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CAUSA ABIERTA

Sotomayor aspira a entrar en una de las cortes más poderosas del mundo

Sotomayor aspira a entrar en una de las cortes más poderosas del mundo

La gran atención que atrae la primera audiencia del proceso de confirmación de Sonia Sotomayor como magistrada del Tribunal Supremo de Estados Unidos refleja el lugar extraordinario de esa corte en el sistema de gobierno del país. En otras naciones la designación de un nuevo integrante de la máxima corte anima las conversaciones en las fiestas de los abogados, pero no genera el debate nacional en el que está inmerso Estados Unidos por las peculiaridades de su estructura de poder. El aborto, la pena de muerte, los derechos de los homosexuales o los poderes del presidente en la lucha contra el terrorismo son asuntos que en ese país al final deciden nueve letrados de toga, nombrados de por vida y sin necesidad de rendir cuentas a nadie. "El proceso de confirmación es el único momento en que garantizamos que la gente en la que depositamos una responsabilidad enorme es la correcta", dijo a Efe Stephen Vladeck, profesor de derecho de American University. Si no hay ninguna sorpresa de última hora, Sotomayor entrará al club más selecto de la judicatura a los 55 años y dejará su marca en el cuerpo legal del país previsiblemente durante décadas, según los expertos. "En Estados Unidos, todas las cuestiones importantes terminan en el Tribunal Supremo", dijo Melvin Urofsky, profesor de historia de la Universidad de Virginia. "En muchos otros países los grandes temas son decididos por la Legislatura", explicó. La posición clave del Tribunal Supremo en el sistema de gobierno del país se debe tanto a su cultura como a su tradición legal. A principios del siglo XIX el pensador francés Alexis de Tocqueville ya observó que apenas hay cuestiones políticas en Estados Unidos "que tarde o temprano no se resuelvan como cuestiones judiciales". Para Urofsky esa observación aún es válida. "Nosotros no provocamos disturbios, no nos disparamos unos a otros para zanjar las disputas. Nosotros vamos a juicio, por eso tenemos más abogados per cápita que ningún otro país. Nosotros ponemos demandas, así es como resolvemos nuestras dificultades", explicó. Y esas demandas, cuando atañen a los asuntos más espinosos, eventualmente acaban en la corte máxima del país. Además de la proclividad de los estadounidenses a ir a juicio, el Tribunal Supremo de Washington tiene más influencia que los de otros países porque Estados Unidos sigue la tradición legal anglosajona, por la cual los jueces emiten dictámenes que crean precedente incluso cuando no hay una ley sobre el caso en cuestión. En cambio, en la Europa continental y América Latina impera la tradición legal romana, en la que los jueces se ciñen estrechamente a interpretar los códigos y no se pronuncian en asuntos que caen en lagunas legales. Estas características hacen del Tribunal Supremo una voz indispensable para entender la historia de Estados Unidos, donde ha intervenido en momentos clave. Por ejemplo, en 1954 la Corte acabó con la segregación racial en las escuelas y en 2003 defendió la libertad de las personas de tener relaciones sexuales con individuos de su mismo sexo. En 2000 resolvió el punto muerto en las elecciones presidenciales dando la victoria a George W. Bush y el año pasado reconoció el derecho de los detenidos en Guantánamo a que un juez determine la legalidad de su encarcelamiento. El Tribunal también trata casos referidos a leyes ordinarias y en esas ocasiones el Congreso puede rescindir un dictamen con un cambio en la ley. Pero cuando interpreta la Constitución, el Tribunal Supremo tiene la última palabra y el poder incluso de anular leyes aprobadas por el Congreso. En esos casos "la única forma de revertir su dictamen es una enmienda de la Constitución, lo que es prácticamente imposible", dijo Stephen Wasby, profesor emérito de ciencias políticas de la Universidad de Albany. Eso explica el torbellino político que se levanta cada vez que hay una vacante en el Tribunal, como ha sucedido de nuevo con la salida de David Souter y la designación de Sotomayor, que como latina, aporta al augusto Tribunal una experiencia única.

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