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CAUSA ABIERTA

En Honduras no aterriza nadie

En Honduras no aterriza nadie

El depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, no logró su objetivo de llegar a Tegucigalpa el domingo, mientras que la imagen de las nuevas autoridades hondureñas se ha empañado aún más a ojos de la comunidad internacional con dos personas muertas en una manifestación. En un escenario digno de una película de acción, el ejército hondureño, que desoyó las órdenes que Zelaya le había dado anteriormente, bloqueó la pista del aeropuerto de Toncontin con camiones para impedir el aterrizaje del avión Falcon con matrícula venezolana en el que viajaba el mandatario, una semana después de haber sido depuesto y expulsado por un golpe de Estado. Tras el intento fallido de regresar a su país, Zelaya pasó por Managua para entrevistarse con su homólogo, Daniel Ortega, y El Salvador, donde exigió a las fuerzas armadas que "no repriman más al pueblo hondureño". "Los criminales no pueden dirigir un país", sostuvo Zelaya, arropado por la solidaridad socialista del anfitrión Mauricio Funes, de la presidenta argentina, Cristina Kirchner; del paraguayo, Fernando Lugo, y del ecuatoriano, Rafael Correa. No se anunciaron los próximos pasos de Zelaya, quien regresó de nuevo a Managua tras una agotadora jornada. Había partido desde Washington, donde el sábado la Organización de Estados Americanos (OEA) suspendió a Honduras de la carta democrática de la institución por romper el orden constitucional. El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, también presente en San Salvador, aseguró que está dispuesto a proseguir "todas las gestiones diplomáticas que correspondan para obtener el objetivo", que no es otro que "cumplir con las normas que todos los países han adoptado". "Nuestra tarea va a seguir siendo buscar todos los medios diplomáticos posibles para restablecer al presidente Zelaya", subrayó Insulza, quien viajó a San Salvador acompañado por el presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, el nicaragüense Miguel d'Escoto. El presidente designado por el Congreso hondureño, Roberto Micheletti, había abierto por la mañana una pequeña grieta en su coraza al proponer a la OEA entablar un diálogo "de buena fe" para tratar de buscar una salida a la crisis que amenaza con convertir a Honduras en un Estado paria. En los últimos días llegó incluso a aceptar la posibilidad de adelantar las elecciones del 29 de noviembre para romper un poco el hielo de su intransigencia. Y es que las nuevas autoridades de Tegucigalpa están convencidas de que lo que ocurrió hace una semana, para impedir que Zelaya organizara una consulta popular destinada a reformar la Constitución, no fue un golpe de Estado, sino una "sucesión constitucional". Micheletti acusó el domingo aNicaragua de mover tropas hacia la frontera, lo que Ortega negó en rotundo. En tanto, la calle ha dado un vuelco este fin de semana. En contra de lo que ocurrió en los primeros días, los seguidores de Zelaya, mejor organizados y llegados de lejos, han hecho oír su voz. Más de 30.000 lo esperaban el domingo alrededor del aeropuerto. De ellos, dos murieron por balas del ejército, según el comisario de policía Mario Mendoza, aunque la Cruz Roja habla sólo de un muerto y una decena de heridos. "Estoy aquí porque no estamos dispuestos a que se rompa el orden constitucional, lo que ha habido es un golpe de Estado que hicieron los militares con los oligarcas sólo que, por primera vez, (los grupos de poder) no tienen un mandadero como presidente", dijo a AFP el abogado Carlos Narváez. "Haremos resistencia hasta que llegue" el presidente, "el único en la historia que nos ha escuchado", prometió por su parte Gerardo Mejía, uno de los líderes sociales. Este lunes sus seguidores prometen continuar las manifestaciones a la espera de que su líder revele sus cartas, que pasan por un nuevo intento de regreso a Tegucigalpa.

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