Las amazonas modernas son colombianas y pasan la gran vida en Barú
Ellas, que en el pasado vivían resignadas con las ganancias que conseguían sus esposos, son ahora las que mandan en sus hogares en esta exótica isla del Caribe colombiano. Las lugareñas tienen autonomía económica, poder y nuevas y mejores oportunidades de trabajo frente a sus compañeros y ex compañeros, quienes se han visto afectados por el llamado 'turismo de olla'.
La crisis económica de este año provocó que los turistas se amarraran el pantalón y gastaran menos en ostras, la popular 'gafa' pa'l Sol y artesanías, que son los productos que ofrecen los hombres de la isla. Ellas, más prácticas, ofrecen el servicio de masajes, que es el predilecto de los turistas extranjeros, que sí se meten la mano al dril. "Los 'turistas de olla' no compran na'. Todo lo llevan puesto y los extranjeros, por desconfianza al nativo y por recomendación de algunos operadores turísticos, tampoco", dice José William Bello, vendedor, de 25 años. Hoy, las diferencias son notables en Barú a la hora de hacer cuentas. Mientras la mayoría de los hombres gana 50 mil pesos en el mejor de los días, las mujeres pueden llegar a ganar 200 mil pesos. "Los gringos confían más en ellas y creen que uno los va a robar", admite, con tristeza, Armando Villero, vendedor de ostras, de 40 años. Estas diferencias en los ingresos cambió la vida en el corregimiento de Santa Ana, una localidad de 3.792 habitantes, donde vive la mayoría de los vendedores de Barú. Las mujeres, más pudientes que sus compañeros, tienen un bar exclusivo para ellas. Es el sitio de moda, donde hacen plan de amigas, escuchan música en los atronadores 'picós' -parlantes de gran tamaño- y se toman unas cervezas bien heladas, algo que antes era inusual en una isla muy machista. Las mejores oportunidades laborales para las mujeres también han generado unas 15 separaciones en lo que va de este año. Moraima Herrera, una masajista, de 29 años, cabello liso largo y sonrisa coqueta, hace parte de esa lista, y dice sentirse más feliz, más libre y más dueña de su vida, desde que se separó. Ana Josefa Rodríguez, otra masajista, de 57 años, dice que no es que las mujeres ahora manden, sino que, por fin, tienen relaciones de igualdad. "Ya no nos pueden humillar. Si ellos no hacen nada y quieren que uno los mantenga, pues los dejamos y ajá". Lisbeth Pérez, trabajadora social de Corplaya, que tiene varios programas en Santa Ana, dice estar sorprendida. "Nunca había visto esto en la costa. Ahora, los hombres casados hacen el trabajo duro y las mujeres son las que ganan plata y toman más cerveza". Claudia Oyola, directora en Cartagena del Programa Presidencial para la Equidad de la Mujer, sostiene que lo importante de este fenómeno es que las mujeres empezaron a tener relaciones de equidad en Barú. El caso contrasta con lo que se vive en Cartagena, donde el programa 'Cartagena cómo Vamos' demostró que las mujeres de la ciudad reportan ingresos inferiores a los de sus compañeros. Ahora, cuando un turista se aproxima a las playas de Barú, puede observar a unos 25 hombres desesperados por venderle ostras, gafas para Sol o artesanías. Detrás de ellos, el visitante podrá observar a unas calmadas mujeres que aguardan el mejor momento para ofrecer sus masajes. Saben que, ahora, ellas son las que mandan en la isla. (El Tiempo)
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