queda claro es que Clooney es un experto en esta asignatura. Chiste que acaba, chiste que corona con una pausa seria seguida de un codazo cómplice en forma de sonrisa. Luego la carcajada. El problema se encuentra en la habilidad de que disponga el responsable para administrar con inteligencia la fórmula. Los Coen son genios. Heslow, a juzgar por esta cinta, quizá lo será. Pero, a fecha de hoy, no lo es. Como nadie está libre de envidia (y menos nosotros), diremos que el gran George se pasa: de repente, resulta demasiado consciente de lo 'guay' que resulta. Solución: que vengan los Coen y lo arreglen.
Fantástica 'Lebanon'. En cualquier caso, con tanto Clooney alguno podría pensar que el día no daba para más. Mentira. Retengan el nombre: 'Lebanon', de Samuel Maoz. Magnífica. La película, ambientada en la guerra del título, está rodada íntegramente en el interior de un carro de combate israelí. Tal cual. El director juega a ahogar la respiración; a dejar al espectador con el aliento detenido en la perfecta imagen del horror. Aquí, una explosión. Cierto es que la cinta queda permanentemente deudora de una idea de partida tan brillante como caníbal. Tiene desfallecimientos, caídas en el simple melodrama, presenta errores... Pero lo que cuenta es lo que cuenta: la sensación, brutal e inolvidable, de que el cine puede oler. A miedo. A carne quemada.
Pero hubo más. Antoine Fuqua, el director de la magnífica y carente de concesiones 'Training day', presentó en sesión especial 'Brooklyn's finest'. En manos de este director, el 'thriller' se vuelve grandilocuente, feroz, excesivo. Todo con el adjetivo 'demasiado' delante.
Tres historias de policías, protagonizadas cada una por Richard Gere, Don Cheadle y Ethan Hawke, se cruzan en las calles de Nueva York. La sangre, el fuego, el asfalto y otros atributos de la ira se enredan en una operística invitación al caos. Estamos en la ciudad de ciudades. Violenta, agresiva, ruidosa. Muy ruidosa. Casi tan ruidosa como el paseo principal del Lido a media tarde: llega Clooney. ¿Un nespreso?

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