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CAUSA ABIERTA

Cuando el fútbol mató a 6.000 personas

Cuando el fútbol mató a 6.000 personas

Tres partidos entre las selecciones de El Salvador y Honduras ayudaron a que estallara una sangrienta guerra entre ambos países · Una joven se suicidó cuando Honduras marcó un gol a su rival · Los jugadores fueron acosados en el país 'enemigo' Cuando El Salvador invadió Hunduras, un 14 de julio de 1969, las pintadas resistentes de los hondureños afloraron en las paredes. Entre mensajes bélicos que conminaban a "degollar al agresor" y arengas patrióticas, una frase en una pared de Tegucigalpa hablaba de cómo el fútbol había ayudado a que un terrible conflicto bélico estallase entre El Salvador y Honduras: "¡Vengaremos el 3 a 0!", se podía leer. Detrás de esa bravuconada había demasiada relación entre el fútbol y la guerra. Fue una macabra casualidad que las selecciones salvadoreña y hondureña se enfrentaran en la previa del Mundial de México de 1970 justo cuando la tensión entre ambos países crecía. El conflicto era por la tierra: 300.000 emigrantes salvadoreños en Honduras poseían tierras que reclamaban los hondureños. Cuando el gobierno de Tegucigalpa decidió satisfacer las demandas de sus ciudadanos, no recurrió a las tierras de sus terratenientes o de las empresas estadounidenses: optó por expulsar a los inmigrantes salvadoreños. La 'razón' asistía a ambos bandos: los campesinos hondureños se morían de hambre mientras emigrantes del país vecino explotaban sus tierras, y los salvadoreños penaban por la violencia que sufrían sus emigrantes, acosados hasta el extremo. La tensión crecía entre ambos países, pero, quizá, el fútbol encendió la chispa.

 

Un gol, un suicidio


En el partido de ida de la eliminatoria, en Honduras, los jugadores de El Salvador no pudieron dormir en toda la noche. Hinchas hondureños rompían los cristales de sus habitaciones del hotel, hacían ruido y los insultaban. Perdieron 1-0, un deshonor que una salvadoreña no pudo soportar: cuando Honduras marcó, en el último minuto por medio de Roberto Cardona, agarró una pistola y se pegó un tiro. La prensa se encargaba de azuzar los sentimientos nacionalistas. Un periódico escribió que la joven "no había podido soportar la humillación a la que fue sometida su patria". Su funeral fue cuestión de Estado: a él acudieron el presidente del gobierno y todos sus ministros, así como la selección de fútbol en pleno, que vio cómo su regreso al país fue un drama lleno de insultos e intentos de agresión a los que habían manchado el orgullo del país con su derrota. A la vuelta, en San Salvador, la tensión era insoportable. Los jugadores hondureños sufrieron un grado más de acoso en terreno enemigo: por la noche, rompieron sus cristales y lanzaron ratas muertas por ellos. Perdieron 3-0, y el seleccionador hondureño dio gracias por haber perdido: habían tenido que ir al campo en carros blindados, y las peleas fueron constantes. Quién sabe lo que hubiera pasado si llegan a ganar. El tercer partido de la serie, en terreno neutral (México), lo vieron las hinchadas de ambos países separadas por 5.000 policías. (Marca)

 

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