Millones son atraídos hasta la India por la gurú que abraza
Millones de personas llegan a la población de Amritapuri, desde todas partes del mundo, y vuelven a partir sin haber comprado recuerdos ni visitado hoteles lujosos, pero se llevan algo que perdura en sus memorias: un abrazo. La mujer que ofrece ese suave abrazo es considerada una gurú. Su ternura y su mensaje sencillo ha impulsado a vastas multitudes en diferentes partes del mundo. Parte del encanto de Mata Amritanandamayi o Amma, como es conocida a nivel internacional, son enseñanzas que, dice, transcienden toda fe. "Mi mensaje no es único", dice ella a través de un intérprete. "Existe un solo mensaje capaz de purificar al ser humano, a la naturaleza, a la atmósfera, a la tierra en que vivimos y que vive por sí misma: Ese mensaje es actuar con compasión y amar a todos los seres humanos". Sin embargo, las multitudes que acuden a ver a Amma no lo hacen por su elocuencia o por su dogma o por sus escritos, sino por su abrazo. Por lo tanto, hacen fila y aguardan en sesiones maratónicas de abrazos que pueden prolongarse durante 20 horas o más. Los ayudantes de la gurú dicen que ella duerme muy poco, a veces apenas una hora durante la noche, pero ella muestra su disposición a dar el mismo cálido abrazo tanto al primero como al último de sus visitantes. Aquí, en las márgenes exuberantes del Mar de Arabia, cerca del extremo sur de la India, donde abundan las palmeras y los árboles de cajú, Amma ha construido la capital de los abrazos. Su ashram o centro espiritual, es un laberinto de edificios a los que se llega por lancha o cruzando un puente sobre un río. Finalmente, los visitantes encuentran un auditorio al aire libre donde un grupo de hombres tocan música y cantan. Hay filas de sillas de plástico repletas de personas que aguardan su turno para subir a una rampa, en la parte derecha del escenario. Cuando finalmente logran llegar, ingresan a un espacio tan repleto de personas que es difícil moverse. Ella luce un sari de blanco inmaculado. Su cabello obscuro está moteado de canas y peinado hacia atrás. Su rostro es redondo, sus rasgos suaves. Su sonrisa es luminosa pero imperfecta. Parece más vieja que sus 55 años. Ella ofrece abrazos mientras sus ayudantes la acompañan y le formulan numerosas preguntas acerca de su red de hospitales y de orfanatos, construidos a un costo de varios millones de dólares. La gurú gesticula con frecuencia mientras habla. Cuando llega el momento, el visitante es invitado a arrodillarse ante el trono de Amma, cubierto con una tela dorada. En un instante, ocurre el abrazo. Amma sujeta la cabeza del visitante con fuerza entre su hombro y su rostro. En idioma malayalam dice algo que resulta ininteligible para quien no conoce la lengua. Algunos de los abrazos son breves, otros pueden prolongarse varios minutos. Cuando todo ha concluido, Amma ofrece a su visitante un pequeño regalo, quizás un caramelo o de un trozo de fruta, y la fila sigue avanzando. Según los ayudantes, Amma ha ofrecido sus abrazos más de 25 millones de veces. Amma recibió el nombre de Sudhamani cuando nació en el seno de una familia relativamente pobre de esta región. Se dice que desde su infancia pasó buena parte del tiempo meditando, cantando y orando. Sus seguidores narran todo tipo de historias sobre la gurú, incluido el transformar agua en leche y permitir que una cobra venenosa tocara sus labios con su lengua. Sin importar cuanto hay de mito y cuanto de realidad, lo cierto es que Amma comenzó a atraer seguidores desde su adolescencia. Algunos la ridiculizaron y la acusaron de ser una estafadora, pero la cifra de devotos fue creciendo y muchas personas fueron a visitarla a partir de la década de 1970. Amma comenzó a ser considerada una gurú, pero, a diferencia de otros maestros espirituales hindúes, ella permitió no sólo ser vista, sino tocada. Según algunos, el abrazo de Amma tiene el poder de encender el poder espiritual de otras personas. Sin embargo, los críticos persisten. Acusan al movimiento de Amma de ser un culto a la personalidad. Se preguntan dónde ha conseguido tantos millones de dólares para su organización. Inclusive algunos la vinculan con grupos extremistas. Amma y sus seguidores rechazan las acusaciones. En la actualidad, su fama espiritual ha hecho que crezcan las donaciones para sus esfuerzos de ayuda humanitaria internacional. Nadie pide a los visitantes de su ashram que entregue dinero, pero muchas personas acaudaladas lo hacen y financian sus numerosas organizaciones de caridad, así como los esfuerzos para ayudar a víctimas de catástrofes naturales, como el tsunami en Asia, en 2004. Amma tiene un portal de acceso muy elegante. Sus movimientos pueden ser seguidos en Twitter. Inclusive cuenta con un logotipo. Al concluir sus días excepcionalmente prolongados, Amma sube las escaleras de un simple apartamento situado cerca de su ashram. Duerme sola, pues se ha negado a los numerosos intentos de sus familiares para que se case. Amma sólo estudió hasta los 10 años y parece rehuir comentarios específicos sobre las enseñanzas hindúes, pero su mensaje es claro: La vida consiste en recibir la menor cantidad posible y dar lo máximo, abrazando el núcleo de una fe.
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