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CAUSA ABIERTA

Las afganas maltratadas toman las riendas de sus vidas y optan por el divorcio en vez del suicidio

Las afganas maltratadas toman las riendas de sus vidas y optan por el divorcio en vez del suicidio

Después de las constantes palizas, torturas e intentos de asesinato por parte de su esposo, Zahra, de 35 años, trató de quemarse a lo bonzo para escapar de su matrimonio. Luego se enteró de que había una opción más segura: el divorcio. Zahra forma parte de un creciente número de mujeres de la provincia de Herat, en el oeste de Afganistán, que, con la ayuda de una organización benéfica, se han enfrentado a las leyes patriarcales para obtener el divorcio, un tabú en este estado fervientemente musulmán y anteriormente gobernado por el régimen talibán. "No tuve un solo día de felicidad con mi marido (...) él no era un ser humano. Me golpeaba a diario", dijo la mujer, mostrando las heridas en su pierna y pie derechos donde su marido la electrocutó deliberadamente. Tras casarse a los 14 años, Zahra, que se negó a dar su nombre completo por seguridad, dijo que había sufrido años de abusos. Luego, una disputa con sus suegros por una propiedad convirtió su matrimonio en una pesadilla total. "Me quisieron matar en tres o cuatro ocasiones. Una vez me dieron veneno para ratas (...) No puedo salir por el divorcio y mis cuatro hermanos me están buscando; me quieren matar," dijo la mujer. El divorcio le costó la custodia de sus siete hijos y dos hijas e hizo que su padre renegara de ella. Inicialmente, su ex marido le permitió conservar a sus hijas con la condición de que no se volviera a casar. Pero su situación financiera, en un país donde las mujeres rara vez trabajan, era tan precaria que con el tiempo volvió a casarse y, cuando su ex se enteró, le arrebató a las hijas. Suraya Pakzad dirige un refugio para mujeres en Herat y ha ayudado a varias, incluyendo a Zahra, a divorciarse. Dice que sus programas, que informan a las mujeres sobre el divorcio, las disuade de inmolarse y las ayuda a enfrentarse a la ley de divorcio. El número de divorcios se ha duplicado en Herat en los últimos dos años, según Pakzad, mientras que los casos denunciados de inmolación han disminuido. "En 2006 tuvimos 98 casos de mujeres que se suicidaron prendiéndose fuego (...) en 2008, hubo unos 73 casos, de modo que desde luego que ha habido una disminución", dijo Pakzad. "Cuando bajamos el número de inmolaciones, el número de divorcios automáticamente ascendió porque las mujeres se dieron cuenta de que no podían resolver sus problemas prendiéndose fuego", explicó. Bajo la ley islámica de Afganistán, un hombre puede divorciarse sin necesidad del acuerdo de su esposa. Pero si una mujer busca el divorcio ella debe obtener la aprobación de su esposo y necesita testigos que puedan dar cuenta ante la Justicia de que la separación está justificada. "Un hombre puede decirle al tribunal que la conducta de su esposa es inapropiada, que no se comporta bien en la casa y que se quiere divorciar. Un hombre decide el futuro de una mujer con un pedazo de papel," dijo Maria Bashir, jefa de la fiscalía de Herat. Una mujer puede solicitar el divorcio alegando que su esposo está ausente durante largos períodos, que no puede mantener a su familia, económicamente o porque es físicamente incapaz de hacerlo, si él es impotente o abusa de ella al punto que su vida pueda estar en riesgo, explicó Bashir. Para conseguir el consentimiento de su esposo para el divorcio, las mujeres eran forzadas a permitir que su esposo y su familia se queden con los hijos, una posibilidad que disuadió a muchas mujeres maltratadas. "Las mujeres prefieren la muerte al dolor de ser separadas de sus hijos. Este es el motivo por el que muchas mujeres, antes de consultar a la Justicia, recurren a la inmolación, a suicidarse o a escaparse", agregó Bashir. Pakzad trasladó su oficina de Kabul a Herat, un lugar mucho más conservador que la capital, aunque tal vez es la ciudad más próspera de Afganistán debido a la mayor seguridad y el creciente comercio con los países vecinos. "En Kabul, el acceso de las mujeres a las finanzas o a la economía está mucho más limitado que en Herat, pero tienen mayor acceso a la libertad. El clima para las mujeres es más fácil y más relajado", explicó Pakzad. "Las familias afganas piensan que una mujer no debe divorciarse, sin importar por lo que pase. Ella debe morir antes de pedir el divorcio," agregó Pakzad. Pakzad conecta a las mujeres con una de las cinco o seis firmas de abogados en Herat que reciben casos de divorcio. Ellos acuden a la Justicia con la mujer, que además puede recurrir su caso si el fallo no es satisfactorio. Pero los costes, la dificultad de acceder a abogados y el enorme estigma que acompaña el proceso hacen que la mayoría de las mujeres nunca lleven su caso ante los tribunales. "Las mujeres saben esto y es por esto que tienden a tolerar sus problemas", dijo Pakzad. "No queremos trabajar en contra de la ley. Nuestro enemigo es el régimen talibán y no queremos hacer del Gobierno otro enemigo, pero la ley debe cambiar y necesitamos una sesión (parlamentaria) para cambiar esto", agregó Pakzad. A unos pocos kilómetros de allí, en el único hospital de Afganistán dedicado a las "khod soozi," o quemaduras auto infringidas, trabaja el doctor Mohamad Aref Jalali, que confirmó la existencia de menos cantidad de casos de autoinmolación en Herat en lo que va del año comparado con 2008, al que no le sorprende que sus pacientes probablemente jamás contemplen el divorcio. "El problema en un 80 por ciento es que las mujeres afganas son analfabetas y no tienen los medios para solucionar sus problemas, por lo que recurren a medidas extremas y desesperadas, como el suicidio", dijo Jalali. El año pasado, de las 85 pacientes admitidas en su guardia, 63 murieron por las quemaduras autoinfringidas.

 

 

 

 

 

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