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CAUSA ABIERTA

Una colombiana cuenta cómo la mafia sexual japonesa la esclavizó 18 meses

Una colombiana cuenta cómo la mafia sexual japonesa la esclavizó 18 meses

Fue esclavizada 18 meses por una red de trata de personas que la explotó en Tokio. En su libro 'Atrapada por la mafia Yakuza' cuenta cómo entró y salió de la pesadilla que viven cientos de latinas. "Me estaba volviendo una prostituta profesional. Me vendía como mercancía fina, ofrecía el paquete entero, ya sabía como caminar para ellos y cómo sacarles más dinero. Ya estaba al nivel de cualquier prostituta en Japón (...) Siempre usaba una tanga brasilera verde porque me traía suerte (...) pero era un milagro no ser golpeada cada noche y salir viva". Marcela Loaiza -una rubia colombiana de 30 años, clase media y rasgos suaves- llegó a Japón hace 10 años con un pasaporte holandés falso, 2 mil dólares en su cartera y la promesa de que recogería mucho dinero bailando en clubes nocturnos. Pero terminó prostituyéndose en una calle de Tokio y pagando con su cuerpo hasta los papeles falsos que le consiguieron para el viaje. "Me decían que tenía que portarme como una perra; (un cliente) se me tiró encima y me golpeó, quería llorar pero mis lágrimas me ardían en las heridas, respirar maltrataba mis costillas rotas; una noche conseguí solo un cliente normal, rapidito, de diez minutos y adiós". Marcela dice que nunca va a revelar con cuantos hombres se acostó para pagar los 10 mil dólares que le cobraron por llevarla al infierno. Pero sí accedió a narrar en un libro -editado por Planeta- sus más crudas experiencias personales (y hasta sexuales) para curar su alma y evitar que más jóvenes caigan en la llamada Yakuza, una mafia que, según la OEA, recluta cada año cerca de 2.000 latinas para prostituirlas en Japón.

EL TIEMPO ¿Por qué esperó 10 años para contar su historia?

MARCELA LOAIZA

No estaba preparada, no es fácil. Ahora ya tengo fortaleza, ya estoy lista para que se burlen de mí o me juzguen. Pero yo les digo: pude salir. Ahora quiero prevenir, ayudar a otras y decirles que lo piensen antes de aceptar una propuesta como esta.

¿Cómo la contactaron?

Los busqué cuando perdí mi trabajo y mi hija estaba en el hospital. Trabajaba en el área de mercadeo y los fines de semana era bailarina en la discoteca Bahía de Pereira.

¿Y qué le ofrecieron?

Dos mil dólares de viáticos, tiquete de ida, pasaporte holandés y la promesa de que la prostitución era una opción personal. Así no me crean, yo iba solo a bailar, a conseguir plata para comprarle una casita a mi madre y para que mi hija pudiera estudiar.

Si iba como bailarina, ¿cómo termina de prostituta?

Cuando llegué a Tokio se adueñaron de mí. Me cambiaron hasta el nombre, me quitaron mi identidad y me golpeaban con un bate de aluminio si no conseguía clientes. Mi manilla (la proxeneta) se quedaba con la plata y tenía que pagar hasta por pisar la calle en la que conseguía clientes. Me dijeron: 'Aquí se viene es a putiar'.

¿Hasta qué punto la Yakuza es un mito para amedrentar?

Vi cómo mataron. Una joven regresó sin pagar la deuda y la asesinaron en Pereira. Antes de viajar, averiguaron mi vida y amenazaban con matar a mi familia si no cumplía o si denunciaba.

¿Cuál fue el momento más difícil de esos 18 meses?

No lo escribí en el libro, pero fue con mi manilla. Nunca lo voy a contar.

¿Volvió a saber de ella?

Sí. Hace dos meses me localizó en Facebook. Sabe que estoy casada y que vivo en E.U.

Además del apoyo familiar, ¿qué otro apoyo necesitó?

Sicológico. Usted queda marcada. Quedan cosas, gestos, rencor y sed de venganza, que se deben curar.

¿Y huellas en el cuerpo?

No, por fortuna. En mi parte íntima, mi esposo me dio mucha fortaleza.

¿Cuál es su propósito al narrar su experiencia con tanto detalle?

Intentar que no le pase a nadie más. Decirles a las jóvenes que busquen ayuda y alternativas antes de caer en esto. Que aprendan de mi experiencia, que al irse no solo se están jugando su libertad sino su vida y la de sus familias. Ahora valoro cualquier segundo, el tiempo que me está dando para escuchar mi historia.

¿Cómo salió de esto?

Pagué mi deuda y, aunque querían que continuara, busqué la ayuda del consulado de Colombia y volví a mi país. Aquí estuve dos meses más en el oficio y salí.

¿Qué proyectos tiene ahora?

Contactar instituciones que prevengan el tráfico de personas para contar mi experiencia. Quiero decirles a las mujeres que es posible regresar, rehacer sus vidas y curar el alma con la ayuda de Dios y de la familia. Hoy estoy felizmente casada, tengo dos hermosas hijas y un trabajo.

¿Ha pensado en su propia institución?

Me gustaría muchísimo. Es una promesa personal porque hay muchas mujeres víctimas del tráfico y sus hijos están solos. Quiero buscar a esos niños y darles algo.

También tengo una propuesta de Telemundo en Miami para contar mi historia. Y hay otra propuesta en España del Canal Tele 5. Pero eso lo está manejando mi abogado.

Yo quiero apersonarme del tema de la prevención, de que la gente entienda que también somos víctimas como los secuestrados o los niños maltratados. Que por falta de oportunidades e ignorancia muchas mujeres caen en esto.

¿No teme mostrar su rostro?

No. Ya toda mi familia sabe. El último en enterarse fue mi hermanito de 20 años. Le dije hace una semana.

¿Y cómo reaccionó?

Lloró mucho. Dijo que no era justo que los tenis de marca que le conseguía fueran a costa de mi dolor. (marsot@eltiempo.com.co <mailto:marsot@eltiempo.com.co>)

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