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CAUSA ABIERTA

El peor incendio en la historia de la isla de La Palma

El peor incendio en la historia de la isla de La Palma

Impotencia, rabia y lágrimas. Todavía hoy, después de que las llamas arrasaran el sábado el municipio de Fuencaliente, en la isla de La Palma, se puede percibir en sus habitantes la sensación de dolor. «Mi madre me despertó gritando a las cuatro de la madrugada y, cuando salí a la calle, todo era como una película de guerra». A Víctor Hernández Pérez, de 31 años, jamás se le olvidará la noche del viernes cuando se inició el trágico incendio. Vive en el barrio de Las Indias de Fuencaliente, y el destino quiso que este licenciado en Náutica pasase ese fin de semana en su casa junto a su familia. «Si no llego a estar aquí, perdemos la casa», relata a ABC todavía con el susto metido en el cuerpo. Una tragedia que sigue activa al no estar totalmente controlado el incendio, ya que ayer se reactivó el foco situado en la montaña de La Horqueta, en los altos de Mazo. «El fuego lo rodeaba todo, había bombonas explotando, aquello no se podía contar con palabras», recuerda. En ese momento, él y sus padres decidieron no ir a ningún lado. Fueron de los pocos que optaron por quedarse. La mayoría del pueblo buscó el refugio cerca del mar y huyeron hacia el faro del municipio. «Nadie nos avisó, los vecinos se fueron de sus casas por su propia voluntad. La organización esa noche fue pésima», opina este joven palmero con voz de rabia. Las tres horas que pasó defendiendo su casa de las llamas fueron eternas. La suerte, según indica, es que su padre lleva algunos años jubilado y «tiene la huerta bastante limpia». Junto a esto, con la única ayuda de una manguera, lograron sofocar las chispas que se acercaban a su hogar: «El sonido del fuego y el olor a quemado no se me olvidará. Hay zonas que parecían derretidas con un soplete». Una de las personas que sí decidió abandonar su casa, junto a su familia, fue Ruperto Hernández. Dueño de una carnicería en este municipio palmero, asegura que esas horas fueron «terribles». Recuerda que esa noche fue el sonido de las sirenas de las ambulancias lo que truncó su sueño. Al salir, vio fuego por todos lados. «Corrimos hacia el mar, era la única escapatoria», relata a este periódico. Su testimonio coincide con el de otros y critica que nadie le dijo qué hacer ni adónde ir: «Cuando decidimos volver a nuestra casa desde el faro fue por nuestra cuenta, porque nadie nos dijo nada. Nadie nos evacuó; sólo cuando oímos las ambulancias fue cuando nos enteramos». (ABC)

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